La ciudadanía hace rato espe­raba que el presidente de la República renovara su entorno y en una sola tarde movió a varias figuras del tablero de su gabinete. Sin embargo, los hombres escombro y remendados se mantienen firmes en sus cargos, ya que no tocó a ningunos de sus ministros más cues­tionados como Juan Ernesto Villa­mayor, Denis Lichi, Arnoldo Wiens, Eduardo Petta y Carla Bacigalupo. Es por eso que la percepción de la opinión pública es que se hicieron cambios, pero para que todo siga igual.

Asimismo, como mínimo se generan suspicacias con estas últimas movi­das realizadas por el Ejecutivo, espe­cíficamente en lo relacionado con las futuras negociaciones del Anexo C del Tratado de Itaipú. Esto debido a que si bien el nuevo director paraguayo de la Itaipú Binacional, Federico Gon­zález, no participó en las malhadadas negociaciones de la escandalosa acta bilateral en el 2019, sobre él recae el peso histórico de haber sido el mensa­jero que llevó el recado para intimar al ex titular de la Ande Pedro Ferreira para que firme dicha acta o renuncie si se negaba a hacerlo. Este último eligió renunciar, como se recordará, e inme­diatamente denunció públicamente lo que estaba ocurriendo. Ese escándalo llevó al presidente Abdo al filo del jui­cio político.

Preocupa que a pesar de las promesas del titular del Gobierno de luchar con­tra la corrupción y sanear las institu­ciones, mantenga a su lado a ministros cuestionados desde el primer día de su gestión. Después de dos años y medio de mandato, el jefe de Estado conti­núa cargando mochilas muy pesadas de funcionarios muy desacreditados y que en algunos casos incluso están bajo investigación. Se trata de colabo­radores que no se distinguen precisa­mente por su honestidad y eficiencia. ¿Cuándo les llega su hora a las autori­dades lastres?, se pregunta la ciuda­danía.

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A todo lo señalado se suma la acti­tud de las autoridades de los organis­mos de control del Gobierno, quienes resaltan por su silencio ante la serie de denuncias de supuestos hechos de corrupción en la Policía Nacional; en los ministerios de Obras Públicas, Educación, Tecnologías de la Infor­mación y Comunicación, Trabajo así como en Petropar. La ciudadanía está convencida de que el mutismo de las instituciones de control obedece a que están cocinando la vieja receta para la “operación blanqueo”.

Hablando de reciclados y remenda­dos, una vez más el Ejecutivo quedó en ridículo por culpa de Rodolfo Fried­mann, ex gobernador de Guairá, deve­nido a dedo como senador pese a haber perdido las elecciones, razón por la cual no fue electo ni proclamado, quien haciendo gala de su efímero poder se arrogó las atribuciones del presidente Abdo y media hora antes de que el mandatario lo anuncie salía por redes sociales a felicitar a los nuevos designados. Una vez más, el cuestio­nado Friedmann, un día después de ser sancionado con restricciones por un juez a consecuencia de la supuesta tragada del dinero de las meriendas escolares en el Guairá, se atribuyó el rol de líder del Poder Ejecutivo y colocó al presidente de la República en una posición desventajosa.

Como nunca se vuelven más actua­les las palabras del fallecido arzo­bispo de Asunción, monseñor Ismael Rolón, quien hace 31 años con el adve­nimiento de la democracia llamó a que la función pública se llene de los hom­bres nuevos que necesita el país: “No son santos, pero procuran ser hones­tos consigo mismos, con los demás y con Dios. Sus ideales, criterios y pala­bras se adecuan a la realidad y a la verdad. No recurren a la mentira o a la violencia para acumular riquezas, ni se hacen cómplices por ambición o cobardía en fraudes en perjuicio del pueblo”.

Por el bien del país, el Gobierno aún está a tiempo de soltarle la mano a sus colaboradores remendados, que son, como diría monseñor Rolón, los que se acomodan las circunstancias de tiempo, lugar y personas para salva­guardar sus intereses, así como de sus hombres escombro, que son “aquellos en quienes nada de decencia, de cre­dibilidad y de honor ha quedado en su haber de persona y ciudadano”.

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