El estudio sobre los delitos con­tra la propiedad de las perso­nas revela que entre los hurtos y robos que se denuncian la mayor parte corresponde a localidades con mayor población concentrada, donde suelen darse también gran porcentaje de delitos contra la seguridad física de las personas. Si bien los números pueden variar por diversas razones, lo llamativo es que las situaciones que produjeron las denuncias policiales se concentran en algunos sitios muy especiales, que tienen que llamar la atención a las fuerzas de seguridad. Ello hace necesario también que el Estado y sus instituciones mejoren fuertemente no solo el número de efecti­vos de las fuerzas de seguridad, sino los sistemas que puedan garantizar la menor ocurrencia de esos delitos.

La investigación realizada por nuestro diario con datos de los primeros ocho meses del año es reveladora de la alta incidencia de este tipo de delitos. Corres­ponde a las informaciones del Observato­rio Nacional de Seguridad y Convivencia del Ministerio del Interior, que es el orga­nismo encargado de procesar el registro del sector.

Los informes demuestran que Asun­ción es el distrito con mayor índice de denuncias de hurtos y robos, con núme­ros proporcionalmente muy superiores a los departamentos con mayor número de casos. Si se calculan las denuncias de enero a agosto de este año por apro­piaciones de bienes ajenos con relación a la población, la capital tiene un 2,7% de casos de acusaciones con respecto a su cantidad de habitantes, con 14.344 hechos denunciados. En cantidad le sigue el departamento Central, con 12.863 denuncias, pero como tiene 2.200.000 habitantes la proporción es de 0,5% por habitante.

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Llama la atención que Cordillera, que cuenta con algo más de 315 mil habi­tantes, tenga relativamente un elevado número de denuncias, 1.044 en los ocho meses mencionados, lo que da 0,33% de acusaciones por persona, igual que Alto Paraná y casi el doble de Itapúa y Caa­guazú, que están con 0,17% de reclamos policiales con respecto a su cantidad de pobladores.

Se podrá alegar que los informes pro­porcionados por la Policía adolecen de varios defectos y que dependen de lo que los afectados presentan cuando concu­rren a las instituciones policiales. Pero ese es un detalle de menor importan­cia teniendo en cuenta la gran cantidad de informaciones que proporciona y la relevancia de muchos de sus datos, que revelan una realidad indiscutible. Como que se registran 4 asaltos cada 3 horas y que se roba un vehículo automotor cada 4 horas en todo el territorio nacional. O que las personas que viven en Asun­ción tienen una mayor probabilidad de ser robadas o asaltadas que las que viven en Central o en otros departamentos importantes por su número de habitan­tes, como Alto Paraná, Itapúa, Cordillera o Caaguazú.

Otro dato que tener en cuenta es que de cada 100 casos de hurtos o robos que se dan, 79,5 se producen en Asunción y el departamento Central, ya que en la capital se tiene un índice del 41,9% de ocurrencia de esos hechos de inseguri­dad frente al 37,6% que se produce en el departamento mencionado. Un detalle llamativo es que en el área capitalina se sustraen 3 vehículos por día, más que en Central donde se roban un promedio de 5 unidades cada dos días.

Las autoridades deben aprovechar las informaciones que dispone el men­cionado observatorio de seguridad del Ministerio del Interior para actuar con más firmeza contra el delito. Por los datos existentes, la capital del país requiere de mucha mayor seguridad de la que se le ofrece actualmente para impedir los hurtos, robos y otros hechos de inseguri­dad. La Policía Nacional debe asumir esta realidad y articular una mayor presen­cia en las calles, en los barrios y en sitios menos seguros, sobre todo en los horarios de mayor ocurrencia de los delitos, que son las horas de la noche y la madrugada. Hace falta una política adecuada para dis­minuir los casos de robo y hurto, teniendo en cuenta los sitios en que más se produ­cen. Para ello es necesario que mejore su trabajo con nuevas estrategias y más recursos humanos y materiales para ase­gurar la tranquilidad de la gente en los lugares más álgidos, sin descuidar otros sitios del país.

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