En varios tramos, principalmente en la pandemia, hubo fuertes alusiones a la corrupción en esta gestión. Mientras el país se deprime en medio de la miseria, el desempleo, la inseguridad, el abandono de los sectores populares, sin planificación sanitaria ni estrategia educativa, los rostros más visibles de este gobierno siguen abusando del poder público para satisfacer sus insaciables apetitos de bienes materiales y sus descontroladas concupiscencias. El manto de la impunidad ya no los cubrirá por mucho tiempo. Cuando esta torre sin cimiento intelectual ni ético empiece a desmoronarse no habrá guarida donde puedan esconderse del repudio ciudadano. Con ese estigma vivirán el resto de sus días.

Estos consuetudinarios perpetradores contra la cosa pública han sido permanentemente cuestionados y denunciados documentadamente a través de los medios de comunicación –nosotros hemos realizado varias campañas– sin que el señor Abdo Benítez se inmute, convencido, quizás, de que es cierta la afirmación de que “somos un pueblo de cretinos” o que “tenemos memoria frágil” para olvidar fácilmente el comportamiento desviado de quienes ocupan un papel protagónico en la estructura estatal. Y como explican algunos estudios sobre este tema que agobia a nuestras sociedades, estos funcionarios públicos corruptos ni siquiera se sienten culpables. Es tal el cinismo y la hipocresía que los dominan que se justifican a sí mismos en sus actos ilícitos, ilegales e ilegítimos. Se extraviaron de toda noción de lo correcto. Perdieron la visión de los límites que separan el bien del mal.

El reflejo de estas actitudes podemos encontrar en cualquier diccionario: Mienten desvergonzadamente para defender sus prácticas censurables y fingen cualidades, sentimientos, opinión o virtud que no tienen. Con sus hechos desmienten todo cuanto dicen. Y desde esos escenarios que les conceden la tarima pública se transforman en cuestionadores de la vida, la conducta y la trayectoria de sus adversarios cuando ni siquiera pueden levantar la pesada herencia de latrocinio que cargan sobre sus espaldas. A diferencia de los que sostienen que las instituciones son las que corrompen a los hombres, son estos hombres los que vinieron a corromper aún más nuestras deterioradas y débiles instituciones.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Han transportado sus disipadas vidas privadas al ámbito público. Situación que, tarde o temprano, les pasará la factura. Debemos aprender de lo que ocurre en el mundo: muchos políticos, algunos, incluso, muy prometedores, tuvieron que renunciar a sus aspiraciones o cargos a raíz de escándalos que salpicaron sus intimidades. Sin embargo, somos todavía una sociedad condescendiente en este aspecto, porque la desastrosa vida privada de Fernando Lugo de su época de obispo le hubiera costado un juicio político en los lugares civilizados de este planeta. Decimos todavía, porque cada vez es más agudo el ojo escrutador de la opinión pública sobre la conducta privada de los gobernantes.

Seríamos desleales con nuestra prédica de la verdad si aseguramos que la corrupción nació con este gobierno. Pero es en esta administración que empezó desde el primer día en que asumieron sus cargos personas sospechadas y denunciadas por corrupción. Es en esta administración que perdieron toda compostura como en ese intento de robo al Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social en plena pandemia. Una tentativa de asalto a las arcas del Tesoro que solo fue detenida por la denuncia de unos pocos diputados y la firme posición de nuestro diario. No pueden hablar de compromiso con la República quienes fueron autorizadores y ejecutores de licitaciones dirigidas para favorecer a una “superproveedora” del Estado –ligada a familias en el poder– y algunas de cuyas obras, según la propia Contraloría General, están sobrefacturadas.

“La corrupción es un comportamiento antiguo, afirma el que fuera procurador general de Francia, Pierre Truche, pero objeto de una práctica tolerada en las altas esferas y por la opinión pública. Hemos entrado en un período en donde este comportamiento, antes tolerado, ya no lo es más”. Tenemos que lamentar que un sector del periodismo siga siendo tan complaciente con quienes llevan a nuestro país al descalabro por el camino de la corrupción, la mediocridad, la indiferencia con el sufrimiento de los más pobres, la prepotencia, su guiño a la inmoralidad y la anarquía. Pero, coincidimos con el desaparecido magistrado francés: la opinión ciudadana tolera cada vez menos a quienes usan sus cargos para satisfacer sus avaricias.

Para quienes hoy se creen intocables en el poder, recordemos lo que nos decía de Roma un extraordinario pensador paraguayo: “Su principal enemigo no fue ninguna de las naciones adversarias a las que tenía sometidas… Pereció carcomida por un enemigo invisible: la corrupción de las costumbres, el lujo, la pérdida del espíritu de trabajo y de sacrificio, el debilitamiento del patriotismo, la indisciplina y la venalidad”. Nada más que agregar.

Dejanos tu comentario