El Ministerio de Hacienda está afinando los números para ela­borar un proyecto de Presu­puesto General de la Nación para el año entrante que pueda ser viable. Los técnicos hicieron una exposición de los grandes números al presidente de la República en el Palacio de López, el lunes, y, por lo señalado a la prensa, es más de lo mismo. El presupuesto continuará con un fuerte saldo negativo, pues prevé un déficit fiscal del 2,3% del producto interno bruto (PIB), seguirá necesitando prestar dinero para financiar sus gastos, incluye aumen­tos salariales para funcionarios, y no se vislumbra un recorte significativo en sus números, ya que su monto será superior al presupuesto vigente, según reconocieron los voceros. A pesar de esos aumentos pre­vistos, se está ante el magnífico desafío de comenzar a recortar los gastos.

El presupuesto estatal para el 2023 prose­guirá con uno de sus principales defec­tos, pues seguirá con un déficit superior al establecido por la Ley de Administración Fiscal (-1,5%). Se continuará erogando más en salarios y gastos corrientes que en inversiones. No muestra indicios de que mejore el gasto público, que es el principal causante del desequilibrio de las finanzas del Estado.

Con la previsión de un déficit fiscal del 2,3% para el 2023, el gobierno de Mario Abdo tendrá el récord de ser el gobierno que en sus años de mandato no se ciñó al -1,5% del PIB establecido para la ley, ya que en cada uno de sus ejercicios superó ese límite. En el 2019 tuvo un resultado fiscal del -2,8%, en el 2020 alcanzó el pico máximo de saldo negativo, con el -6,1%. El año siguiente el déficit fue de -4,0%, en tanto que para este año se aguarda un -3,0%, y para el 2023 un -2,3%. No se incluyen los datos del 2018 pues la mayor parte de ese año (62,5%) fue de otra admi­nistración.

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Ha sido la peor en materia de estabili­dad financiera, porque en ninguno de sus ejercicios ha cumplido lo que establece la Ley 5098 de Responsabilidad Fiscal, que habla de que el déficit fiscal anual no será mayor al 1,5% del PIB. La mencionada norma pone como excepción los casos de emergencia nacional y crisis internacio­nal para que, a solicitud del Ejecutivo, el Congreso suspenda la mencionada obli­gación. Pero “en ningún caso, el déficit podrá exceder el 3% del PIB”, como señala la ley.

El documento que deberá presentarse al Congreso Nacional a más tardar el 1 de setiembre probablemente sufrirá nume­rosas modificaciones. Se teme que entre los agregados se autoricen más gastos que recortes, sobre todo para los sala­rios estatales. Como se estará en un año electoral, los partidos políticos a través de sus representantes probablemente aprueben más incrementos para gastos por encima de lo previsto por los técnicos de Hacienda. Es improbable que decidan disminuir el número de funcionarios para ahorrar dinero público.

No hay dudas de que la próxima ley finan­ciera del Estado tendrá un fuerte com­ponente de gastos rígidos. Dinero que no se podrá ahorrar porque corresponde principalmente a salarios de los emplea­dos públicos. Hecho que es cuestionado porque implica que no se mejorará la cali­dad del uso de la plata recaudada por el Estado. Lo ideal es aumentar las inver­siones para que mejore la economía, haya más empleos y se multipliquen las posi­bilidades de negocios. Y no seguir utili­zando la mayor parte del dinero público para salarios improductivos.

Como el presupuesto estatal para el 2023 es todavía un proyecto en estudio, se está a tiempo de realizar las modificaciones recomendadas por los técnicos, con el propósito de mejorar el gasto público. Y para ello hay que encarar las reasignacio­nes, recortar los gastos superfluos y ser muy cuidadosos para autorizar las nuevas erogaciones.

Las autoridades del Gobierno central y los legisladores deben dar los primeros pasos para realizar la reforma del Estado y rees­tructurar la gigantesca armadura buro­crática que constituye la principal carga del país. El estudio del presupuesto para el año venidero es una magnífica oportu­nidad para comenzar con la tan ansiada readecuación estatal comenzando con el recorte de los gastos superfluos. Hay que aprovechar esta ocasión que se presenta.

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