La inconsciencia, sumada a la des­idia de quienes generan descon­trolados focos de incendio, está castigando severamente a nues­tro medioambiente, al punto del peligro de extinción de algunas especies de árboles, además de ocasionar un costo económico altísimo para el Estado y otras instituciones abocadas a mitigar emergencias a causa del fuego. Es imperante la necesidad de llegar a un consenso, compartir y canalizar infor­mación que lleve a un combate contra la quema de bosques, basura, pastizales, etc.

Desde la Secretaría de Emergencia Nacio­nal (SEN) vienen reiterando que antes de todo el despliegue de logística y todo el apoyo táctico para apagar incendios, se debe trabajar en un proceso de informa­ción y concienciación que apunten a evitar estas tragedias. Lamentaron además que, habiendo tanta quema provocada a lo largo y ancho del país, hasta ahora no exista una sola persona castigada.

Es un mal que hasta pareciera tener una tradición cíclica. Ingresa agosto y hay humo por todos lados a causa de quema­zones, con protagonistas que se manejan como fantasmas.

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Dicho por experto de la SEN a nuestro diario, el 99%, si no es más, de los incen­dios es causado por acción de la gente de manera negligente como tirar la colilla de cigarrillo sin apagarla, quemar basuras, o inclusive, quemar para limpiar terrenos, que luego sale de control. Así también, refiere que el último informe del Insti­tuto Nacional de Estadística de Paraguay (INE) revela que un 65% de la población urbana quema su basura, al igual en el área rural, y con el fuerte viento, la cabeza se puede trasladar hasta 2.000 metros del lugar de origen. Se suma a esto el efecto rebote, que es incontrolable y suele que­mar todo a su paso.

Hay que alertar sobre la cultura de que­mar y concienciar sobre el cuidado del medioambiente. No olvidemos que nues­tras basuras, aquellas que tiramos en espa­cios sensibles, entre ellas, por ejemplo, las botellas de vidrio, causan el efecto lupa y con la cantidad de combustible vegetal que hay, se inicia el fuego, en momentos en que la temperatura alcanza su pico, según explicaciones de entendidos.

Casi la mitad de las 5.836 hectáreas del Parque Nacional Cerro Corá, en el depar­tamento de Amambay, fue devorada recientemente por las llamas; sino fuera por la ardua tarea de los bomberos tal vez el área protegida hubiera sido historia. Varias de nuestras áreas silvestres han sido azotadas por las llamas. El Parque Nacional Caazapá, San Luis, Paso Bravo, Defensores del Chaco son parte de la lista.

Hoy también los expertos alertan del peli­gro de extinción de varias especies de nuestros árboles porque los suelos calcina­dos complican la regeneración ecológica.

La Cámara de Senadores aprobó la semana pasada un proyecto de declaración que insta al Poder Ejecutivo a declarar en emergencia nacional al país por incendios y daños ocasionados al medioambiente, después de que se registrara un pico de incendios que llegó a 11.379 focos de calor en todo el territorio nacional, según reportes del Instituto Forestal Nacional (Infona).

En la teoría rige la Ley N° 4014 de Preven­ción y Control de Incendios, que establece que la única forma de quema autorizada es la quema basada en una autorización. Sin embargo, en la práctica esta normativa es letra muerta y las consecuencias están a la vista de todos.

Es por ello que amerita trabajar en un plan de consenso que involucre a institu­ciones más cercanas para la ciudadanía en general. Ya no basta con solo instar ni tener una ley que queda solo en los papeles, la gente debe aprender a incorporar en su día a día un relacionamiento amigable con el medioambiente. Hay que llegar con los mensajes de concienciación a la ciudada­nía, los procesos de información sobre las catástrofes de los incendios deben formar parte del leguaje educativo. Algunos inten­dentes, como la de Fernando de la Mora, anuncian multas, un efecto para el bolsi­llo, pero que tampoco es una solución.

Afianzar un proceso de toma de concien­cia, con conocimientos sobre las cau­sas y consecuencias que pueden tener los incendios, es fundamental, dicen desde la SEN. En este proceso debe fluir la infor­mación de manera ágil con instituciones claves como municipios y gobernaciones para que la Fiscalía del medioambiente pueda caer más eficientemente sobre aquellos inadaptados que sigan sin com­prender el daño tremendo que generan con las llamas.

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