La reacción que tuvieron los medios de comunicación liga­dos al empresario importador Antonio J. Vierci ante una fallida entrevista con un experto internacional en Ciencias Políticas solo sirve para ratifi­car lo que hace rato venía sucediendo con el ropaje de una falsa moral. La alevosa y desleal campaña en contra del ex presi­dente de la República y candidato a dirigir los destinos del Partido Colorado, Horacio Cartes. Como el experto en política exte­rior estadounidense no declaró lo que el periodista estaba deseando, siguiendo la línea marcada por el dueño de la radio en la cual trabaja; quisieron hacer desaparecer sus afirmaciones, en una actitud no solo cobarde, sino, sobre todo, de menospre­cio a la libertad de expresión y de manipu­lación grosera de una situación que, como expresara el señor Michael Gold-Biss, que, según él, tiene una connotación cla­ramente política. Esto resalta, de manera unívoca e inequívoca, que están embar­cados en un proceso de cancelación de la opinión de todos aquellos profesionales, dirigentes o ciudadanos comunes que no están de acuerdo con la posición editorial que el dueño de esa radio ha marcado para sus trabajadores. Esto es lo que, sencilla y llanamente, se conoce como “dictadura de la opinión pública”. Y, por regla general, nada que no sea de su agrado verá la luz en sus demás medios. Una realidad hace rato ya patente, pero que precisaba de la evi­dencia para que las presunciones queden demostradas con rango de veracidad. Y esa evidencia es la que quedó expuesta en esta ocasión.

Desde que se inició la carrera presiden­cial, los grupos mediáticos anexados a los clanes Zuccolillo y Vierci fueron abier­tamente hostiles a los precandidatos del movimiento Honor Colorado. En tanto que el aspirante por el oficialismo y vicepre­sidente de la República, Hugo Velázquez, gozaba de amplios y reiterados destaques en radios, diarios y televisión de ambas cadenas mediáticas. A tal punto ha llegado la degradación profesional en el ejercicio del periodismo y la animadversión hacia los aspirantes a diversos cargos por el sec­tor liderado por Horacio Cartes, que hasta los más insignificantes y rastreros perso­najes dentro del Gobierno, como el inefa­ble Mauricio Espínola, secretario político asesor adjunto del presidente Mario Abdo Benítez, ha recibido grandes espacios para pontificar sobre los valores de la política y los principios del coloradismo, recitando panfletos mal redactados, como si fuera este entrevistado la máxima autoridad ética y política en nuestro país. Ni hablar siquiera dentro del partido de gobierno.

De igual modo son tratados también Hugo Velázquez, Mario Abdo Benítez y Nicanor Duarte Frutos cuando disparan a man­salva su gruesa artillería de infamias, patrañas y propagandas –alevosamente falsas– contra el movimiento Honor Colo­rado, como si se tratara de políticos que han exhibido durante su militancia algún rasgo de austeridad, eficiencia, talento y honorabilidad. Al contrario, se trata de funcionarios que han traicionado los más elementales mandatos de la administra­ción del Estado, la sagrada cosa pública, acumulando fortunas por los atajos de la corrupción y la ilegalidad. Fortunas que jamás podrán demostrar su origen legal cuando alguna investigación seria audite la cuantía de sus bienes. Pero estas cadenas, en su afán ya enfermizo de clausurar cual­quier posibilidad de triunfo de sus enemi­gos políticos, olvidan los grandes latroci­nios e irresponsables improvisaciones de los hombres clave de este gobierno. Irres­ponsabilidad que nos deja, hasta ahora, el tremendo saldo de más de 19.000 muertos por el covid-19.

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La trilogía Gobierno-Zuccolillo-Vierci tiene un plan tan obvio que no amerita mayores explicaciones. Ese plan tiene dos etapas: la primera es tratar de sacar de la cancha –en términos bien entendi­bles– a los candidatos del movimiento Honor Colorado, porque es la única forma de que, tanto Abdo Benítez para la Junta de Gobierno como Hugo Velázquez para la Presidencia de la República puedan alcan­zar sus objetivos. Y la segunda, asegurar el triunfo de la Concertación Nacional el 30 de abril del año próximo, porque nin­gún postulante que arrastra el estigma del oficialismo tiene la más mínima chance de victoria en esas elecciones generales. Es por ello que, para los citados medios de comunicación y sus periodistas alquilados y sometidos a los espurios designios de los propietarios, no pueden salirse del libreto marcado. Aunque, en el caso con que ini­ciamos nuestro editorial, ese libreto se salió accidentalmente de sus propósitos, la consigna de hierro sigue siendo destruir a Horacio Cartes y al movimiento Honor Colorado. Pero el público ya sabe a qué ate­nerse. En nuestro caso, nunca ocultamos nuestra identidad. Lo recomendable sería que nuestra competencia haga lo mismo. Solo es cuestión de honestidad intelectual. Y, además, un poco de valentía profesional.

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