Cómo salir de la emergencia eco­nómica y sanitaria en que nos ha metido la pandemia en el más breve plazo y sin tener que lamentar muchas bajas ni perjuicios gra­ves es la preocupación del momento. Con la situación sanitaria relativamente con­trolada, ahora comienza el gran desafío de encarar la reactivación poniendo en marcha el aparato productivo, el comer­cio, los servicios en su máxima potencia posible.

Esta es la enorme tarea que se tiene por delante. En ella el Estado deberá asumir un papel protagónico relevante, poniendo en marcha una política adecuada en la administración del país. Y deberá tener una participación financiera imprescin­dible para aceitar los mecanismos de la maquinaria económica. Lo que no debe­ría hacer es perder el tiempo y olvidarse de que tiene que contar con la participa­ción del sector privado.

Las opiniones de diferentes especialis­tas han dibujado un diagnóstico claro, con diferentes tonalidades. Lo cierto es que la economía del país tendrá una caída de al menos 2,5 %, según el Banco Central del Paraguay, y acaso no llegue a tanto, según las previsiones de otros sec­tores. Aunque puedan variar los núme­ros del descenso según los estudios, lo que no se discute es que ya estamos en plena recesión, con todo lo que ello implica en materia económica y social, cosa que puede ir empeorando a medida que pase el tiempo si no se reacciona con prontitud.

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De acuerdo con algunos pronósticos, a pesar del duro golpe que recibirá, el Para­guay saldrá finalmente bien parado, pero muy débil, con una fuerte caída del pro­ducto interno bruto (PIB), un déficit fis­cal muy alto y con un endeudamiento que estará al tope de lo recomendado.

El ministro de Hacienda ha señalado que tal es la magnitud del contratiempo, que el costo de la pandemia en la eco­nomía paraguaya formal estaría entre 2.800 millones y 3.000 millones de dólares, en un año, lo que significa unos 250 millones de dólares por mes. Cal­cula que el impacto de esta emergen­cia sería del 6% del PIB, aunque no se animó a señalar cuánto sería el golpe que recibiría el sector del trabajo en materia de desempleo.

Es por eso que el Gobierno pone todas sus esperanzas en el plan de reactivación, cuyo estudio aún no ha incluido y que por lo tanto está tardando en ponerse en eje­cución, con todo el perjuicio que significa la tardanza.

Analistas del sector privado han seña­lado que para salir de la situación el Paraguay tiene algunas ventajas que debe aprovecharlas. Una de ellas es la estabilidad y solidez macrofiscal que se ha conseguido en los últimos quince años. Otra de las fortalezas es que el BCP tiene altas reservas monetarias internacionales y por su estabilidad tiene gran capacidad para poder conse­guir más préstamos para financiar sus necesidades.

El responsable de la cartera fiscal insis­tió en que el plan del Gobierno para la reactivación contempla la formaliza­ción de la economía, que generará pro­cesos de creación de puestos de trabajo, y enfatizó que para ello se requerirá de un impulso fiscal vigoroso. Aunque negó la posibilidad de recurrir a nuevos prés­tamos para financiar el proyecto, tam­poco lo descartó, pues si el plan así lo requiere, se tendrá que volver a contra­tar más deuda.

Remarcó que no hay que tener miedo de emprender el proyecto porque es el camino para salir de la situación. “De la pandemia vamos a salir con un plan vigo­roso con el impulso fiscal necesario para cambiar las expectativas y darle fuer­zas al sector privado para que también invierta. Si el Estado tiene miedo para hacer inversiones, el sector privado va a tener más miedo”, comentó.

Aunque no dijo expresamente que hay que endeudarse para asumir el plan, indicó que el país tiene fortalezas sufi­cientes para poder salir a los mercados a conseguir fondos para hacer frente a la contingencia. Afirmó que el país no tiene ahorro y si necesita, tiene respaldo en su situación macrofiscal para poder recurrir a la financiación externa.

Las autoridades nacionales deben com­prender que cuanto antes el país salga de la situación apremiante con medi­das rápidas e inteligentes, habrá menos heridas y dramas que lamentar. Perder el tiempo es darle más manija a la pandemia y más tiempo a la desesperación.

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