El lunes se llegó a dos nuevas mar­cas lamentables para el Para­guay, por el número de muertos y de internados por el coronavi­rus en esta marcha imparable de la pande­mia. Son tan elevadas las cifras de nuevos casos de fallecidos y contagiados, que no es fácil entender por qué mucha gente sigue indiferente y se niega a tomar los cuida­dos necesarios. Solo cuando el daño le toca de cerca reacciona y siente la realidad que azota a gran parte del país con el dolor de perder seres queridos y la impotencia de ver enfermos sin suficiente equipamiento ni medicinas que están a la espera de un milagro que no siempre llega.

El 7 de junio, con los 131 muertos apunta­dos ese día, la cantidad de fallecidos regis­trados a causa del covid-19 llegó a 10.005, un récord en el caudal de decesos que llegó más rápido de lo que se esperaba. Y vino más pronto, porque en las últi­mas semanas los fallecimientos fueron aumentando drásticamente, a tal punto que en los primeros siete días de junio en una sola jornada murieron más de cien personas.

El avance de la cantidad y gravedad de los casos ha hecho que el lunes último se llegara también a un nuevo récord en el número de internados, que superó la barrera de los cuatro millares ascen­diendo a las 4.049 personas, 587 en terapia intensiva, en centros asisten­ciales que ya declararon estar sobrepa­sados. La primera semana de junio, del lunes 1 al domingo 7, fue el lapso sema­nal con mayor cantidad de fallecimien­tos de todos estos 15 meses de pandemia. Y constituye el toque de alarma para lo que puede seguir aconteciendo si no se encuentra alguna manera de detener la marcha de esta angustiosa carrera hacia la muerte.

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Las cifras de los siete primeros días de junio son patéticas, pues del 1 al 7 del mes fallecieron 819 enfermos, lo que hace un promedio de 117 decesos por jornada. Una cifra hasta ahora no alcanzada en lo que va del tiempo pandémico. Es el septenario con más fallecidos en la historia de la pan­demia en el Paraguay.

En esos primeros siete días de este mes murieron la misma cantidad de indivi­duos que todos los que perecieron desde marzo del 2020, cuando se registró el primer deceso, hasta el 28 de setiembre de ese año. En esos primeros seis meses de pandemia habían fallecido 818 perso­nas, en tanto que en la primera semana de junio perecieron 819.

Como la cantidad de fallecidos guarda relación con la de los contagiados no puede pasar desapercibido el aluvión de nuevos casos diarios. Uno de los directi­vos de la región sanitaria con más habi­tantes, la de Central, destacó que por la gran cantidad de infectados los hospita­les están en situación crítica. Y que la rea­lidad que se vive es preocupante, pues a pesar de los muchos contagiados, hospita­lizados y fallecidos, se observa un fuerte relajo en la ciudadanía, por lo que la ten­dencia es que los números se mantengan altos o se incrementen en las próximas semanas. Dijo que la única forma en que la inmunización tenga un buen impacto epidemiológico es mediante una vacuna­ción masiva. Cosa que en estos momentos es muy difícil concretar, debido a la escasa cantidad de inmunizantes disponibles y a las falencias de los equipos y la campaña de vacunación.

La vacunación como principal tabla de salvación en este momento es fundamen­tal, pues si la población no tiene suficiente protección, el número de fallecidos con­tinuará hasta límites escandalosos. Ante la gravedad de la situación, no se admi­ten los pretextos del porqué no llegan las vacunas o por qué la gente no se inmuniza con mayor rapidez si pudiera hacerlo.

En los momentos de apremio hay que dejar de lado las evasivas, porque los problemas no se pueden solucionar con justificaciones. Cuando hay un enfermo que necesita medicina y atención, no se le puede curar con pretextos ni lindas palabras.

Actualmente, gran parte del país está bajo una grave amenaza de salud y requiere con urgencia los medios para preser­varla. Por eso el Gobierno debe respon­der rápido con acciones efectivas, no con excusas, que garanticen la seguridad y la vida de la gente.

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