El fútbol paraguayo está conmo­vido por las denuncias de arre­glo de partidos de fútbol que se atribuyen nada menos que al presidente del club Olimpia, Marco Tro­vato. La veracidad de la denuncia es una cuestión que la entidad matriz del fútbol mundial, la FIFA (Fédération Interna­tionale de Football Association), deberá dirimir en el marco de las resoluciones que tome y al respecto de las investiga­ciones que estuvo desarrollando desde que la Asociación Paraguaya de Fútbol derivó a tal instancia la atención de tan delicado tema.

Todo este clima se desata el pasado jueves cuando el grupo de medios de Abc Color divulga el contenido de los chats que se encuentran en la carpeta de la investiga­ción mencionada, lo cual minutos des­pués se hizo eco en las redes sociales con copias, inclusive de cheques, que certi­ficarían las operaciones de pago por los amaños. Más tarde, los demás medios, entre ellos los nuestros, también se hicie­ron eco de tal información.

Aún en el marco del estado nervioso que ello puede desencadenar en la dirigencia y personas que están siendo investigadas, ello no debería generar en Paraguay una guerra mediática ni de barras deportivas porque toda la estridencia que pudiera desarrollar en este país no tendrá mayor relevancia a la hora en que un tribunal de la FIFA decida lo que fuera a decidir.

Lo importante en este momento es que la FIFA estudie los antecedentes reali­zados y con los propios peritos de la enti­dad mundial (ya que en este contexto cualquier peritaje por solicitud de par­tes puede generar desconfianza), aten­diendo que cuentan con suficientes evi­dencias para determinar con distancia y serenidad si es real o no la versión sur­gida al respecto del arreglo de partidos de fútbol.

A la hora en que se defina lo que sucedió se podrá superar todo el microclima local de tensiones sectoriales deportivas y los viejos y remanidos argumentos de per­secución detrás de los cuales –con fre­cuencia en la política y ojalá que no en el fútbol– se acostumbra esconder ilícitos y actos torcidos.

La afición deportiva que paga sus entra­das quiere saber si puede seguir con­fiando en la dirigencia deportiva. Si en verdad ella aloja a personajes que ponen dinero para cambiar el destino de una jugada o inventar un penal o generar una condición que favorezca a un club en per­juicio de otro, estaremos asistiendo al fraude más grande en la historia del fút­bol y miles de aficionados, centenares de jugadores y decenas de clubes de fútbol podrán decir con propiedad: fuimos vil­mente estafados.

Si la investigación demuestra que tales pruebas son ilegítimas, ya la persona y el club aludido tendrán todo el derecho del mundo de obrar en consecuencia. Por de pronto, lo sucedido ha sido una filtración de un proceso en curso, lo cual es propio de los tiempos que se viven.

Habría que agregar que acusar a Abc Color por haber filtrado los chats y los otros medios por haber replicado más tarde será un error grosero, porque los medios de comunicación tienen el impe­rativo de transmitir los hechos, que­dando la responsabilidad de la veracidad a cargo del denunciante. Con el criterio de los que cuestionan a los medios por publicar la filtración nunca se hubiera enterado la ciudadanía del mundo del fenómeno del Wikileaks, por citar uno de los múltiples casos parecidos.

Dejar que la FIFA cumpla su cometido y esperar sin nervios innecesarios el final de este proceso es lo mejor que se puede generar en el ambiente local.

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