Como pocas veces suele suceder, él logró unir a tirios y troyanos en su contra. El pasado miércoles, a pocos minutos de que el ministro de Educación, Eduardo Petta, haya argumentado con evasivas durante unas doce horas sobre su gestión y, sobre todo, al referirse a sus acciones durante la actual situación de emergencia nacional por el covid-19, un nutrido grupo de senadores de la República –provenientes de distintas agrupaciones ideológicas– presentó ipso facto al titular del Congreso Nacional, Blas Llano, el proyecto para el voto de censura en su contra. Además, solicitaron una sesión extraordinaria para la semana venidera a fin de tratar una resolución en la que se sugiera al presidente Mario Abdo la remoción del ministro de Educación porque quedó en evidencia que nuestro sistema educativo está para terapia intensiva.

El MEC no solamente debe cumplir las tareas propias de la administración pública, sino que es la institución de referencia de la educación, es la emisora de señales, mensajes, valores de lo que como gobierno se pretende alcanzar en la formación del talento humano, el cual será a su vez la base del futuro desarrollo del país, en todos sus órdenes.

Después de doce horas de interpelación al ministro Petta por parte de los legisladores, lo que más preocupó a los parlamentarios y ciudadanos que miraron la transmisión online fue la falta de visión y liderazgo positivo de quien debe demostrar en público y privado los valores de un educador. Apertura de mente, tolerancia, escucha activa, cooperación, entre otras cualidades que distinguen a cualquier educador, mucho más a la cabeza del Ministerio de Educación.

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Quedó en claro que el ministro no tiene la más mínima intención de autocriticar su gestión, como fue repartir libros con garrafales errores de redacción e imprecisión académica, además de adolecer de empatía al condicionar la entrega del kit alimentario con las tareas escolares para los sectores más desprotegidos, que con las medidas asumidas para frenar la pandemia su vulnerabilidad aumentó. Mucho menos está dispuesto a crear una mesa de diálogo y trabajo con los diversos sectores de la educación para consensuar salidas válidas a los problemas de la educación propiciados por esta coyuntura sanitaria.

Pero lo más grave es que se evidenció la poca ejecución presupuestaria ejecutada por Eduardo Petta. Así, por ejemplo, la cartera educativa cuenta con un programa de jornada escolar extendida con 20 millones de dólares y al mirar los documentos se constata que solo tiene cuatro por ciento de ejecución en dos años. Ese dinero es parte de un préstamo que, aunque no haya sido utilizado, igual debemos pagarlo todos.

Si luego de esta interpelación no cambia en nada el estilo de gestión en el MEC, si no hay suficientes votos de censura y Eduardo Petta continúa al frente de la cartera de Educación, el Gobierno podría estar incurriendo en uno de sus mayores errores, no solo político, sino que se habrá perdido la oportunidad de poner de pie a un sistema educativo que tenía falencias, pero que ahora mismo ya está para terapia intensiva.

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