El mundo político de nuestro país se ha visto sacudido por informaciones que indicarían relaciones de algunos altos dirigentes de la nación con organizacio­nes vinculadas al terrorismo. No se tra­tan de denuncias que podrían derivar en una imputación o una causa jurídica. Pero tienen la carga necesaria como para ser consideradas como poco recomendables, teniendo en cuenta el peso político de los involucrados.

El vicepresidente Hugo Velázquez, que se encuentra en plena campaña en las internas del partido de gobierno, ha sido señalado por una publicación de orien­tación israelita de haber estado reunido en el pasado con diferentes dirigentes de la agrupación terrorista árabe Hezbolá, en el Líbano. Aunque el medio no realiza acusaciones, señala que cuando era fiscal en Ciudad del Este, Velázquez habría cajo­neado una investigación sobre lavado de dinero y envío de remesas para el grupo terrorista que afectaba a los empresarios que lo habían acompañado en el publi­citado viaje realizado al Líbano en el 2015.

La información no es nueva, pero recuerda con detalles algunas relaciones sociales del Vicepresidente, que revelan hechos que podrían hacer cuestionable su desempeño como funcionario. Y que, sin duda, hacen mella en la propaganda ofi­cial que lo presenta como el más indicado para ser el candidato colorado a la Presi­dencia de la República en las elecciones generales del 2023.

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El reporte afirma que en el viaje que Velázquez como diputado hizo hace 7 años al mencionado país se reunió con los principales líderes del movimiento islá­mico, que está acusado de ser un grupo guerrillero que siembra el terrorismo. Y reporta algunas fotografías en las que aparece saludando a varios personajes de Hezbolá, entre ellos el líder espiritual del grupo, Sayid Ali Hijazi, además de Abdel Majid Saleh, miembro del Parlamento Libanés y representante del islamismo chiita. Otro personaje con el que aparece es Nawwaf Moussawi, representante de Hezbolá y parlamentario libanés.

El material periodístico recuerda que el apellido Hijazi es muy conocido luego de que Kassem Hijazi, un brasileño descen­diente de libaneses, fuera extraditado el año pasado a Estados Unidos acusado de transferir millones de dólares pro­venientes del narcotráfico. Menciona que cuando Velázquez era fiscal general adjunto en Ciudad del Este, otro agente fiscal encabezó la investigación con­tra Hijazi por megaevasión y lavado de dinero, en la que fue absuelto. Pero el año pasado fue detenido a pedido del hoy ase­sinado fiscal Marcelo Pecci, quien posi­bilitó su extradición. Se lo señalaba como líder de una organización que suminis­traba dinero y servicios para lavar dinero del crimen organizado.

En el 2015, los medios periodísticos de nuestro país habían publicado la crónica y fotografías del entonces diputado Veláz­quez junto con empresarios árabes en un yate en pleno mar Mediterráneo. A lo que el funcionario había respondido que ese viaje tenía como propósito atraer a inver­sionistas libaneses al país y que no había costado nada a las arcas del Estado para­guayo porque había sido financiado por el gobierno libanés. En otras palabras, reconoció que había recibido dádivas del gobierno árabe.

Las relaciones de Velázquez con gente vinculada con Hezbolá y algunos empre­sarios árabes no le hacen demasiado favor. Hay que recordar que los 27 países que componen la Unión Europea, Estados Unidos, Argentina, Australia, Canadá, Gran Bretaña, Israel, Egipto y el Consejo de Cooperación para los Estados Ára­bes del Golfo consideran a Hezbolá como una organización terrorista. Es una de las principales expresiones políticas y milita­res de los chiitas en el Líbano. Su máximo líder es Hasan Nasrallah.

A los políticos no les conviene subestimar a los paraguayos, menos aún si les van a pedir sus votos en las elecciones.

Por ello no deberían olvidar un famoso refrán que tiene inocultable sabidu­ría popular y que suele reflejar en gran medida el comportamiento de las perso­nas. Aunque no se lo puede tomar como si fuera una verdad matemática, contiene una buena dosis de sapiencia. Obvia­mente, no contempla una acusación. Tampoco puede considerarse una impu­tación, ni menos una denuncia. Pero sin duda puede adquirir gran importancia a la hora de evaluar la conducta de las per­sonas, por las implicancias que tiene.

Un dicho que, a pesar de viejo y hasta rema­nido, nunca pierde su vigencia: “Dime con quién andas y te diré quién eres”.

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