El obispo de Caacupé, Ricardo Valenzuela, hizo un ferviente llamado a los católicos a luchar contra la corrupción, a compro­meterse en la transformación de la socie­dad y a procurar de construir una socie­dad más humana, instando a autoridades y a los ciudadanos a emprender esa tarea. Fue ayer durante la celebración central de la festividad litúrgica que congregó a miles de personas que concurrieron al santuario a buscar el consuelo luego de casi dos años de la emergencia pandémica.

Tanto en la homilía de la misa como en la carta que leyó después, el obispo, que suena como uno de los posibles reem­plazantes del renunciante arzobispo de Asunción, fue duro contra el pecado de la corrupción y los que se aprovechan del pueblo para enriquecerse indebidamente. Pero también señaló el camino para salir del estado en que se encuentra el país mediante el cumplimiento de las ense­ñanzas de Cristo haciendo verdadera jus­ticia, trabajando por el progreso en medio de la convivencia de hermanos.

Criticó muy ásperamente la corrupción, a la que culpó de la mala situación en que se encuentra el Paraguay. “Hermanos, tene­mos un frente muy difícil, la corrupción. Debemos luchar contra la corrupción. La corrupción es una de las grandes causas del triste estado de cosas que está viviendo nuestro país”, sentenció, y recordó que el profeta Isaías había dicho que “cuando la corrupción toca su fondo, todo se cae”. Por eso señaló que lograr que el Gobierno, los funcionarios del Estado y la gente de bien sean honestas es una misión tan imperiosa como indispensable. Pues “sin honestidad no se gana nada”, remarcó.

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En la carta que leyó luego de la misa, Valenzuela pidió que los políticos y los gobiernos dejen de lado la riqueza mal habida, el sectarismo, los privilegios y trabajen por el bien común. Dijo que la razón de ser de la autoridad es el servi­cio al pueblo, y que la verdadera grandeza no radica en ocupar los primeros pues­tos, sino en ejercer la asistencia al poder como servidor de Dios.

En ese sentido llamó la atención sobre la importancia de la cooperación de los lai­cos cristianos en la sociedad, “que vivan en el mundo evangelizando y siendo luz en las tinieblas”. Y agregó que hay que alentar la participación de los laicos en las comunidades cristianas, en la vida litúrgica, en la práctica y testimonio de la caridad. “Hay que superar la incoheren­cia”, apuntó.

También señaló que el país necesita una justicia que no esté sometida ni dependa de los poderosos. “Necesitamos un Poder Judicial verdaderamente independiente y no subordinado a personas influyen­tes y grupos de poder. Si no funciona la Justicia, la democracia es solo nomi­nal, la cual cede su puesto a la anarquía”, afirmó. En ese sentido recordó las licita­ciones sobrefacturadas que se denuncia­ron en la pandemia y pidió que los jueces actúen con firmeza sobre los responsa­bles del ilícito. Afirmó que, si la Justicia está raquítica y dominada por intere­ses políticos como para no ver absolu­tamente nada de lo que se malversa al pueblo, hay que construir trincheras de protección a la familia para que no sea contaminada por el mismo virus.

Aunque muchos no estén de acuerdo con las palabras del obispo de Caacupé, hay que reconocer que son válidas y deben ser tenidas en cuenta por su oportunidad, la solidez de sus argumentos y el peso de su autoridad moral y religiosa. Ade­más, todo lo que se ha dicho durante los últimos nueve días desde el púlpito de la basílica por otros prelados compromete el sentimiento profundo de la dirigencia eclesiástica, indica la preocupación que le causan los problemas de la sociedad y revela el programa de trabajo que tiene en todo el país.

El lema de “organicemos la esperanza” con que se celebraron las festividades de Caacupé constituye todo un programa de vida y de trabajo que propone la Igle­sia. Por eso las críticas que realizaron los celebrantes a personas e institucio­nes y las denuncias presentadas pública­mente son el paso necesario para visua­lizar los defectos que se deben corregir. Todo con el propósito de que se pueda limpiar la vida del país y así construir una existencia digna para todos los que lo habitamos.

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