El lunes último se cumplieron dos meses del secuestro del ex vicepresidente Óscar Denis y de su peón indígena Adelio Men­doza, ocurrido el 9 de setiembre pasado cerca de la estancia Tranquerita, en Yby Yaú, Concepción. Mendoza, quien fue liberado seis días después, había dicho el 14 de setiembre que Denis estaba en cauti­verio y que se encontraba bien.

Desde entonces nada cierto se sabe de él, para desesperación de sus familiares y pre­ocupación de la ciudadanía que no olvida que hay otros dos hombres más en cauti­vidad. Hasta los últimos días las autorida­des pertinentes nada han señalado sobre la posible liberación de los mismos y en qué condiciones de vida se encuentran.

La situación de frustración de los fami­liares la resumió días pasados una de las hijas de Óscar Denis, cuando lamentó que al cumplirse 60 días del plagio el resultado de la búsqueda por parte de las autorida­des nacionales era cero. En la ocasión pidió al Gobierno renovar su esfuerzo y compro­miso para que su padre recuperara su liber­tad. Dijo que la situación debe cambiar, que no debe continuar así. Pidió la solidari­dad de la ciudadanía: “Necesitamos que los paraguayos sigan sumándose todos los días pidiendo que vuelvan los tres. Necesita­mos que las autoridades renueven su com­promiso con la libertad en el Paraguay”. Insistió en que seguirán golpeando por la libertad de los tres secuestrados, “pero necesitamos el clamor de todos, y con el clamor de los paraguayos será posible que vuelvan los tres”, resaltó.

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La queja de la familia Denis porque no hay resultado alguno en la acción de las auto­ridades es similar al lamento de los padres de Edelio Morínigo, el suboficial de Policía que fue secuestrado en julio del 2014, y al desencanto de los parientes del ganadero Félix Urbieta, que fue capturado en octubre del 2016. El silencio de la desilusión y la des­esperación de no contar con noticia alguna de los cautivos de los criminales del Norte agobian el ánimo de sus familiares.

La decidida movilización de las hijas del ex vicepresidente para pedir la libertad de su padre hizo despertar de nuevo el sentimiento dormido de muchos sobre la suerte de Morínigo y Urbieta sobre quie­nes casi nadie ya hablaba. Es que muchos, por efectos del tiempo que pasó, casi se olvidan de los secuestros más prolongados de la historia de nuestro país. Felizmente, la acción de las Denis reaviva su recuerdo para señalarnos como sociedad que no podemos estar ajenos a esa tragedia que golpea a estas familias. Y que tenemos que actuar para repudiar el delito, presionar para que actúen eficazmente las fuerzas del Gobierno y lograr que sean liberados.

El secuestro de personas no se puede admi­tir bajo ningún pretexto ideológico, político ni de ninguna laya. Es una acción crimi­nal que toda sociedad civilizada repudia y condena por ser ajena a uno de los derechos más importantes, que es la libertad de cada individuo.

Por eso, los tres secuestrados, y cualquier otra persona privada de su libertad en forma ilegal, tienen que ser liberados para que vuelvan junto a sus familias. Las auto­ridades competentes deben realizar todos los esfuerzos posibles para que se los suelte y para que se enjuicie y castigue a los crimi­nales que secuestrando personas pisotean la libertad consagrada por nuestras leyes.

La Fuerza de Tarea Conjunta (FTC), que fue creada por ley para combatir a los cri­minales del Norte, ha conseguido algunos logros en sus siete años de existencia. A pesar de sus errores, gracias a su presencia la banda armada no ha crecido más y no ha hecho más atropellos, como hubiera ocu­rrido si se le hubiera dejado el campo libre.

Pero, decididamente, la sociedad para­guaya necesita más y mejores resultados porque no puede seguir soportando estoi­camente que a pesar del gran esfuerzo pre­supuestario realizado no se haya termi­nado con los secuestros y la violencia. Las fuerzas especiales deben aprovechar la tecnología existente y la especialización de los organismos antiterroristas en países más avanzados para el combate a este tipo de crimen, que es una herida dolorosa en nuestra sociedad. Denis, Urbieta y Morí­nigo deben gozar de su libertad. Y para ello el Estado paraguayo no debe omitir ningún esfuerzo.

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