Las medidas tomadas a tiempo cedieron ante la ineficiencia
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El primer caso del covid-19 fue confirmado en Paraguay el 7 de marzo del 2020 y fue detectado en una persona proveniente de Guayaquil, Ecuador. Días después se comunicó la aparición de un segundo paciente. El 11 del mismo mes, la Organización Mundial de la Salud caracterizó al nuevo virus como pandemia a raíz de su alarmante propagación y gravedad. En ese momento las cifras determinaban 118.000 contagiados en 114 países y con 4.291 decesos. Las informaciones iniciales eran tomadas a la ligera por la población provocando verdaderas catástrofes sanitarias en varios países europeos, especialmente Italia y España. Nuestro Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social (MSPBS), a través de la Resolución 90/2020, del 10 de marzo, “establece medidas sanitarias a los efectos de mitigar la propagación del coronavirus (covid-19)” suspendiéndose la realización de eventos de participación masiva, incluyendo conciertos musicales, encuentros deportivos, reuniones religiosas, gremiales, políticas, sociales y recreativas. El documento oficial incluía los lugares cerrados como cines, centros culturales, discotecas, bares, casinos y teatros. Naturalmente, las instituciones educativas de todos los niveles interrumpían las clases.
Por el Decreto Nº 3456 del Poder Ejecutivo del 16 de marzo se declara “Estado de emergencia sanitaria en todo el territorio nacional”, al que se añade la Resolución 99/2020 del MSPBS del 17 de marzo disponiéndose el aislamiento preventivo general de la población en carácter de cuarentena sanitaria en todo el país a los efectos de mitigar la propagación del covid-19 en el horario de 20:00 a 4:00. Por otro decreto, el número 3478, el período de cuarentena se extiende hasta el 12 de abril, en tanto que las medidas de aislamiento hasta el 28 de marzo. Después vinieron las interminables reglamentaciones que prorrogaban la vigencia de decretos anteriores, el uso obligatorio de mascarillas y lavado de manos, así como la habilitación de albergues para personas que regresaban al país. Finalmente, el cierre total de fronteras.
Paralelamente a la entrega de un fondo de 1.600 millones de dólares en el marco de la emergencia sanitaria, comenzaron a aparecer los primeros actos de corrupción con insumos y equipos que debían ser utilizados para amortiguar el impacto del virus. Es cuando el ser humano –políticos, empresarios y funcionarios públicos– muestran su rostro más execrable tratando de lucrar a costa de la salud en uno de los momentos más críticos para el mundo. Acorralado por algunos medios de comunicación, entre los cuales nos incluimos, el presidente de la República, Mario Abdo Benítez, crea la Comisión Especial de Supervisión y Control de Compras Covid-19 (CESC), siendo designado Arnaldo Giuzzio como coordinador general, sin perjuicio de su cargo de ministro de la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad). De más está mencionar que esta comisión, antes que de control, fue una garantía de impunidad para aquellos que seguían en su ambición criminal de estafar al Estado a pesar del drama que estábamos viviendo.
Nuestra tesis repetida es que las autoridades consideraron que la pandemia iba a retroceder rápidamente. Que la aplicación de una cuarentena dura, con encierros y horarios restringidos, chequeados por los organismos de seguridad, serían suficientes para que el nivel de fallecidos permaneciera en índices aceptables. Así, efectivamente, ocurrió hasta concluir el 2020, al punto de que un diputado oficialista en plena sesión afirmó que deberíamos “agradecer” al jefe de Estado por la “poca cantidad de muertos que tenemos”. A partir de enero del año siguiente las estadísticas se dispararon aceleradamente. Buscaron explicaciones poco convincentes como que, por ejemplo, eran datos publicados los lunes y que no fueron cargados los fines de semana. Lo concreto e irrefutable es que el 31 de diciembre del 2020 teníamos 2.262 fallecidos. Exactamente un año después alcanzábamos el triste récord de 16.629 muertos por covid-19. Incluso los escépticos que nunca faltan están convencidos de que los números oficiales –18.734 a hoy– están muy por debajo de la realidad. Muchas de esas muertes pudieron haberse evitado con honestidad, lucidez, responsabilidad y previsión.
El Gobierno, como aconteció en los últimos casi cuatro años, se dejó ganar por la improvisación. Los 1.600 millones de dólares mal utilizados tuvieron sus consecuencias de escasez de camas de terapia (intermedia e intensiva), falta de insumos, oxígeno y medicamentos. Así como hospitales de contingencia que jamás se construyeron. Todo quedó en el inservible campo de los discursos. Cientos de pacientes fallecieron en los pasillos sin siquiera recibir una atención mínima.
Hace exactamente dos años empezaba este vía crucis que, aparentemente, va llegando a su término. Al menos así lo decretará el Gobierno, poniendo punto final al uso de las mascarillas el próximo 18 de abril. Lamentablemente con una penosa estela de corrupción, pobreza, desempleo y muertes.
Mafia de los pagarés: Corte informó sobre auditorías, sumarios e imputaciones
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En sesión plenaria de este miércoles, el pleno de la Corte Suprema de Justicia presentó un informe sobre las medidas adoptadas desde abril ante denuncias por presuntas irregularidades en juicios ejecutivos de Juzgados de Paz. Se destacaron auditorías, sumarios administrativos, movimientos de personal, remisiones al Ministerio Público y al Jurado de Enjuiciamiento, así como la promulgación de una ley para la creación de nuevos juzgados.
El presidente de la Corte, César Diesel, recordó que las decisiones se enmarcan en la normativa vigente, mientras que la vicepresidenta primera, Carolina Llanes, expuso que hasta la fecha fueron auditados 11.836 expedientes, lo que derivó en sumarios a 9 magistrados, 17 secretarios, 23 ujieres, 3 funcionarios, 25 abogados y 139 oficiales de justicia, varios de ellos actualmente suspendidos.
En paralelo, se dispusieron medidas administrativas que incluyeron reubicaciones, finalización de interinatos, desvinculaciones, 27 comisionamientos y 33 nuevas contrataciones de apoyo. Además, fueron aceptadas las renuncias de los jueces de La Catedral, La Recoleta y Lambaré, y no fue confirmado en el cargo el juez de Santísima Trinidad – Segundo Turno.
La Corte Suprema informó también la remisión de los antecedentes al Ministerio Público y al Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados, así como la designación de los ministros Alberto Martínez Simón y Eugenio Jiménez Rolón para acompañar los trabajos de la Comisión Especial de Investigación del Senado. En el ámbito legislativo, se destacó la promulgación de la Ley N.º 7526, que crea nuevos Juzgados de Paz en distintas circunscripciones del país con el fin de descongestionar los procesos.
La ministra Llanes señaló que algunos actores ya fueron imputados en el marco de las investigaciones judiciales. Finalmente, el ministro Martínez Simón dio lectura al comunicado emitido el pasado 9 de abril, en el que la Corte reafirmó que no es jurídicamente posible suspender medidas cautelares ni anular juicios ejecutivos de manera generalizada por vía administrativa o externa al Poder Judicial.
Es el tiempo de alimentar a las virtudes. Son muchas las que cada uno posee, por lo tanto hay un lindo hacer por delante. Es la virtud una disposición para hacer el bien. Implica la manera determinada de proceder. Definitivamente todo actuar está amparado por los pensamientos que cada cual genera. Hay una relación directa entre la belleza, la ternura, el amor y el mundo sensible, que se manifiestan a través de los gestos que exteriorizaran las emociones y los sentimientos que le dan luz a la vida.
Hay virtudes llamadas cardinales, ellas son la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza. Se las considera la esencia de todas las virtudes morales. Están en la raíz de la existencia, son humanas, son nuestras, son vivibles, alcanzables y logrables. Están para ser desarrolladas, disfrutadas, valoradas y transmitidas.
La prudencia siempre está dispuesta a ser vivida. Es la expresión del pensar que se detiene a analizar las eventualidades que podrían suceder y se esmera en identificar los posibles riesgos que podrían acontecer, de esa forma puede modificarse una conducta con el fin de evitar algo que probablemente no será beneficioso para aquellos que están involucrados con la misma. Mientras la justicia pone énfasis en el otro y en el respeto hacia el valor colectivo denominado bien común. Por su parte la fortaleza encuentra su esplendor en la capacidad de salir adelante, a pesar de las situaciones complejas que hayan sucedido. Al resistir también se aprende a perseverar, se solidifica lo que se anhela y se alienta el empeño por conquistarlo. La templanza estimula los equilibrios en la vida. Obrar con moderación facilita la convivencia de las virtudes.
Todas están vinculadas, forman parte del ser íntegro que las vive. ¿Podría irradiar efectivamente su noble humanidad el fuerte y justo sin ser prudente y moderado?, ¿lo haría impecablemente el prudente y fuerte sin ser moderado y justo? En cualquier situación el complemento adecuado es vital.
¿Qué virtudes acompañan nuestras vidas?, ¿cómo nos tratamos y cómo nos relacionamos con los demás?, ¿aportamos tranquilidad en los espacios que habitamos?, ¿confiamos en las personas? Podríamos identificar a cada una de nuestras virtudes y al hacerlo tomarnos momentos del día para ahondar en el impacto que tienen en nosotros y en quienes nos rodean. Las reflexiones vienen bien para quienes quieren aceptarse y desde ahí superarse. Son ambiciosos quienes conviven con sus virtudes y a través de ellas construyen entornos virtuosos.
Las virtudes quieren paz. La sociedad quiere paz. El mundo quiere paz. Desde la paz fluye el desenvolvimiento normal de las distinciones particulares que se aúnan a las de otros que aportan las suyas. Los espacios comunes son escenarios donde las virtudes se hacen prácticas. El descubrimiento, la alimentación y la construcción de las mismas se comparten. La cultura de las virtudes se apodera de los seres que permiten su inserción natural y constante. Las sociedades virtuosas existen. Son las habitadas por quienes ponen todo de sí para hacerlas realidad en cada acto socializado.
Vivir y no querer morir en el tiempo de la inmortalidad digital
Ricardo Rivas
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Ricardo Rivas
Periodista
X: @RtrivasRivas
La muerte es parte de la realidad real. La inmortalidad digital es una alternativa posible de la realidad virtual. El “no te mueras nunca” es solo un deseo imposible que contiene tan válidas como respetuosas pretensiones afectivas.
“Sin duda la muerte ha inquietado al hombre de todas las épocas. Hoy en día tiende a verse como un dato objetivo, estanco e indiscutible, y como un hecho biológico e individual, (aunque) esta concepción sin duda está fuertemente vinculada con la medicalización y cientifización de la vida –de la salud y la enfermedad– y por ende de la muerte”, escribió muchos años atrás Marisel Hartfiel, catedrática argentina.
Desde esa perspectiva, agregó que “sin embargo, la representación y las actitudes del hombre ante la muerte –costumbres, mitos, creencias, ritos– han sido muy diferentes en distintas épocas y en distintas sociedades (porque) la muerte es mucho más que una cuestión médico-científica y por todas sus implicancias culturales particulares, debe ser entendida como una construcción social e histórica”.
Después de contextualizar su reflexión, se preguntó y preguntó. “¿Cómo ha sido construida la imagen o representación y las actitudes que hoy tenemos frente a la muerte? y ¿bajo qué mecanismo ha sido posible construir esta imagen como natural e inmutable?”.
Para responder se situó en “dos momentos históricos relevantes” como los que a su juicio son “en el siglo XIX (el) momento en que los médicos comienzan a diagnosticar la muerte y, en el siglo XX, con la introducción de la gran tecnología médica; y la puesta en funcionamiento de las unidades de cuidados intensivos (UTI)”.
Hartfield, especializada en salud, sostiene entonces que “esas rupturas instauran una nueva forma de ver y hablar, una nueva concepción, una nueva mirada sobre la cuestión de la muerte”. Y vuelve con los interrogantes que se hace y nos hace. “¿Cómo se vive la muerte de otros ? ¿Qué imagino de mi propia muerte? ¿Qué ritos, qué costumbres, qué gestos, qué palabras, que actitudes esperables se construyen?”.
MIEDO
Dice Antonio Porchia (1886- 1968) que “casi siempre es el miedo de ser nosotros lo que nos lleva delante del espejo”. Así se expresa en “Voces”, su único libro, que contiene una colección de aforismos.
Desde que tuvo 15 años vivió en la Argentina junto con su madre y hermanos. Su padre falleció antes que migraran desde su Italiana tal hacia el sur del sur . Supe de él y de su obra cuando en el cuarto año de colegio secundario en el Instituto San Román, en el Bajo Belgrano, mi pueblo natal en Buenos Aires, unos 1.250 kilómetros al sur de mi querida Asunción, la querida profe de Literatura, Antonia Caputo, nos recomendó leerlo.
Un texto sorprendente que aún me sorprende. Con tapa y contratapa blancas, solo la palabra “Voces”, impresa en negro, era la imagen de la portada. Muchos meses lo tuve conmigo. Lo llevaba a todas partes. Con frecuencia consulté y consulto sus aforismos. Casi nunca sus palabras producen en mí el mismo sentido. De allí que descubro a Porchia una y otra vez. Tengo la certeza de que nunca es el mismo y siempre lo es.
“Mis muertos siguen sufriendo el dolor de la vida en mí”. La muerte atrae. Convive. Está siempre. Habita entre los vivos. Los sobrevuela. Y se impone como destino inevitable. Por ello también preocupa y... ocupa.
“Ay... / si un día para mi mal / viene a buscarme la parca. / Empujad al mar mi barca / con un levante otoñal / y dejad que el temporal / desguace sus alas blancas. / Y a mí enterradme sin duelo / entre la playa y el cielo... / En la ladera de un monte, / más alto que el horizonte. / Quiero tener buena vista. / Mi cuerpo será camino, / le daré verde a los pinos / y amarillo a la genista...”, demanda el Nano (Serrat), desde 1971, cuando tenía 28.
HONORES
La muerte, claramente, no es tema de edades. Gambetearla no es una opción posible. Ni don Alfredo di Stéfano (1926- 2014) pudo hacerlo. Un 7 de julio la Saeta Rubia entró al área con el balón dominado, pero no pudo con ella. Lo durmió en el Santiago Bernabéu. La hinchada enmudeció. Algunos estallaron en llantos. También el Camp Nou calló respetuosamente, en Barcelona.
Casualmente en Madrid cuando aquella jornada, le rendí honores cuando desfilé junto con miles ante su féretro. También en el 12 de la Calle de Tehuán. Allí mismo, en Casa Labra, muy cerca de la Puerta del Sol, levantamos una copa en su honor, cuando caía la tarde de aquel día. Resistir no tiene sentido.
Worldometers.info –en las primeras horas del viernes 22 de agosto– reporta que en este año con la Parca ya dejaron la aldea global poco más de 39,9 millones de vivos y vivas. “Ni el sol ni la muerte pueden mirarse fijamente, dijo François de La Rochefoucauld en el siglo XVII”, dijo alguna vez Fernando de Savater.
La muerte atraviesa culturas, religiones y creencias. Aunque sin acordar públicamente en hacerlo, nutridas multitudes procuran ignorarla, negarla o.… como si fuera posible, olvidarla. ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo desconocerla u olvidarla cuando sabemos que está allí, a la vuelta de la esquina?
CAMINO
Construir la inmortalidad – como idea, dogma o práctica– es un camino para muchos y muchas que, con múltiples rituales, intentan quitar a la muerte de la cotidianidad hasta que la evidencia empuja y llega el momento de admitir que no se puede con ella. En esos intentos, hasta los más recientes desarrollos tecnológicos son herramientas aptas para lo que aparece como imposible o... como un deseo que, tal vez, atraviesa la historia de la humanidad.
Berretines, inseguridades, cobardías, incertidumbres. “Debemos tener una vida sana con la muerte”, sostiene la filósofa Raquel Fernández Formoso, de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) de España, al colega Sergio Fanjul de diario El País.
“¿Qué perdemos, realmente, cuando perdemos un familiar?”, interroga Raquel Fernández Formoso
“Hay que asignar valores adecuados a las cosas, lo que es efímero, lo que es permanente”, recomienda. Desde su perspectiva, esa actitud permitirá “entender que mi vida forma parte de esta danza que terminará”, que tendrá un final “que no tengo que verlo (como) una carencia o un error de diseño biológico a corregir”.
Siento que, quizás, nos exhorte a vivir también la muerte. ¿Será así? Suena razonable, ante la inevitabilidad. “Todo concluye al fin nada puede escapar / Todo tiene un final, todo termina / Tengo que comprender no es eterna la vida...”, sostiene Ricardo Soule a través de Voz Dei desde 1972.
¿Qué es lo que no se entiende? ¿Qué impide comprender algo tan simple? Tan común como esperable. Hasta el mismísimo Sol –esa estrella increíble– habrá de morir. Coinciden los astrofísicos que se apagará dentro de 4.000 millones de años. También predicen que en la Tierra será difícil la supervivencia mucho antes.
CERTEZA
Y, ante la vista de quien quiera mirar con los ojos bien abiertos, tener la certeza de que nada de aquel fin probable para la ciencia podrá evitarse, si nos atenemos a los senderos por los que nos conducen los líderes y lideresas por estos tiempos que nunca antes en las últimas ocho décadas se acerca tanto al precipicio y baila una especie de danza macabra en el borde.
¡Joder! Es preciso pensarlo, proyectarlo, decirlo e internalizarlo. No es drama ni es tragedia. “Hay que aprender a vivir y a morir”, sostiene Ana Carrasco Conde (45), premio de ensayo Eugenio Trías en noviembre de 2023. Entrevistada por Joseba Elola para diario El País, añade reflexivamente (tal vez esperanzada) que “una vez que aceptamos que vamos a morir, tenemos que hacer una apuesta por vivir una vida que merezca la pena ser vivida (...) hay que aprender a vivir con intensidad cada momento”.
“Hay que aprender a vivir y a morir”, sostiene Ana Carrasco Conde
Adhiero. Hartfield, Porchia, Serrat, Soule, Fernández Formoso.... todos y todas en algún momento piensan (y pienso) la muerte. Aunque, tal vez, la nueva longevidad – como da en llamar Diego Bernardini a la prolongación de la vida activa– hace que ya no sea tan común a cuarentonas y cuarentones haber vivido alguna experiencia familiar o personal que las y los acerque a la experiencia de la muerte a través de múltiples ausencias y de la elaboración de los duelos por aquellas y aquellos que partieron.
No. Porque ese momento tan sustancial como inevitable para los vivos y las vivas también por estos tiempos está atravesado por los desarrollos tecnológicos que, desde alguna forma y lugar, potencian mitos y prácticas sociales. Palabras poco extendidas en su uso y aplicación comienzan a ganar espacio y a ser parte del vocabulario cotidiano en algunas sociedades.
MITO
Criogenización es una de ellas. Aunque debo ser preciso, desde el 15 de diciembre de 1966, cuando falleció Walt Disney –el creador de Donald y Mickey, entre tantos comics– el que supongo debe ser un mito urbano planificado y gestionado como tal, asegura que su cuerpo fue congelado a muy baja temperatura para “resucitarlo” cuando la ciencia médica lo posibilite.
Huelga decir que todavía no ha sucedido. Pero, más acá de aquello, tan perdido en el tiempo para casi todos y todas, la idea de descargar los contenidos de la mente humana en algún dispositivo de memoria externa o en la mismísima compu comienza a ganar terreno.
“ Mind uploading ”, ¿viste? También guardar con esos formatos fotos y videos de papá, mamá, hijos, hijas, amigos, amigas, novios, novias, amantes... ¡Todo! La holografía, sumada a la IA (inteligencia artificial), abren las compuertas de la creatividad para crear ilusiones y monetizarlas. El único límite es la ética. De la construcción social de la muerte que didácticamente proponía Hartfield a la coconstrucción de avatares simbólicos para poner fin a la muerte tal y como la conocemos hasta hoy para ponerla a la venta como más vida y eternidad.
Me suena a bulo, a venta de baratijas, a desmesuras, a ilusiones de pacotilla. “Qué poco rato dura la vida eterna / Por el túnel de tus piernas / Entre Córdoba y Maipú…”, canta Joaquín. Me quedo con él. “La imaginación al poder”, como en el Mayo Francés del 68 que no pude ni quise, ni puedo ni quiero siquiera dejar atrás. No me parece aquello –lo nuevo y reciente, mercado en ciernes– una forma atractiva de existir o de no existir.
Se le puede exigir más a la existencia y, por qué no, hasta a la inexistencia. Siento que la vida ya está demasiado comprometida con la tecnología como para dar un paso más hacia el transhumanismo, esa movida cultural e intelectual transnacional que apunta a una transformación de la condición humana a partir de las prácticas sociales resultantes de la interacción entre la humanidad y la tecnología.
POSANTROPOCENTRISMO
Nada nuevo, tampoco. “Poshumanas”, “transhumanas”, “posantropocentrismo”. Fereidoun M. Esfandiary (1930- 2000), creyente, tal vez defraudado prematuramente al fin por la realidad, en la longevidad indefinida, transitó e indagó en aquellas búsquedas. Era el año de 1960. Sesenta años después , no son pocas ni pocos quienes van más allá para vender la ilusión del para siempre y sin que sea necesaria la resurrección.
“¡Papucho no murió... Papucho no murió / No murióoooo…!”, vocean las hinchadas de los negacionistas de la muerte sustentadas en nubes colmadas de Yottabyte (YB). ¿No murió? La reflexión –cercana a la pesadilla– me deja sin aliento en esta fría noche de viernes sin amigos ni amigas junto conmigo en torno de los leños que crepitan. Afuera, en la intemperie, apenas 4 grados y ventoso. Se recomienda el “quédese aquí, junto al fuego”.
Releo El País. Busco una vez más la palabra escrita con las respuestas de Raquel Fernández Formoso. “Qué perdemos, realmente, cuando perdemos un familiar (o a quien fuere)? No pierdes una fotografía, ni un cuerpo”. Luego sobrevuela el duelo para explicar que en ese tiempo “tenemos que comprender qué es eso que hemos perdido”.
Abrumadora y contundente reflexión. Con una muerte “no has perdido información, como se dice desde la inmortalidad digital”. Didácticamente, la catedrática explica: “Un (eventual) chat de inteligencia artificial (con quien sea que haya muerto) no puede sustituir a alguien que se ha ido”.
INMORTALIDAD DIGITAL
Para que quede caro. La muerte es parte de la realidad real. La inmortalidad digital es una alternativa posible de la realidad virtual. El “no te mueras nunca” es solo un deseo imposible que contiene tan válidas como respetuosas pretensiones afectivas. El miedo a la muerte, sentimiento humano y comprensible, es también una de las fases de los temores que genera la incertidumbre de vivir.
La muerte, como una de las dimensiones de la vida, “es el acontecimiento esencial en la aventura humana”, sostiene Martín Heidegger quien, desde su perspectiva existencialista, también la considera como “un misterio (y) el momento de decir adiós a todo, (porque) es el viaje de irás y no volverás”.
Platón –a quien no son pocas ni pocos los que lo categorizan como reverencial discípulo de Sócrates– dicen que tenía la convicción de que morir era abrir una puerta hacia “un mundo ideal”. Con esa mirada analítica sostenía que “la filosofía es la manera correcta para practicar para la muerte” porque es imposible evadir ese momento.
Tal vez, sir Arthur Conan Doyle (1859-1930) –el “padre” de Sherlock Holmes– y Harry Houdini (1874- 1926), mago e ilusionista, ambos espiritistas practicantes, hoy hubieran sido potenciales consumidores de los productos que aseguran la inmortalidad digital. ¿Por qué no?.
“A mí enterradme sin duelos / entre la playa y el cielo / en la ladera de un monte...”, canta Serrat en Mediterráneo
Pastor Soria, expresidente de Senave, fue beneficiado con medidas alternativas a la prisión en el marco del proceso penal por cohecho pasivo. Foto: Archivo
Juez otorgó medidas alternativas a extitular del Senave, imputado por cohecho pasivo y otros
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El juez de Delitos Económicos, Rodrigo Estigarribia, otorgó la libertad ambulatoria al extitular de Senave, Pastor Soria, en el proceso penal abierto por cohecho pasivo agravado, extorsión, asociación criminal y lavado de dinero en el marco de la investigación por supuestos pagos para que provean un permiso, la Acreditación Fitosanitaria de Importación (AFIDI), que permite la importación de productos.
El magistrado resolvió que el imputado tiene prohibido salir del país, así como una fianza de G. 300 millones y en caso de incumplir con las medidas se podría revocar las mismas y ordenar su prisión.
El presente proceso penal se inició tras la denuncia presentada por la presidente de ASICOPACE, quien mencionó una presunta red de corrupción dentro del Servicio Nacional de Calidad y Sanidad Vegetal y de Semillas (SENAVE), en la que funcionarios exigían pagos ilegales a cambio de expedir certificados fitosanitarios obligatorios para la importación de productos frutihortícolas.
En la investigación fiscal -entre diciembre del 2023 y abril del 2024- los importadores de papas, cebollas y tomates, rubros clasificados como “sensibles”, enfrentaron demoras injustificadas en la obtención de las AFIDI, a pesar de que su costo oficial es de apenas G. 17.715.
Estas trabas, sin explicación técnica, eran seguidas por llamadas y visitas de funcionarios del SENAVE y terceros ajenos a la institución, quienes, con pleno conocimiento de los datos ingresados por los importadores en la Ventana Única de Importación (VUI), exigían pagos de hasta G. 10 millones por cada AFIDI para destrabar el proceso.