Lejos de mejorar las estadísticas sobre la calidad en la infraes­tructura escolar, este gobierno empeoró la situación de estas, ante una inminente falta de gestión del Ministerio de Educación y Ciencias (MEC), que se aplazó en su liderazgo de moderni­zar los establecimientos educativos cuando disponen de tiempo y recursos.

Una licitación para refacción y construc­ciones nuevas de aulas que iban a significar mejoras en 272 establecimientos escola­res quedó en la nada a dos años de haberse adjudicado. Esta iniciativa fue muy pro­metedora, los grandes anuncios desde el Gobierno bajaban a la opinión pública el discurso de que ese 2020, inolvidable año de encierro por la pandemia del covid-19, se trabajaría duro para poner en condicio­nes las escuelas, con el objetivo de que estas estén en buenas condiciones cuando retor­nen los niños y niñas.

Pasaron dos años, este compromiso no fue honrado, pese a la disponibilidad presu­puestaria; la inoperancia se impuso y los alumnos de vuelta son obligados a la mise­ria en el acceso a un derecho fundamental como es la educación.

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Un recorrido por algunas escuelas del departamento Central, Presidente Hayes, Paraguarí nos permitió evidenciar la indigencia a la que son sometidos nues­tros niños y niñas en el sistema educativo estatal.

Ni la mitad de las obras prometidas en el combo de 272 establecimientos educati­vos fueron concluidas, lamentable por los anticipos que se pagaron y el tiempo que se perdió, fueron dos años. Una licitación de G. 88.200 millones fue adjudicada, pero no se avanzó y se retrasaron las construccio­nes que representan una urgencia para el estudiantado.

La realidad es que las escuelas se caen a pedazos. Hemos encontrado alumnos dando clases en medio de arenal y aulas improvisadas con madera terciada, car­pas que apenas resguardan del sol. Rotu­ras en paredes y techos, aulas clausuradas, sistemas eléctricos que representan una bomba de tiempo con cables sueltos, al des­cubierto, colgados en las mismas salas de clase. Filtraciones, sanitarios sin las con­diciones mínimas de higiene, sin puertas, hundimientos de pisos y verdaderos pozos son algunas de las pobrezas que afectan a los escolares.

Los directores y docentes hablan coti­dianamente de sus reclamos, en nuestras visitas comentaron que en los últimos 3 años se pasaron remitiendo notas al MEC, pero todas las gestiones quedaron en los papeles.

Los archivos periodísticos de los años que iniciaba el gobierno de Mario Abdo señalan que unas 3.500 escuelas tienen problemas en sus estructuras; sin embargo, a pocos meses de culminar otro año lectivo, gre­mialistas referentes del sector hablan de cantidades que rondan los 4.000 estableci­mientos escolares.

Cerca de 1.000 instituciones tienen pro­blemas de sanitarios, existe un centenar de escuelas con pabellones completamente clausurados según los reclamos de los gremialistas. Hay problemas edilicios en escuelas de todo el país.

Ahora, tras la serie de denuncias, escraches por la deficitaria gestión, el MEC volvió a adjudicar una parte del paquete de los 272. Las construcciones abandonadas por una de las contratistas amigas que son 79 se adjudicaron recientemente, veremos si esta vuelta los alumnos tienen mejor suerte.

Es una herencia demasiado denigrante, arrastrada desde hace años, es cierto, situa­ción que ya no da y se desperdiciaron dos años valiosísimos en que las escuelas esta­ban vacías, que se pudieron aprovechar para trabajar por la infraestructura.

Evidentemente esta realidad será muy difícil de subsanar, menos aún de cam­biarla. Hoy los problemas urgentes quedan detrás y las prioridades son electorales, el Gobierno desde fines del año pasado más bien se abocó a conformar la lista oficialista para el 2023, que dedicarse, como debiera, a pleno a las labores que requiere el Estado.

La comunidad, principalmente las auto­ridades educativas, deberán seguir sos­teniendo la situación a pulmón como lo vienen haciendo, con la esperanza de que mejoren las cosas más adelante.

Quedarán las expectativas pendientes en el próximo gobierno ya que este que se va ter­minando no hizo bien los deberes y difícil­mente corrija sus errores, principalmente porque el tiempo en que debiera trabajar por las necesidades de la gente lo ocupa en gran medida en pensar cómo lograr el con­tinuismo. Nuestros alumnos y alumnas merecen mejores condiciones de estudio.

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