La tarde del martes 25 el Gobierno protagonizó un hecho bochornoso al permitir el ingreso del ataúd del abatido jefe guerrillero Osvaldo Villalba en una institución pública. Ocu­rrió en el penal de mujeres del Buen Pas­tor donde una hermana del occiso cumple pena carcelaria por secuestro y otros delitos cometidos como componente del grupo cri­minal. Aunque los responsables directos del hecho fueron destituidos, la mancha es de la administración de Mario Abdo, que no ha sido capaz de evitar un acto vergonzoso.

La reacción de repudio de sectores de la ciudadanía fue unánime por el error del Gobierno, que luego fue reconocido por uno de sus ministros. Pero no basta con admitir una equivocación cuando el daño está hecho, un perjuicio que algunos calificaron de afrenta a los parientes de los secuestrados.

La Unión de Gremios de la Producción (UGP) fue muy elocuente en el rechazo al desacierto oficial, que lo sintetizó señalando que “las víctimas merecen un homenaje, los asesinos una tumba y el olvido”. Porque con lo acontecido se demostró una gravísima equivocación olvidando tantos sufrimientos causados por el accionar de los delincuentes y que forman parte del doloroso recuerdo de mucha gente.

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El mensaje de los productores hizo hinca­pié en que un hecho similar nunca había sucedido antes. “Es una burla sangrienta a los militares y policías asesinados personal­mente por el terrorista y su grupo crimi­nal y un cruel golpe a la memoria de padres, madres, hijos e hijas, hermanos, viudas que los vieron arrancados de sus vidas por la vio­lencia”, resaltó la comunicación.

Los familiares del ex vicepresidente Óscar Denis, secuestrado por los guerrille­ros del norte, dijeron en un escrito que no pueden entender por qué “el gobierno de Mario Abdo Benítez ha decidido romanti­zar la muerte del brutal verdugo de inocen­tes paraguayos, permitiendo el acceso de su ataúd a una institución pública como la cárcel del Buen Pastor, donde la hermana cumple condena por el secuestro de María Edith de Debernardi, intento de asesinato, y crímenes como parte del EPP”. Agrega la presentación que “empoderar al terrorismo, darles plataforma a quienes ponen precio a la vida y desprecian los derechos más bási­cos de los paraguayos, secuestrando, tortu­rando y asesinando a personas inocentes no debería ser un acto de gobierno”.

Critica ásperamente a las autoridades gubernamentales señalando que idealizar o darle un carácter romántico a la memoria de un torturador y asesino y su grupo terro­rista no es un acto de justicia ni humanita­rio. “Es una muestra de profundo desdén del Gobierno hacia los tres paraguayos que siguen con paradero desconocido luego de haber sido secuestrados”, sostiene la decla­ración refiriéndose a Óscar Denis, Edelio Morínigo y Félix Urbieta, de quienes no se tiene ninguna noticia.

Lo acontecido es una lamentable demos­tración de torpeza que constituye una cruel burla hacia las personas afectadas direc­tamente por los hechos violentos y toda la sociedad paraguaya, también víctima de la inseguridad. Pone de manifiesto hasta qué punto los funcionarios y las entidades gubernamentales se encuentran desorien­tados y no saben cómo actuar en este tipo de circunstancias debido a la ausencia de políti­cas claras de parte del Gobierno central.

El espectáculo al que todo el país asistió sor­prendido cuando los medios audiovisuales mostraban el ingreso del féretro en el Buen Pastor, es una muestra indiscutible de la falta de conducción adecuada de los asuntos del país. El hecho pronto pasará al olvido en medio de la gran cantidad de nuevos acon­tecimientos que se suceden cotidianamente y captan la atención de todos. Pero eso no quita que sea un ejemplo elocuente de cómo se manejan desde las esferas del poder cues­tiones que parecen nimias, pero que tienen relevancia.

Es un toque de atención para todos, pues la sociedad paraguaya tiene que lograr que los actos criminales sean castigados como corresponde. Debe conseguir que los ideales y la política transcurran por los caminos de la ley. Y que los ciudadanos puedan concre­tar sus sueños y esperanzas lejos de los odios que pueden envenenar la existencia.

Esto solo se podrá concretar en el Paraguay rechazando todo tipo de violencia, elimi­nando la delincuencia mediante la aplica­ción de las leyes. Permitiendo que la gente viva en libertad y que trabaje para alcanzar su bienestar.

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