Más que en medio de un mar desolado y sin brújula o un desierto donde solo reina la nada, es en la tormenta de la desesperación donde uno más fácilmente se pierde. Pierde la noción de la realidad, el sentido de orientación, la capacidad de reaccionar mediante la quietud de la serena reflexión.

Ahogado en su propia incertidumbre, incursiona en el tembladeral de las arenas movedizas y se arroja ante la primera puerta que cree estar abierta. Es víctima propiciatoria de quienes son expertos en aprovecharse de situaciones parecidas para ofrecerla como ofrenda de sus propias supervivencias. Los oportunistas profesionales –que pretenden venderse como profesionales de la política– están listos para lanzar sus anzuelos hasta en el Sahara.

Pongamos como ejemplo el caso concreto del señor Mario Abdo Benítez, quien busca la titularidad de la Junta de Gobierno del Partido Colorado, siendo presidente de la República en ejercicio e inhabilitado por el artículo 237 de la Constitución Nacional. Su círculo de inescrupulosos y seudointelectuales sin convicción se aprovecharon de la debilidad de carácter del jefe de Estado, al tiempo de alimentar su egocentrismo y arrogancia, para emprender esta aventura que pone en riesgo la gobernabilidad democrática. Y que, sin duda alguna, empeorará la ya de por sí crítica situación socioeconómica que hoy padecen las familias que viven en los linderos de la exclusión y por debajo de la línea de la pobreza.

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La irresponsabilidad del presidente Abdo Benítez se evidencia una vez más con esta desatinada decisión. La interpretación más sencilla es que se trata de un paso empujado por la desesperación, por un lado, y por la soberbia, por el otro. Desesperación porque, según todas las mediciones de opinión y preferencias, el precandidato oficialista a la Presidencia de la República, Hugo Velázquez, no tiene la más remota posibilidad de levantar vuelo para que la batalla electoral del próximo 18 de diciembre sea un poco más equilibrada. Estos reflejos del sentimiento colorado, que son extraídos y validados con instrumentos científicos, anuncian una contundente derrota de los precandidatos del Gobierno. Y el otro elemento, la soberbia, es el que colabora para que el Presidente vea un escenario diferente al que la realidad le enrostra con la contundencia de un rechazo que supera el 80%, de acuerdo con una encuesta realizada por el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag). Cifras que son coincidentes con otras evaluaciones realizadas localmente.

Y esa desesperación, más la soberbia, acelera el disparador del discurso presidencial. Un discurso de evocaciones panfletarias, repetido, insulso, sin más creatividad que la repetición constante de lo mismo, lleno de galimatías y sin propuestas entendibles. Solo consignas aprendidas de memoria. Y, para peor, mal aprendidas. Es razonable deducir que la exasperación y las angustias aumenten de gravedad ante la ausencia de una respuesta de sus oponentes internos de la Asociación Nacional Republicana, salvo esporádicas alusiones puntuales. Al parecer, la comodidad de la amplia ventaja motiva a los precandidatos del movimiento Honor Colorado a ignorar los ataques de sus adversarios (aunque estos los traten de enemigos), lo que no obsta que, en algún momento, hagan algunas devoluciones, aunque sin el tono de las infamias e injurias que reciben a diario. Incluso en ceremonias oficiales que son utilizadas como tarimas proselitistas. No son precisamente la decencia y la compostura las cualidades de este gobierno.

Audios filtrados a través de diferentes medios –que la Fiscalía General del Estado debería investigar de oficio– anticipan la feroz persecución que emprenderá el Gobierno en contra de aquellos funcionarios que no se alinean a las instrucciones oficiales. En este caso específico, contra trabajadores de la salud del departamento de San Pedro. Como en la peor época de la dictadura de Alfredo Stroessner. En la Entidad Binacional Yacyretá las denuncias son de igual tenor. De presiones a los empleados de las sedes de Encarnación, Ayolas y Pilar. El director del Instituto Nacional del Cáncer (Incan) realizó una repudiable acción proselitista a expensas de los pacientes oncológicos, que desde hace meses vienen suplicando por medicamentos y que este gobierno insensible prefiere no escuchar. Claro, con supuestos kilometrajes de rutas quieren cubrir las miserias a que las autoridades condenaron al pueblo a causa de su voraz e insaciable corrupción.

Está ya demostrado que, en su desesperación, tanto el presidente de la República y candidato a la Junta de Gobierno como su vicepresidente y precandidato a la Presidencia recurrirán a los medios más repugnantes para agredir la dignidad del trabajador del Estado, dejando en la calle a humildes padres y madres de familia por la sola razón de pensar diferente. Este es un nuevo drama social que deberemos sumar a la tragedia de soportar un gobierno improvisado, inepto, corrupto e inmoral en el manejo de la cosa pública.

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