La movilización de la gente en la calle, con reclamos legíti­mos y de beneficio colectivo, es la fuerza popular que está más allá de la agenda de los medios de comu­nicación y de sus titulares, de los cuader­nillos de los políticos y oportunistas en la política. Las manifestaciones a lo largo de la historia representan el estableci­miento del discurso de la gente y de su poder dominante. Si estas son auténti­cas –no como de esas de autoconvocados por delivery– evidentemente empoderan a la muchedumbre mostrándoles que hay miles de personas que piensan lo mismo, y en muchos de los casos con su debate desde las calles modifican la agenda de todo un gobierno y hasta de un país, por tanto, otorgan esperanza.

Las protestas ciudadanas fueron crucia­les para frenar en seco la serie de errores sucesivos que los articuladores del poder gubernamental vienen cometiendo desde el 2018, con mayor énfasis en el último año. El hartazgo ciudadano trasladado a las calles fue un nítido mensaje para los gobernantes de que la situación no va más, la gente logró que una parte de los averia­dos y reciclados hayan quedado en nocaut.

Queda aguardar ahora que el presidente Mario Abdo reciba el mensaje y genere acciones inmediatas tendientes a provo­car la satisfacción de los ciudadanos y de los actores políticos con los cambios que han anunciado, fundamentalmente en el Gabinete y en organismos vitales como el IPS que se encuentran contaminados por la mala política.

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El gesto de legaciones diplomáticas como el de la Embajada de los EEUU y las NNUU son muestras elocuentes de la preocu­pación internacional por lo que ocurre en Paraguay, pero se puede interpretar también que al tiempo en que sostienen su apoyo a las expresiones democráticas, existe el temor de una interrupción del proceso constitucional que siempre deja un remanente traumático, salvo que sea una situación insalvable.

Asimismo, es importante remarcar que la democracia es convivir con tolerancia y respeto en medio de la diversidad de pen­samiento. Que ciertos cambios solo pue­den hacerse mediante la activación de los resortes legales de todo Estado de dere­cho, que no debemos interrumpir proce­sos constitucionales, que las elecciones, son la mejor forma de transparentar la participación ciudadana. Siempre des­pués de haber agotado hasta más allá del cansancio todas las alternativas para que haya una mejora de gestión.

Por de pronto, estamos en manos de una madurez que siempre se reclama a la clase política, al respecto de encon­trar un camino de diálogo y concertación que saque a la República de este difícil momento. Asimismo, vale todo lo sucedido para la autocrítica del Gobierno al cual se ha advertido hasta el cansancio, incluso con escraches, sobre la impertinencia de tener un entorno tan viciado por prácti­cas oscuras en lo administrativo princi­palmente. Cuestionamientos por el mal manejo de asuntos internacionales, com­pras públicas y la mala elección de minis­tros más por amistad que por probidad, generaron la situación que hoy se vive.

Ante todo ello, es importante escuchar lo que el Gobierno tiene para anunciar en el curso de esta semana y sobre ello evaluar el futuro de la confianza ciudadana y polí­tica en su gestión.

El Gobierno tiene la excelente oportuni­dad de enmendar sus errores, hacer gestos fuertes de cambio en sus políticas, empa­tar con los intereses ciudadanos y elegir mejor a sus colaboradores, que no han sido sino el salvavidas de plomo que amenaza con llevar al fondo al Presidente.

Ojalá se recobre la calma, y se produzcan los cambios que la ciudadanía exige.

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