El año que terminó será inolvidable, los votos de mejores momentos para el 2021 se abren con la llegada de este nuevo período. El 2020 nos obligó a limitarnos en muchas de nues­tras rutinas; el encierro en nuestros hogares remplazó a los encuentros con familiares y amigos, cesaron los momentos para compar­tir un concierto de música, una película en el cine o una obra de teatro, así como los abra­zos y otros mimos fueron digitales.

Cientos de empresas y negocios cerraron sus puertas y cerca de 600 mil paraguayos del sector for­mal perdieron sus empleos; alumnos, maes­tros y padres de familia debieron subirse al movimiento de la educación digital para darle continuidad al año lectivo. Asistimos, a la ratificación, con dolor, que tenemos un pésimo servicio de salud pública, en donde todo está por hacerse, desde la necesidad de más profesionales hasta la infraestructura, equipos e insumos médicos.

La economía del país y el mundo se des­equilibró. En Paraguay cerramos el 2020 con un incremento de 3,3% en el déficit fiscal (el año cerró con un 6,2%) y con un crecimiento de la deuda pública en US$ 3.097 millones. Los precios subieron 2,2% al concluir este año; sin embargo, es la cifra más baja de inflación desde el 2009. La caída de la economía paraguaya fue de -1% del equivalente al producto interno bruto (PIB).

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Los votos o los compromisos que debe plantearse el Gobierno para este 2021, evidentemente, pasan por mejorar de verdad la calidad de vida de la gente. Para ello las prioridades en las cuales se debe trabajar con urgencia son ante todo la honestidad en los colaboradores del Ejecutivo y demás funcionarios públi­cos, que cesen los escandalosos actos de corrupción y que los responsables, sin importar el lugar que ocupen, paguen sus fechorías con las penas más altas que pueda administrar la Justicia.

La pandemia no termina con la vacuna­ción –que por cierto debería abarcar al 90% de la población según recomenda­ciones de expertos internacionales–, sus efectos van a continuar todavía por un período importante. Hemos comprobado cómo puede ser brutalmente apabullante la ausencia de un verdadero sistema de salud, en la economía, la educación, etc. Sin salud falta todo, el Ejecutivo debe tra­bajar con prisa y sin descanso para dar un salto cualitativo en el área de la salud.

La educación es otro componente vital para el desarrollo futuro y presente. En este sector, como en la salud, estamos a años luz de lo que deberíamos tener para ser un país que se enfila a posicio­narse en el mundo. Los planes de edu­cación deben ser revisados desde sus raíces, y deben adaptarse a los nuevos tiempos la pedagogía y la didáctica, la formación de los maestros, la infraes­tructura de escuelas y colegios, así como el servicio de internet debe alcanzar a todos los hogares y ciudadanos.

Un manejo sano de la economía es una base importante para lograr los votos anteriores. El Gobierno debe empezar a considerar con seriedad el eterno pedido de optimizar el gasto público. Se requiere volver con prontitud al 1,5% del déficit para equilibrar las finanzas del Estado, empezar un proceso de saneamiento de la deuda pública. Así como encontrar mecanismos –que vayan más allá de la actual coyuntura– que potencien a las empresas del país y se amplíen los pues­tos de trabajo, que pasemos de ser pro­ductores de materia prima a industriali­zarla y exportarla con valor agregado.

Hay mucho por hacer, en términos indi­viduales el año que se fue nos enfrentó con nuestros demonios, pero también nos abrió el pensamiento para encon­trar el camino que no solo nos redima de nuestras debilidades, sino que aprendi­mos nuevas formas para crecer en medio de las dificultades. En el Gobierno está la decisión de ser reconocido como el del período de la pandemia o como el que hizo el punto de inflexión, que pese a la crisis coyuntural fue el adelantado que sembró las bases del verdadero desarro­llo del Paraguay.

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