Hay una conocida canción popular que expresa “no culpes a la lluvia” y ella cabe muy oportuna para las autoridades municipales, que en décadas han sido inútiles para encon­trar una solución a la capital del Para­guay en los días lluviosos. Seguimos cargando sobre nuestros hombros a la ciudad de la Conquista, agrietada desde las colinas hasta el destino de las aguas en el río Paraguay.

Por lo tanto, no culpen a la lluvia, un fenómeno inevitable de la naturaleza, sino a la ausencia de talento en los ciudadanos que asumen funciones al frente de la comuna, siendo que evitar que corruptos e ineptos se conviertan en intendentes sí es un fenómeno evi­table.

La lluvia no es sino una bendición de la naturaleza que ayuda con diversos procesos, incluyendo el bienestar de las personas. Aquí llama la atención que en la propia plataforma electo­ral de los intendentables de Asunción nunca figure este tema. La razón es muy sencilla: no existen ideas y es un asunto que no saben por dónde empe­zar. Confluyen aquí también facto­res de alta bajeza política como, por ejemplo, el hecho de que existen otras obras que son más fáciles de hacer y tienen mejor efecto inmediato. Pero, en concreto, es así: en las campañas electorales nadie habla del problema de una ciudad estresada por la lluvia y –en verdad– debería incluirse en el debate, aunque más no sea para escu­char pretextos.

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En materia de culpabilidad viciada de falsedad no le va en zaga lo que ocu­rre en el Gobierno con la materia del covid-19.

Nuevamente, el pasado fin de semana se culpó a la comunicación de un dra­mático problema que existe en mate­ria de gestión. Más exactamente de un dramático problema que tiene el gobierno del Sr. Abdo Benítez en mate­ria de toma de decisiones. Y como tam­bién se cruza todo con una notable ausencia de liderazgo el resultado final termina describiendo un circuito así: se toman malas decisiones, se genera el mínimo rechazo a las malas decisio­nes y el Gobierno recula de inmediato (también por su ausencia de muscu­latura para sostener y argumentar la validez de sus opciones). Todo esto ter­mina con interminables idas y vueltas que –a su vez– resulta en la merienda para los memes más ingeniosos.

No se trata de falta de comunica­ción, en esencia, sino de una enorme falencia en la toma de decisiones y en el manejo de los procesos de toma de decisiones en el Gobierno. También se advierte una ausencia de empatía y mínimo sondeo a la opinión pública para asumir estas resoluciones. En rigor, da la impresión de que la torpeza llega a tanto que el sondeo se realiza con un decreto y no con una investiga­ción social.

En concreto, no se debe culpar a la comunicación de lo que se trata de una materia esencial en el manejo político de un gobierno: la buena toma de deci­siones. Por cierto, también tienen un grave problema de comunicación, pero –hay que decirlo– el no saber decidir es mucho más determinante que el no saber comunicar.

Por lo tanto, no culpen a la lluvia, un fenómeno inevitable de la naturaleza, sino a la ausencia de talento en los ciudadanos que asumen funciones al frente de la comuna, siendo que evitar que corruptos e ineptos se conviertan en intendentes sí es un fenómeno evitable.

No se trata de falta de comunicación, en esencia, sino de una enorme falencia en la toma de decisiones y en el manejo de los procesos de toma de decisiones en el Gobierno. También se advierte una ausencia de empatía y mínimo sondeo a la opinión pública para asumir estas resoluciones.

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