El gran logro del que se jacta el presidente de la República, Mario Abdo Benítez, por los kilómetros de rutas que priorizó en su gobierno, no es otra cosa que un desfa­chatado discurso que trata de maquillar sus jugosas ganancias en el negocio de ventas de asfalto.

Todo cayó durante el gobierno de Abdo. El sistema de salud no se fortaleció, pese al generoso prés­tamo de los US$ 1.600 millones para invertir en la mejora del servicio sanitario en medio del com­bate a la pandemia del covid-19. La inflación se dis­paró, el desempleo arrasó y se generaron 300 mil nuevos pobres, la inseguridad es la otra epidemia que nos gana por goleada, pero todos los esfuerzos se concentraron en obras públicas, más priorita­riamente en la construcción de pavimentación asfáltica y todo lo que al rubro concierne, ya sean mantenimiento, señalización, etc. Es que este es el sector que promueve el crecimiento de los nego­cios del Presidente.Los kilómetros de rutas licita­dos están relacionados a la venta de asfalto de la empresa Aldia, declarado por el presidente Abdo como propietario, al asumir el cargo. Es más, muestra de lo bien que le fue a la firma fundada por el jefe de Estado es el liderazgo en la importa­ción, posicionándose en el puesto 1, con una dife­rencia que equivale al doble de las importaciones del segundo en el ranking.

Ninguno de los rubros tuvo tanta prioridad de eje­cución como el asfaltado de rutas y caminos. Son 4.000 kilómetros de pavimentación y nos enchu­faron millonarios préstamos para impulsar estas obras, cuya pertinencia no está muy visible para los ciudadanos comunes que sufren todo tipo de caren­cias y cuyas prioridades son muy diferentes a las impulsadas desde el Gobierno.

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Arnoldo Wiens, al frente del MOPC, fue un efi­ciente articulador para los negocios del Presidente. Sacaba licitaciones en serie, miles de millones en un mismo día incluso, principalmente entre el 2019 y el 2020, año de crisis por la pandemia del covid. Esta gestión del hoy candidato a sucesor de Abdo se tradujo en un crecimiento de 450% en las importa­ciones de asfalto a la empresa del mandatario.

El descarado direccionamiento de los recursos públicos hacia un rubro de negocios del que se bene­fician la firma originaria del Presidente, como su entorno, dejó entrever el apremio por los bolsillos de estos privados, mientras este interés no se vio en otras obras en beneficio de los más vulnerables.

Un caso visible de la desidia en gestiones a favor de la ciudadanía es el famoso caso del hospital del Sur, en Encarnación. Esta obra de US$ 30,7 millones se ini­ció en julio pasado, tras 10 meses de haberse adjudi­cado; por cierto, en este contrato metieron también a una empresa satélite de la famosa contratista del Puente de Ñandutí, conocida como “la pasarela de oro”, por la sobrefacturación de tres veces más en el costo del mismo, tal como pudo sostener la Contra­loría General de la República.

De hecho, el servilismo de la administración Wiens no solo se traduce en hacer licitaciones que reditúen a empresas vinculadas al Presidente, sino en el despilfarro del dinero público, rega­lando cargos a operadores políticos que hurrea­ron en la anterior campaña electoral. Los US$ 14 millones en contratación de asesores en el Minis­terio de Obras Públicas por vía de la tercerización es un ejemplo del desprecio por el dinero de los contribuyentes, considerando que en la lista había varios recomendados.

El caso también de la famosa radióloga, ascendida luego como directora en el MOPC, es una humi­llación para ingenieros de renombre que, por sus experiencias y conocimientos pueden aportar mucho más y redituar mucho más al país que una operadora clavada en una institución, gracias a la campaña que hizo por el gobierno de turno.

Cada persona es libre de elegir, pero depositar la confianza por el continuismo en el que operan cabecillas, quienes hicieron de gestores para los negocios del poder, priorizando el bolsillo de algu­nos que las necesidades de la gente, es una decisión masoquista con la que no podemos pegarnos el lujo de equivocarnos.

La hipocresía y la doble moral en este gobierno superan límites. Mientras acusan a los adversa­rios de privilegiarse del Estado, se especializan en ingenierías de triangulación de negocios para inflar sus bolsillos. Desafían la inteligencia de la ciudadanía a quienes defraudaron en momentos de vida o muerte durante la crisis sanitaria, antepo­niendo recursos para rubros de interés particular que colectivo.

No nos olvidamos de que en ese año en que el Gobierno se abocó a licitar asfaltados en vez de anticiparse a comprar vacunas y miles de familias quedaban mutiladas con la pérdida de sus seres queridos.

Quedan pocos meses de este gobierno, la socie­dad, los padres cuyos hijos quedan sin almuerzo escolar en sus escuelas a causa del desinterés de las autoridades, los cientos de familias que deben hacer polladas para cubrir medicamentos de sus enfermos, los miles de personas, trabajadores que han sido víctimas de la delincuencia por la insegu­ridad, los desempleados sin perspectivas esperan­zadoras, etc., deben exigir que la plata del Estado vaya primordialmente para las necesidades urgentes e importantes y no tras obras cuya perti­nencia se torna oscura.

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