La posibilidad de que se aumente del 20% al 40% la preferencia de las compras del Estado por los productos fabricados en el país ha suscitado una áspera discusión entre los sectores vinculados a la industria nacional y los que pertenecen al gremio de la importación. El enfrentamiento podría considerarse casi infantil porque tanto unos como otros tienen una parte importante de la verdad y tanto los industriales como los importadores contribuyen fuertemente a la vida económica del país.
Pero la mala experiencia con las compras recientes de Salud Pública de productos importados cuestionados y la posibilidad de que la industria paraguaya pueda proveer artículos de buena calidad para este sector a precios competitivos ayudan a encontrar una respuesta adecuada. ¿Qué país del mundo se pondría a comprar artículos provenientes de otras naciones si puede producirlos con calidad y buenos precios en su propio territorio?
El presidente de la República y varios ministros del Ejecutivo han visitado algunas industrias que fabrican artículos que se requieren para la atención médica y han dado un mensaje bastante claro. Dijeron que se pondrá en marcha un acuerdo para que las industrias de nuestro país puedan proveer artículos varios al Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social para hacer frente a sus necesidades ocasionadas por la pandemia. Se habló de que producirán tres millones de batas de protección para el personal de blanco, camas y otros equipamientos para hospitales, según los parámetros oficiales, además de barbijos que se destinarían al uso del ciudadano común.
La ministra de Industria y Comercio dijo en la ocasión que se pretende establecer un acuerdo nacional que permita que las industrias se pongan a tono con los requerimientos para proveer camas especiales para salud que cumplan con todas las especificaciones solicitadas por el ministerio del ramo. Se estima que actualmente se necesitan 400 camas para ir reponiendo las necesidades normales del sector y de otras 2.000 unidades para la reposición posterior. Son 80 las empresas de la industria de la confección que se anotaron en el convenio que harían el suministro de lo solicitado en tres meses.
El jefe de Estado señaló que la crisis actual permite esta gran oportunidad para el desarrollo de la industria nacional y que esta situación coyuntural permitirá la creación de nuevas fuentes de trabajo.
Aparte de la discusión de índole coyuntural, detrás del dilema hay una larga y fuerte tradición importadora en nuestro país que tiene un gran peso y una cuestión ideológica de fondo que no se pueden obviar. Al complejo de inferioridad de afirmar que todo lo importado es mejor hay que responderle diciendo que la producción nacional es competitiva en muchos ramos importantes y tiene que ser tenida en cuenta por razones lógicas y de conveniencia económica y social. Lo que está aconteciendo con las industrias que producen insumos para la salud es el mejor reflejo de ello.
El ejemplo de los países más importantes del mundo, por su significación económica y política, como los Estados Unidos y la Unión Europea, es sumamente elocuente en la materia. En todos ellos, con un desarrollo industrial significativo, se da preferencia a los productos elaborados dentro de su territorio y se los protege con barreras arancelarias y de otra índole para soportar los embates provenientes del exterior.
En nuestro país, con un sector fabril todavía incipiente, no se puede pretender un proteccionismo como el citado. Pero por una simple razón lógica, la industria local y sus productos deben tener una consideración especial, lo que no implica que haya que castigar a las importaciones con aranceles elevados o medidas similares.
La pelea entre industriales e importadores tiene una explicación atendible. Pero hay que tener en cuenta que todos los extremismos son despreciables porque al final de cualquier guerra hay que sepultar a los muertos, restañar las heridas y acordar la paz. Lo que quiere decir que se puede proteger adecuadamente a la industria nacional sin rechazar los productos importados que también son necesarios para las necesidades del país. Todo dentro de una convivencia razonable y de un espíritu de tolerancia y colaboración civilizado. A fin de cuentas, estamos luchando ahora contra la misma pandemia.