El aumento continuado de casos positivos del coronavirus, muchos de ellos sin nexo y otros con alta carga viral, hace elevar la preocupación de que se pueda ir des­controlando la situación y de que estemos ya en una etapa de contagio masivo. Aun­que es todavía muy pronto para tener un diagnóstico de la situación, pues hay que esperar la evaluación oficial que se dará en el tiempo establecido por la autoridad competente.

Hay señales inequívocas de que puede ir desmejorando la situación por el incre­mento de la cantidad de los contagiados según el promedio de los números de la última semana.

Para algunos la alarma va en alza por las cifras. El último miércoles, de los 57 nue­vos casos detectados, 8 infectados eran sin nexo, la cifra más alta de este grupo cono­cida hasta entonces. El jueves fueron dos. Los afectados sin nexo son los que no fue­ron contagiados por alguien cuya enferme­dad ya se conocía, ni que vino del exterior, sino que recibieron el virus que ya estaría circulando en la comunidad.

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Otro elemento que causa intranquilidad es la alta carga viral que presentan algunos pacientes, especialmente los que vienen del Brasil, por el peligro que representa. La alta carga viral en términos prácticos sig­nifica que la persona implicada tiene gran cantidad del virus, más que otras, lo que la hace más peligrosa para los contagios. Este hecho genera inquietud en los círcu­los médicos, porque representa un mayor riesgo para la población.

Si bien la gran cantidad de virus de muchos infectados es un asunto alarmante, algu­nos expertos explicaron que más que esto lo que debe llamar la atención es la apari­ción de cada vez más casos sin nexo, por su implicancia, pues significaría claramente que el virus estaría circulando entre las personas, en las familias y en la comuni­dad. Esto constituye un hecho muy pre­ocupante y novedoso, por todo lo que representa como amenaza de una fuerte expansión de la enfermedad.

Opinan algunos que el fuerte avance de la cifra de contagiados en diversos pun­tos del país constituye una señal de que el Gobierno tendría que endurecer las medi­das, aunque a todas luces volver atrás en las fases será una derrota.

Teniendo en cuenta estos elementos, es cada vez más necesario intensificar la información para la ciudadanía sobre los cuidados que debe tomar. Se tiene que ini­ciar cuanto antes una intensa campaña educativa para informar a las personas del daño de la enfermedad y enseñarles cómo deben actuar para cuidarse y cuidar a los otros. Esta tarea es fundamental, porque muchos todavía están en la ignorancia y la escasa información. Insistir en educar nunca está demás.

Hay que poner punto final al comporta­miento irresponsable de los que no obser­van las normas y aumentar el control de la gente, para que cumpla los protocolos establecidos por Salud Pública. Es hora de multiplicar el monitoreo de la observa­ción estricta de la obligación de guardar las distancias, usar tapabocas, no aglo­merarse y lavarse las manos con jabón. Si no hay vigilancia, mucha gente se relaja peligrosamente, como está ocurriendo ahora.

Los organismos competentes deben perse­guir y castigar las faltas al cumplimiento de las disposiciones. El castigo, por su fuerza disuasiva y coercitiva, tiene una función pedagógica que ayudará a mejorar la con­ducta de la gente.

Llegó el momento de la guerra total contra el coronavirus desde el puesto de lucha de cada individuo, en su casa, en su trabajo, en la calle, como miembro de una comunidad que tiene la obligación de cuidarse y de pro­teger a los más vulnerables.

Si bien la ciudadanía en general y cada indi­viduo en particular tienen una ineludible responsabilidad en esta tarea, el papel del Estado es el más decisivo y hasta funda­mental. Es el único que puede llegar a todos los ciudadanos con los medios que tiene y convencerlos, por las buenas o por las malas, del comportamiento que tienen que asumir con responsabilidad para enfrentar la situación.

La guerra contra la pandemia nos con­voca a todos. Estamos obligados a defender nuestra vida y la de nuestra gente.

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