La situación sanitaria actual del país está alcanzando uno de sus puntos más delicados, ya que la progresión del número de contagiados y la cantidad de nuevos fallecidos han llegado a cifras históricas. La cuantía de enfermos internados en los hospitales ha trepado a cifras nunca antes registradas y los que están en los servicios de terapia intensiva sobrepasan los récords anteriores. Aunque tímidamente se ha comenzado la vacunación a las personas alojadas en los hogares de ancianos, estamos aún lejos del comienzo de una verdadera campaña de inmunización general como debiera hacerse. Una de las razones es la escasa cantidad de dosis disponibles comparado con los requerimientos totales del país y, también, porque se ha visto que el Ministerio de Salud no ha preparado correctamente un sistema operativo adecuado.
Estamos en la segunda semana del cuarto mes del año y, sea porque los proveedores no han cumplido los plazos o porque no se han recibido suficientes donaciones, el Paraguay es el país de esta parte del mundo que menos gente ha inmunizado hasta ahora en proporción a su población. No tenemos las armas con qué defendernos contra la pandemia porque los responsables de la salud no pudieron conseguir en la cantidad necesaria los elementos para inmunizar. Los países chicos de la zona, como Bolivia y Uruguay, no ya los grandes como Brasil y Argentina, están vacunando casi normalmente a su población, lo que da la pauta de que en el Paraguay muchas cosas no se hicieron como corresponde. Aunque no es momento de echar la culpa a nadie, es evidente que en nuestro país la organización estatal y las personas encargadas de la salud no cumplieron debidamente su tarea.
Desde el lunes 5 al domingo 11 de abril el covid-19 mató a 428 personas, el número más alto en siete días de que se tenga registro en el país. Con esa cifra, el promedio de decesos es de 61 (61,14) por día, es decir, 5 muertos cada dos horas. Para tener una idea de los elevados guarismos, hay que señalar que esas 428 muertes en siete días están cerca de las 456 defunciones que se produjeron en todo el mes de enero, y representan un 21,5% más que todos los fallecimientos anotados en noviembre último.
La cifra es muy elevada y a primera vista parece un cálculo exagerado, un número sobredimensionado. Pero lo cierto es que actualmente las cantidades sobrepasan los límites habituales. La realidad de cada día ha salido de sus cauces normales y también está sobredimensionada. Sino no se explica por qué en un solo día, como el domingo 11 de abril, se contabilizaron 78 decesos, lo que significa que en esa jornada fallecieron 13 enfermos cada 4 horas en los más diversos puntos del país.
Así como se han multiplicado los números de fallecidos de manera muy elevada, también sigue creciendo la cantidad de contagiados, aunque no de manera tan alta. Del 4 al 11 de abril el promedio de contagios ha alcanzado a 2.012 casos por día, más alto que la media registrada desde el primer día de abril, que es de 1.875 por jornada y más elevado que el promedio de casos de marzo, que fue de 1.780 enfermos cada 24 horas. Aunque hay jornadas con cifras más moderadas, también las hubo con números muy altos, como ocurrió el viernes 9 de marzo cuando se produjeron 2.547 contagios, exactamente un millar más que los contabilizados el domingo 11 de abril, con 1.547 nuevos enfermos.
De acuerdo con algunas previsiones, si los contagios y decesos continúan al ritmo mencionado, es probable que en poco tiempo se tengan que lamentar hasta 100 muertes por día. Para lo cual tiene que seguir aumentando fuertemente el número de casos por jornada.
A fin de no llegar a esos niveles, la única solución es hacer una rápida vacunación masiva e intensificar el control de las aglomeraciones y el cuidado sanitario estricto. Este desafío compromete seriamente a las autoridades nacionales, que tienen que articular una fuerte ofensiva contra la enfermedad consiguiendo con rapidez las dosis para inmunizar a la gente. Además educando y ejerciendo la contención de las personas que son renuentes a los cuidados de salud.