Al comenzar otra nueva semana de la segunda fase de la cuaren­tena inteligente surge la alarma de que la relajación de la ciu­dadanía en el cuidado contra la pande­mia haga disparar el número de contagios y cause el peligro de colapsar el sistema sanitario del país. Algunos indicadores conocidos el lunes último hicieron decir a autoridades sanitarias que si las cosas no mejoran tendrá que recurrirse al encierro total o a establecer las medidas más rígi­das de cuidados por zonas donde se notan fuertes contagios del covid-19, como en Central y Alto Paraná. Pero, se olvidaron de decir que deben mejorar la educación de la gente para enfrentar el mal.

Se estima que por el ingreso clandestino al país de personas que vienen del Brasil que no guardan cuarentena y un cierto relaja­miento en las medidas de prevención se ha tenido el incremento de contagios en los últimos diez días. Se ha llegado al millar de casos, número que irá subiendo con el correr de los días, lo que no tiene que alarmar mucho, sino hacer que se refuerce el cuidado.

El temor principal es que está subiendo el número de contagiados sin nexo aparente, lo que hará que aumente la cantidad de internados y en algún momento sature los nosocomios. Esto podrá verse si se agolpan de pronto en los hospitales muchos pacien­tes de manera conjunta y hagan colapsar los servicios. Al crecer el número de enfer­mos, además de requerir lugares y equipos especiales para su atención, también se necesitará más personal de salud. Porque se requiere un mínimo de dos médicos por cada paciente de coronavirus.

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Los nuevos acontecimientos que se van conociendo eran esperables y en ese sen­tido no son totalmente sorprendentes. Sería ingenuo pensar que teniendo en cuenta la escasa campaña de educación masiva que se ha realizado a nivel país, sobre todo con la gente que por su menor formación más la necesita, no tuviéramos este tipo de hechos.

Es imposible pensar que personas que no miran los noticieros de televisión, no escu­chan las audiciones radiales adecuadas, no leen publicaciones impresas ni tienen acceso a medios digitales y audiovisua­les puedan estar bien informadas de cómo actuar. No se trata de justificar ninguna conducta inapropiada, sino de mirar la realidad tal como es para hacer un diag­nóstico adecuado.

Un gran porcentaje de la gente no tiene información suficiente, porque pertenece a estratos sociales especiales, no cuenta con una educación mínima que le pueda hacer ver los peligros y además no tiene acceso a la comunicación de lo que acon­tece. No es cuestión de distancia o posición geográfica: a pocas cuadras o kilómetros del centro de la capital, en la Chacarita o en los bañados del Área Metropolitana viven miles de personas que por sus condiciones sociales, culturales y económicas no acce­den a suficiente información.

No es momento de relajarse en materia de cuidados, sino de aumentar las medidas de atención personales y grupales, para ase­gurar lo que se ha conquistado durante el encierro e impedir que puedan crecer los casos del mal.

El Gobierno debe reconocer que una de sus falencias es no haber hecho suficiente campaña de educación para la ciudada­nía. Ha creído que con las conferencias de prensa, las presentaciones periódicas de funcionarios ante los medios para eva­cuar consultas es suficiente. Es un engaño del que tiene que salir y debe comenzar una fuerte campaña educativa, con todo lo que implica el término, en el sentido de llevar información y recomendaciones de manera sistemática por todos los medios a la población necesitada, a los habitantes del interior, a los sectores no habituados a recibir información de medios masivos.

Las autoridades no tendrían que extra­ñarse de ciertas conductas individuales y grupales inadecuadas, porque aparte de la indisciplina de cierta gente, no se ha llegado a todos los habitantes del país con suficiente comunicación y menos con la enseñanza sanitaria necesaria.

El Gobierno está a tiempo de corregir la situación y de realizar una enérgica acción educativa conjunta utilizando todos los medios públicos y privados para alec­cionar a la mayoría de la población sobre cómo cuidarse y cómo actuar ante la pan­demia. Si no lo hace, puede poner en riesgo los logros hasta ahora obtenidos.

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