Los pronósticos de la economía para este año en los países del mundo son cada vez más som­bríos por los efectos negativos de la pandemia que van en crecimiento. Con caídas superiores al 9% en la región en que vivimos, América Latina, para el 2020, el año entrante se vislumbra con muchas incógnitas, pues hay una gran incertidumbre sobre la posible recupera­ción económica que se pueda construir.

En medio de este mar incierto navega nuestro país que se está debatiendo con algunos aciertos en su conducción sani­taria y con falencias en su gestión econó­mica, que no son para ponerle optimista a mucha gente. Por eso urge un cambio de rumbo económico para hacer frente a las crecientes necesidades y poder sor­tear los problemas más acuciantes. Hay que actuar con decisión y rapidez para crear confianza y reactivar el aparato productivo.

Las proyecciones económicas del Fondo Monetario Internacional (FMI) ajusta­das en junio revelan que la economía de América Latina tendrá una caída del 9,4% este año, superior a su cálculo de abril que hablaba de un -5,2%. El horóscopo de nues­tros dos grandes vecinos, Argentina y Bra­sil, habla de un malísimo escenario debido al creciente aumento del covid-19 en su población y sus consecuencias.

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Las previ­siones hechas en junio señalan una dismi­nución de la economía brasileña del 9,1% (del -5,3% previsto en abril), mientras que para la Argentina se prevé una declinación del 9,9%, del -5,7% que se había hablado en abril.

Brasil, con 1.200.000 infectados y 54.000 fallecidos, es el segundo país con más casos de covid-19 en el mundo, cuya economía será una de las más castigadas. Por su lado, en la Argentina el número de contagiados subió estrepitosamente en los últimos días (50.000 casos y 1.200 muer­tos), lo que ha obligado al gobierno a volver al encierro total de la capital federal y un gran sector de la provincia más poblada, Buenos Aires, medidas que tendrán un efecto ruinoso en su alicaída economía.

Si bien las previsiones hechas por el Banco Central del Paraguay (BCP) en marzo indi­can que el bajón del producto interno bruto (PIB) de nuestro país sería de 2,5% este año, estudios privados hablan de que la caída sería mayor, sobre todo por lo que se vivió en abril y parte de mayo. Organismos internacionales han señalado que los efec­tos nocivos de la pandemia serían en Para­guay menores que en otras naciones y que se podría remontarlos con mayor rapidez. Pero todo eso está por verse, pues recién ahora con la distensión de la cuarentena se están divisando algunas aristas de lo que nos espera en el futuro cercano.

La reapertura de los negocios y nume­rosas empresas que estaban cerradas ha traído consigo un sabor agridulce al sec­tor afectado, pues debido a la depresión del consumo, las ventas no han mejorado en estas primeras semanas. A causa de la falta de liquidez no se vislumbra que puedan mejorar las compras, aunque la oferta ha crecido fuertemente, lo que ha creado una inocultable incertidumbre en los sectores afectados.

El caso de las micro, pequeñas y media­nas empresas (mipymes) es un indicador llamativo de la situación: una encuesta realizada reveló que el 20% de las mismas no podrá sobrevivir a la pandemia y ten­drá que cerrar porque no podrá conseguir créditos, pues están sobreendeudadas o porque están vetadas por no cumplir sus compromisos financieros. Ello hará que haya más cierres de unidades económicas a pesar de la reapertura, con el consiguiente despido de trabajadores y sus consecuen­cias sociales.

Teniendo en cuenta este diagnóstico de la realidad actual no se puede seguir dila­tando la tan esperada aplicación del plan de recuperación económica anunciado varias veces por el Gobierno. Porque solo con un proyecto que permita facilitar más créditos y en mejores condiciones para las empresas, acompañados de otras medi­das fiscales que alivianen los costos, las unidades productivas podrán subsistir. A estas habrá que añadir la creación de más puestos de trabajo con las inversiones que el Gobierno está programando para darle mayor liquidez al mercado con el consi­guiente aumento de la demanda.

La participación del Estado es en estos momentos vital para mejorar la gestión económica e impulsar la salida de esta coyuntura adversa.

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