“Hacer algo de pronto, sin estudio ni preparación” es la definición de improvisación que brinda la Real Academia Española. La opinión pública percibe fuertemente que esta enunciación describe en mucho la gestión de Eduardo Petta al frente del Ministerio de Educación, especialmente en estos últimos meses de faena en el marco de la pandemia. Había empezado, al inicio del actual gobierno, como un pálpito, pero pronto se convirtió en un hecho, él no era la persona adecuada para ese cargo.

Tras la maratónica interpelación de los parlamentarios al secretario de Estado, se ratificó que sus actuaciones en el ministerio eran errantes, sin rumbo cierto, intentando ser el mejor por la fuerza mediática y construyendo el desamor con casi todos los actores del proceso educativo, incluso casa adentro.Con 31 votos a favor, 11 en contra, dos abstenciones y una ausencia, los miembros de la Cámara de Senadores aprobaron el voto censura en contra del ministro de Educación. Se le cuestiona la incapacidad para dialogar y conciliar los intereses de los diversos estamentos de la educación, así como el desconocimiento de los derechos de niños y adolescentes, la toma de medidas insuficientes e improvisadas y la poca empatía para enfrentar desde su área la actual coyuntura de la pandemia. Lo que más choca con la gente, que también fue considerado por los legisladores, fue su soberbia y falta de autocrítica.

En este contexto, La Nación consultó a sus lectores sobre la decisión del Senado y la respuesta que podría dar el presidente de la República a esta sanción moral de la Cámara Alta. En nuestra plataforma en internet “Votá” se preguntó: ¿El ministro Eduardo Petta debe o no seguir al frente del Ministerio de Educación? El 58% de nuestros lectores encuestados cree que “el cargo siempre fue demasiado para él”, el 14% considera que Eduardo Petta “ha demostrado su incapacidad” en el cargo y solo el 28% respondió que “hay que darle una oportunidad”. El resultado hizo recordar una frase del ex ministro de Industria y Comercio, Gustavo Leite: “El resultado de la gestión de Petta es que no hay nadie quien lo aplauda”.

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Uno de los primeros descalabros públicos en la cartera de Educación saltó en noviembre del 2018, cuatro meses después de que el nuevo gobierno asumió el poder, la entonces viceministra de Educación, Nancy Ovelar, –una técnica en el área de la educación que en un principio estaba fuertemente nominada a asumir la titularidad de ese ministerio por su trayectoria y conocimiento del área– venía cuestionando internamente el completo desconocimiento de Eduardo Petta sobre las acciones que se deben tomar para el sector educativo. Pero, serían los cuestionamientos a los procedimientos anticorrupción de Eduardo Petta y José Casañas Levi, director de Anticorrupción del ministerio, quienes en busca de un golpe de efecto mediático habían iniciado con una lógica policiaca la búsqueda de docentes planilleros para echarlos de la institución, esto marco la crítica hoja de ruta de esa institución, puesto que el duro impase entre la ex funcionaria y el actual ministro terminó con la destitución de Ovelar.

La destitución de la viceministra era un cheque en blanco para todas las acciones del cuestionado ministro, quien inflando por el apoyo presidencial avanzó en su gestión a tambor batiente, pero sin dirección fue dando tumbos y creando una atmósfera de permanente belicosidad con docentes, estudiantes, padres de familia, políticos y cuanta persona osará cuestionar sus decisiones. Luego de dos años de gestión, la evaluación que hacen los expertos en educación es que el país bajó varios escalones en la calidad educativa, porque no hay un liderazgo positivo al frente del Ministerio de Educación.

Días atrás señalábamos la posibilidad de que aun con el voto censura, Eduardo Petta seguiría al frente de esa cartera de Estado y con ello el Gobierno podría cometer uno de sus mayores errores políticos. Hoy agregamos la importancia de las lecciones que debería aprender el ministro Petta ante un generalizado rechazo a su figura y gestión. El reconocimiento y rectificación de los errores vuelve mejores a los seres humanos, pero algo más, de nada sirve ser el mejor si además no se es querido.

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