Con la industria funcionando sobre la línea de lo mínimo, un movimiento comercial ínfimo por el freno del consumo, la ausencia del flujo de liquidez que obliga a muchas empresas a suspender o cerrar definitivamente sus puertas. En este escenario el mundo empieza a enfrentar una de las mayores recesiones econó­micas de su historia debido a la pande­mia del covid-19, solo comparable con la gran depresión mundial que se inició en octubre de 1929 y se extendió por 10 años, hasta 1939, fue el crack financiero más largo en el tiempo, el de mayor profundi­dad y afectó al mayor número de países del mundo en el siglo XX.

Tenemos claro que la reactivación eco­nómica es una prioridad y con ello el retorno de los trabajadores a sus activida­des laborales, pero esto no será suficiente para nuestro país, porque el retorno de los connacionales es una variable a la cual el Gobierno debe empezar a poner espe­cial atención, porque será necesario crear más fuentes de empleo para ellos.

Según cifras de la Organización Interna­cional del Trabajo, el covid-19 echó abajo el equivalente a 14 millones de empleos en América Latina y el Caribe. En Para­guay, según el Ministerio de Trabajo, la pandemia dejó en el mercado laboral más de 100.000 suspensiones temporales de empleo y unos 10.000 despidos entre marzo y abril de este año.

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Sin embargo, el director del Empleo de la ANR, Enrique López Arce, afirma que ahora mismo Paraguay tiene unos 300 mil nuevos desempleados. En diciembre del 2019 la cantidad de parados sobrepa­saba los 200 mil y sumando los 300 mil nuevos, son 500 mil las personas que no tienen actualmente trabajo.

A estas cifras debemos sumar a los com­patriotas que regresan al país porque per­dieron sus fuentes de ingreso en los paí­ses en que residían antes de la pandemia. Oficialmente, a la fecha llegaron aproxi­madamente unos 3.500 paraguayos, pero son más de 25.000 los connacionales ano­tados para volver al país.

Aunque se prevé que el sesenta por ciento de los paraguayos que volvieron al Para­guay al término de la pandemia volverán al país en donde estaban, hay un cua­renta por ciento que se quedará en terri­torio patrio. Entonces, si el panorama del desempleo era grave, ahora se multi­plica exponencialmente, por eso es que resultan chocantes las declaraciones de la ministra de Trabajo Carla Bacigalupo que, con frialdad y aire de resignación, por decir lo menos, afirma que desde el Gobierno no ven perspectivas de crear nuevos puestos laborales hasta comien­zos del 2021.

Sabemos bien que pasará un buen tiempo antes que los engranajes de la producción vuelvan a girar con el ritmo necesario, pero es imperativo que el Equipo Económico Nacional trabaje aceleradamente en encontrar los meca­nismos que acorten el tiempo de despe­gue de la producción nacional, a la par de diseñar una política de generación de empleo ambiciosa, no solo para minimi­zar eventuales problemas sociales fruto del aumento del desempleo y la pobreza, sino sobre todo para crear un nuevo modelo económico y productivo que vuelva esta debacle en una oportunidad para salir de la lista del top de los países emergentes. Es momento que como país nos reinventemos.

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