Las catastróficas cifras a las que apuntan las previsiones de un instituto de mediciones sanita­rias de Estados Unidos sobre los efectos del coronavirus en Paraguay son para asustarse. Parecen muy altas, hasta exageradas y, por ello, poco creíbles. Pero son las proyecciones de unas cifras que ya tenemos hoy y a las que no estamos dando mayor importancia. Y que requieren una guerra total con todas las armas disponi­bles contra la pandemia.

El Institute for Health Metrics and Eva­luation (IHME) de Estados Unidos prevé que el número de muertos en nuestro país llegaría el 1 de diciembre venidero a 3.975, con un promedio de 50 fallecidos por día. Esto, si no se llega a detener el cre­cimiento explosivo que está teniendo en estos momentos.

La estimación habla de que para dentro de pocos días, el 30 de agosto, los hospita­les públicos quedarían sin camas dispo­nibles de terapia intensiva. Y de aquí en dos semanas, el 11 de setiembre, el país llegaría al pico de infección diaria con 13.500 enfermos activos, más del doble de los 6.345 registrados al 25 de agosto. Señala que la fecha pico sería dentro de un mes, el 27 de setiembre, en que las muer­tes diarias ascenderían a 53 individuos por jornada. Sostiene que a mediados de setiembre, el número de casos comenza­ría a bajar lentamente hasta situarse en 100.000 enfermos en diciembre próximo.

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Las apocalípticas predicciones mere­cen que se les preste atención porque los números que se tienen actualmente en nuestra realidad las harían posibles. Datos oficiales de Salud Pública reve­lan que en agosto las cifras de contagia­dos y fallecidos se han incrementado de manera fulminante y que el ritmo que están adquiriendo es muy rápido.

Al 31 de julio último, el número de con­tagiados era de 5.338 y en 25 días llegó a 14.228, un aumento de 8.890 casos, lo que representa un promedio de 355 contagios por día en lo que va de agosto. En este mes, hasta el 25, murieron 231 enfermos, lo que significa 7 fallecidos por día.

Si se observa el aumento de la cantidad de contagiados y fallecidos en las dos últimas semanas, se aprecia que el ritmo de incre­mento es más alto. Pues desde el 10 de agosto hasta el 25 se produjeron en pro­medio 10 muertos por día, así como una media de 466 contagios diarios. Teniendo en cuenta la rápida progresión de estas cifras es que los pronósticos del instituto norteamericano son dignos de fe.

A fines de julio, cuando el promedio de muertos por día no llegaba a 2, muy pocos imaginaban que 25 días después esta­rían falleciendo diariamente un número 5 veces más alto. Por eso, si alguien dice que en un mes, el 27 de setiembre, habrá 53 muertos por día, que es 5 veces más que el promedio de 10 fallecidos diarios que se registra en las últimas dos semanas, es perfectamente creíble. Siempre que no se detenga el ritmo de contagios y muertes.

Cuando las cifras son tan contundentes, no hay lugar para la discusión. La socie­dad paraguaya tiene que olvidar sus dife­rencias y asumir la realidad como lo que es, una emergencia total, que merece el esfuerzo de todos.

Cuando en el pasado estuvo en peligro la integridad del Paraguay, colorados, libera­les y de otras facciones políticas olvidaron sus rencillas y se agruparon bajo la ban­dera tricolor para defender juntos a nues­tra nación. Hoy tenemos la amenaza de un terrible enemigo común y debemos estar unidos para enfrentarlo y así defender al país y a su gente de esta nefasta enfermedad. Como responsable de la conducción nacio­nal, el Gobierno debe movilizar a todas las instituciones públicas y privadas, convocar a todos contra esta pandemia y declararle la guerra total. Si hasta ahora demostró inde­cisión, es el momento de tomar al toro por las astas y arremeter con todo.

Debe encarar una fuerte campaña educa­tiva que llegue a todos los estratos socia­les con las directrices sanitarias. Con las fuerzas públicas, debe ejercer un severo control de su cumplimiento y obligar, de manera coercitiva si hace falta, a actuar correctamente. No es tiempo de proceder con medias tintas y todos los ciudadanos debemos sumar nuestro compromiso a esta empresa común de la que depende la vida de miles de compatriotas.

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