“Aunque la estrategia sea hermosa, ocasionalmente deberías ver los resultados”, decía el célebre y polémico primer ministro del Reino Unido, Winston Churchill. La cita reflexiona sobre el hecho de que una estrategia es positiva cuando nos aporta mejoras durante su aplicación, caso contrario hay que ajustar la misma. Estaba cantada por la obviedad que se venía un aumento de casos de contagio del covid-19, luego que se inició el proceso de flexibilización de las medidas restrictivas, y es que la estrategia se asentaba en la conciencia ciudadana, se esperaba que la gente actúe en consecuencia ante el riesgo que conlleva el coronavirus. Pero la conciencia se asume a través del conocimiento del hecho en cuestión, es decir, hay un cultivo previo de enseñanza, para lo cual la comunicación educativa y persuasiva es clave en la formación de esa conciencia.
Hasta el momento hay una comunicación a pulmón desde el Ministerio de Salud, con algunos destellos desde otros organismos del Estado. Desde el ente rector de la comunicación del Gobierno se continúa transmitiendo orfandad, luego de nueve meses de pandemia no hay al menos una campaña de comunicación criteriosa que haya sido lanzada por el Ministerio de Tecnologías de la Información y Comunicación (Mitic) o algo que constituya una línea que guie y apoye la estrategia del Gobierno, que forme la conciencia ciudadana ante el patógeno.
Es fácil responsabilizar a la ciudadanía inconsciente, así como a la ineficiente e ineficaz actuación de los organismos del Estado. Hay una culpa compartida y sobre esa visión se deben aplicar los ajustes necesarios. El anuncio de aplicar el freno de mano ante el aumento de los casos de contagio es por demás inteligente, en el nuevo modo de vivir, lo lamentable es que llega después de una prueba-error que deja como saldo más de 1.700 fallecidos por covid-19 y casi 80 mil casos confirmados.
Los hechos en el comportamiento ciudadano no están arrojando los resultados esperados, por lo que se impone repensar la estrategia, en lo que tiene que ver con el ámbito de la comunicación de gobierno. Por decreto no se cambia la conducta, pero sí mediante una educación y comunicación adecuada que forme conciencia en la ciudadanía, para salvar vidas, puestos de trabajo, en definitiva, que ayude a mantener el equilibrio social en la medida que nos permita la incertidumbre del coronavirus.
El freno de mano por ahora consiste en que hasta fin de año no habrá modificaciones en los protocolos habilitados hasta el momento para las diversas actividades. Entonces, el espacio ganado al virus hay que mantenerlo y se requiere la coherencia tanto en los mensajes de las autoridades del Ministerio de Salud, así como de sus actuaciones. Además, se debe establecer una campaña persuasiva de comunicación que logre el cambio de actuación en la ciudadanía, especialmente en estas temporadas de fiestas familiares de fin de año y las vacacionales, que convocan a juntarnos y hasta a aglomerarnos, hay que apelar a lo sensitivo.
Los hospitales públicos están rebasados y la situación puede empeorar si durante el periodo de fiestas de fin de año se genera un descontrol. Es momento de dejar de demandar conciencia ciudadana y empezar a formar esa conciencia, porque la situación no es para el corto plazo y hay que sostener en el tiempo la acción ciudadana. En este punto resulta más conveniente un frenazo momentáneo antes que un retroceso en lo logrado, eso siempre será menos dañino en lo psicológico y económico para la población. Desde los organismos responsables de la comunicación del Gobierno debe aflorar la creatividad para trasmitir la importancia del cumplimiento de las medidas sanitarias de protección. Continuar en modo avión, desactivados y desconectados de la realidad comunicacional para educar en pandemia, nos pone a todos en rumbo de colisión.