Recientemente se cumplieron dos décadas del más especta­cular acto terrorista de los últi­mos tiempos, el atentado con­tra las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de setiembre del 2001. Ese hecho y los otros ocurridos ese mismo día en Esta­dos Unidos dejaron una enseñanza inol­vidable, que el terrorismo es el principal peligro de estos tiempos para la humani­dad. Y que hay que estar atentos en forma permanente para prevenir nuevos hechos lamentables atacando a los terroristas y las diversas causas políticas, ideológicas y económicas que los provocan. La poten­cia política y económica más importante de entonces aprendió la dura lección de que no se puede dejar al terrorismo sin una inteligente y decidida acción para desarmarlo y limitar sus alcances a la mínima expresión.

A raíz de ese hecho el mundo compren­dió que el terrorismo no tiene nacionali­dad y puede atacar a cualquier país. Por ello las naciones más importantes toma­ron nuevas medidas de seguridad, además de establecerse reglas más rígidas para los vuelos internacionales que alcanza­ron a todo el planeta. Estados Unidos, que había salido triunfador de la Guerra Fría, comenzó a concentrar sus fuerzas en la guerra contra el terrorismo con opera­ciones militares en Afganistán, la cuna del grupo Al Qaeda, y en Irak, al tiempo que buscaba democratizar los países de Oriente Medio para desarticular al isla­mismo más perverso. También reactivó con fuerza las agencias de inteligencia que antes se usaban para espiar a otros países para seguir los pasos a los grupos guerri­lleros, que eran los nuevos enemigos. La nueva amenaza no respondía a la lógica de las contiendas del siglo pasado y requería otro tipo de tratamiento, tanto en la pre­vención como en el ataque.

El gran despliegue realizado por Esta­dos Unidos tanto en inteligencia como en fuerzas armadas logró que en los últimos años ya no se produjeran en su territo­rio nuevos atentados como los sucedidos aquel 11 de setiembre. También logró que no ocurriera la gran ola de ataques terro­ristas que tenía programada la organi­zación dirigida por el líder extremista Osama bin Laden, quien fue abatido años después. Mediante el esfuerzo del país del Norte y de otras naciones aliadas, el terro­rismo islámico hoy en día ya no es una gran amenaza para el mundo, como lo era dos décadas atrás, aunque no haya desa­parecido por completo.

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Veinte años después del atentado a las Torres Gemelas, se puede afirmar que los altos costos económicos, militares y polí­ticos que pagó Estados Unidos en su com­bate contra la guerra terrorista no fueron en vano. Logró su objetivo de que ya no sea un alto riesgo para su sociedad. Pero una de las enseñanzas más importantes que legó es que a los terroristas hay que per­seguirlos para eliminarlos como riesgo a la seguridad de una determinada nación. Y que todos los esfuerzos que se hagan en ese sentido finalmente redundarán en la tranquilidad de la sociedad.

En el Paraguay no se tiene la amenaza de un grupo como Al Qaeda, pero hace dos décadas que algunas bandas de terroris­tas accionan en el país, especialmente en el Norte. Han provocado ya numerosas muertes, han realizado varios secuestros extorsivos y constituyen un serio riesgo para vastas zonas. Escondidos en los bos­ques, aparecen de vez en cuando, secues­trando y matando personas, incendiando algunas estancias. Se escudan detrás de algunas estúpidas siglas y dicen perte­necer a una guerrilla que quiere un signo político de extrema izquierda para la nación.

Una de las heridas más dolorosas que ha provocado a nuestra sociedad es el secues­tro de cerca de una veintena de personas, algunas de las cuales fueron asesinadas en cautiverio, otras liberadas luego de pagar un rescate y otras tres que siguen presas. Hasta hoy las autoridades nacionales no han podido eliminar a estos grupos asesi­nos, cuya existencia y accionar constitu­yen una afrenta para el país.

Es necesario que el Gobierno reconozca la poca efectividad de su política antite­rrorista, cambie de estrategia y aplique las medidas necesarias para que se extin­gan de una vez estos grupos criminales. Debe buscar la cooperación de naciones y entidades especializadas en la lucha contra este mal. Y actuar decididamente contra los que buscan aterrorizar a nues­tro país.

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