Este 2021 plantea varios desa­fíos, ya no es solamente la salud, la educación o la economía, también es ir cerrando la cani­lla a los corruptos. Una de las frases que gustaron a la gente al inicio del presente Gobierno fue la de “caiga, quien caiga”, que a poco más de dos años de administración gubernamental solamente es un verso chamullero.

Desde los supuestos malos manejos en la petrolera estatal cuando lideraba Patricia Samudio, pasando por el acta secreta de Itaipú y las compras mal­habidas durante la pandemia, hasta este nuevo gran escándalo por negociaciones sobre la deuda de Petropar con Petróleos de Venezuela SA (PDVSA) están minando la confianza y credibilidad de la gente en la actual cabeza del Gobierno. Se impone la proactividad del presidente Abdo para impedir que cualquier lastre atente con­tra la estabilidad de su gobierno y desequi­libre el sistema democrático de nuestro país, caso contrario el propio mandatario corre el riego de que la gente piense que él mismo está involucrado en la jugada.

La estabilidad política para un gobierno es un elemento fundamental para la buena gobernabilidad democrática del Estado, esta debe ser de principal atención de un gobernante y de los restantes actores en la sociedad. De ella no solo depende la buena administración gubernamental, sino tam­bién pende la prosperidad económica y el desarrollo de esa nación. En ese sentido la estabilidad política de un gobierno debe ser mezquinada por todos, porque en la inestabilidad también terminamos per­diendo todos.

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Gobernabilidad significa estabilidad insti­tucional y política, y efectividad en la toma de decisiones y la administración. Se rela­ciona con la continuidad de las reglas y las instituciones, y en el paso, consistencia e intensidad de las decisiones. Es la línea más corta entre las demandas sociales y los resultados del gobierno. Esta goberna­bilidad a su vez depende de la gobernanza, que no es más que el nivel de madurez en una sociedad organizada y su capacidad para asumir responsabilidades comparti­das (sector público y sociedad civil) en la implementación de decisiones y en gober­nar correctamente.

En este momento Paraguay necesita de un presidente de la República fuerte para tomar las decisiones correctas. Al Gobierno aún le queda la mitad de su periodo y está bajo un escenario suma­mente delicado por los efectos colaterales de la pandemia en la economía, salud, edu­cación, etc. Hay muchas decisiones y accio­nes que como país aún tenemos por hacer. El país no puede continuar a la deriva y el mandatario actuar como un acorazado que recibe todos los golpes.

Si bien esta coyuntura no es el mejor momento para interrumpir el proceso democrático del Gobierno, tampoco implica dejar hacer y dejar pasar las prác­ticas equivocadas. Si los colaborado­res del Ejecutivo se convierten en anclas que impiden el avance de la gestión del Gobierno, el Ejecutivo debe elevar anclas para recuperar la calidad moral, la con­fianza y la credibilidad, que le permita continuar gobernando.

A la incertidumbre planteada por la pan­demia no se le puede agregar más inse­guridad. La transparencia debe conver­tirse en el eje de lo que resta el mandato al presiente de la República, que lo público sea público, como decía el ex presidente Horacio Cartes. El planteo del verso (pro­paganda de gobierno) como método de gobierno se agota cuando este no es cohe­rente con las acciones de ese gobierno y sus estribillos. Que el combate a la corrup­ción no se convierta en verso chamullero y tan desgastado que atente a la estabilidad democrática.

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