Luego de que la Cámara de Sena­dores dejara de lado el proyecto de ley por el cual se preten­día crear el fondo transito­rio de estabilización de precios de venta al público de dos tipos de combustibles de Petróleos Paraguayos (Petropar), el Gobierno Nacional autorizó una rebaja de 600 guaraníes en las escasas estaciones de la empresa estatal. La determinación es para los precios de venta al público de la nafta de 93 octanos y el gasoil tipo III.

El detalle más significativo de la rebaja es que la reducción de los valores comercia­les de esos combustibles regirá solo en 7 gasolineras de todo el territorio nacio­nal, que están solo en 4 de los 17 departa­mentos del país y una en capital. Con este anuncio de la petrolera del Estado, el pre­cio del diésel en sus estaciones quedará en 7.700 guaraníes y la nafta 93 en 7.960 gua­raníes por todo octubre, a la espera de lo que acontezca luego en el mercado inter­nacional.

De acuerdo con la determinación de la empresa estatal, la rebaja de precios de los dos combustibles solo podrá darse en las dos estaciones de Misiones, una en San Juan Bautista y otra en Ayolas, dos dis­tritos de Central, Villa Elisa y Luque. A estas se suma una gasolinera en Asunción (en Ñu Guasu), una en Salto del Guairá (Canindeyú) y otra última en Mauricio José Troche (Guairá). De las 18 circuns­cripciones políticas geográficas del país, 17 departamentos más capital, solo en 4 jurisdicciones departamentales habrá algunas expendedoras de hidrocarbu­ros con el nuevo precio. En el resto de las gasolineras que tienen el logotipo de Petropar, pero que no le pertenecen, no habrá reducción de los valores de venta, por lo que el usuario no tendrá nin­guna ventaja a pesar de los carteles de la empresa pública.

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Observando con ojos críticos la determi­nación gubernamental, hay que recono­cer que la publicitada medida es risible y que puede tomarse incluso como una burla para la mayor parte del país. Por­que a pesar de la mencionada rebaja en algunos puntos la inmensa mayoría de los habitantes de los departamentos, ciu­dades, pueblos y parajes de la geografía nacional seguirán pagando los actuales precios.

Aunque no se dude de la buena intención que puede haber detrás de la decisión de Petropar, teniendo en cuenta el escasí­simo alcance de la misma se la puede con­siderar como ridícula y hasta absurda. Parece más bien a una burla para la mayor parte de los que habitan nuestro país.

El Gobierno, en el mejor de los casos, pecó de ingenuo al tomar la decisión de bajar el combustible solo para una minúscula porción de consumidores dejando al resto en la condición de haber sido olvidados y hasta burlados. Ese error de apreciación que pone en ridículo al Gobierno tendría que costarle el puesto a alguno de los altos funcionarios que propusieron la medida.

No debería tomar decisiones que por su insignificancia son una afrenta a la inteli­gencia, que deterioran su imagen al mos­trar que no tiene sentido de la ubicación en la realidad. Y que ofenden a la ciudada­nía porque no aportan ninguna solución a las dificultades cotidianas en la economía de la mayor parte de la gente.

En los tiempos de emergencia en los que se vive el Poder Ejecutivo no debe tener miedo para tomar determinacio­nes valientes. Tiene que decidirse a tocar el precio de la totalidad de los combus­tibles mediante un mecanismo cambia­rio especial estableciendo por un tiempo prudencial un tipo de dólar de importa­ción subsidiado. Como ya se ha hecho en el pasado en otros gobiernos para no gol­pear muy fuerte a los consumidores. No puede andar con decisiones infantiles, como las anunciadas por Petropar. Por­que no sirven para nada considerando la totalidad del país. Sería como si teniendo un millón de personas hambrientas se les diera un poco de pan tan solo a unas cuan­tas de ellas.

Por su responsabilidad al frente del país, las autoridades nacionales están obliga­das a tomar decisiones inteligentes que hagan más fácil sobrellevar las situacio­nes de emergencia. No pueden andar con nimiedades que no solucionan los pro­blemas y que por su ridiculez solo pueden provocar la risa. O la burla de la gente.

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