Grupos de ciudadanos cubanos salieron recientemente a las calles de ciudades de Cuba a manifestarse contra la situa­ción de pobreza, reclamando mejores condiciones de vida y pidiendo la solución a los problemas que los aquejan, entre los que se encuentra la falta de libertad. La protesta tuvo como respuesta la repre­sión que no se dejó esperar. El gobierno sancionó duramente a muchos manifes­tantes con la prisión. El hecho, muy pocas veces visto en un país dominado por la dictadura del Partido Comunista por 6 décadas, conmovió la sensibilidad de los ciudadanos libres del mundo, quienes rei­vindicaron los derechos de los cubanos a levantar la voz y expresarse libremente contra el régimen.

El ex presidente de la República Horacio Cartes pidió al gobierno de Cuba que res­pete la libertad de expresión de los cuba­nos y no deje de escuchar sus demandas y reclamos en un marco pacífico y de con­vivencia civilizada. El llamamiento del ex mandatario paraguayo se suma a los de otros exponentes políticos de países democráticos que ponen el acento en res­petar las libertades reconocidas por los países del mundo y en las disposiciones de la Declaración Universal de los Dere­chos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Justamente, la declaración del orga­nismo internacional se había procla­mado para que haya un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias. Esto sobre todo porque “el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajan­tes para la conciencia de la humanidad”.

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En su artículo 19 refiere que todo indivi­duo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión. Y agrega que “ese derecho incluye el no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir infor­maciones y opiniones y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.

El problema de Cuba no es nuevo, pues su difícil situación económica y social pro­viene del fracaso del régimen comunista, como ha ocurrido en su momento en la Unión Soviética, en la China de Mao y en otros países. La falta de libertad política, de organización y el no respeto a la propie­dad privada y de las empresas han demos­trado ser inservibles para solucionar los graves problemas económicos, que a la larga tienen serias consecuencias sociales y políticas. La doctrina marxista puede llegar a ser atractiva a la hora del pensa­miento libre para enfrentar las situacio­nes de injusticia social y económica, pero en la práctica ha demostrado ser inservi­ble porque sus resultados son desastrosos para los pueblos sometidos a su régimen. Porque va contra un principio fundamen­tal, la libertad, que implica la autonomía de pensar, de hablar y de actuar sin limi­taciones para trabajar, producir y recoger el resultado económico del esfuerzo. Nin­guna persona quiere ser oprimida perso­nal, económica ni políticamente, y aun­que pueda aceptar las limitaciones por un tiempo, a la larga necesita soltar las ama­rras para ser libre. La historia de la huma­nidad demuestra con numerosos ejem­plos que cualquier tipo de opresión, con el nombre y la ideología que tuviere, más tarde o más temprano se rompe por las ansias de liberación de las personas.

El gobierno de Cuba debe dar pasos deci­sivos hacia el progreso político, econó­mico y social. La experiencia de 62 años de comunismo debe servirle para apren­der de sus errores y encaminar al país hacia el desarrollo y el bienestar de sus ciudadanos, que serán imposibles sin romper sus ataduras ideológicas. Debe negociar con los Estados Unidos el levan­tamiento del bloqueo que empezó a insi­nuarse en la administración del ex presi­dente Barack Obama. La apertura mental y política del presidente Joe Biden puede ser una ayuda fundamental en este tema.

Las autoridades cubanas deben tener en cuenta el pedido del señor Cartes de escu­char a su pueblo, no como una intromi­sión en los asuntos de Cuba, sino como una opinión amistosa. Tienen que com­prender que el que un ex presidente para­guayo se preocupe por la patria de José Martí no es extraño porque, después de todo, el gran prócer cubano es parte de nuestro patrimonio afectivo, ya que fue alguna vez cónsul honorario del Paraguay en Nueva York.

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