A esta altura de los aconteci­mientos, luego de dos meses del inicio de la cuarentena, una semana después de aflojar el encierro total, el desafío principal es detener la caída de la economía y buscar la reactivación en el plazo más breve posi­ble. Todos los pronósticos son muy pru­dentes. Entre el optimismo de algunos que afirman que la recuperación se dará en el segundo semestre del año y la posi­bilidad de que sea más lenta y solo pueda observarse una mejoría el año venidero, el principal reto es volver a crecer.

Por de pronto, lo que prevén los principales analistas es que el desarrollo de la actividad económica no es para alegrarse. El Banco Central del Paraguay (BCP) habla de que este año la caída será del 2,5%, aunque los organismos internacionales como el Banco Mundial, el BID y la Cepal dicen que será menor (-1,5 %), igual que el Fondo Moneta­rio Internacional (FMI) (-1,0 %). Aunque algunos observadores, como Basanomics, creen que el desplome será mayor (-3,5%), en tanto que ciertos agentes económicos hablan de que habrá un leve crecimiento.

En cualquiera de los escenarios, el reto es que el Gobierno debe tomar medidas acer­tadas en el más breve plazo para que vuelva el movimiento económico que se contrajo por la restricción de la cuarentena total. Que el sector privado se sienta incentivado por disposiciones oportunas que impul­sen la actividad productiva y comercial con gran dinamismo. Y que las autoridades adelanten la apertura del enclaustramiento total luego de la “cuarentena inteligente” y aceleren el impulso de varias actividades que están todavía sin movimientos, como el sector relacionado a las grandes tiendas y centros comerciales.

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Algunos ven muy difícil la recuperación porque sostienen que la demanda de pro­ductos y servicios continuará siendo débil, sobre todo por la lentitud de la gradualidad de la vuelta a la economía. Ya que el que las personas no dispongan suficientes medios económicos hará que el consumo no se eleve con fuerza.

Por esta razón la propuesta se centra prin­cipalmente en buscar la recuperación más rápida de los servicios, el comercio y la industria, que se han visto golpeados por las medidas restrictivas. Lo que obvia­mente no podrá darse con la rapidez que se requiere si no se libera con mayor pronti­tud la cuarentena.

Los propios voceros del Estado son muy cautelosos a la hora de pronosticar la reac­tivación total. El ministro de Hacienda ha dicho la semana pasada que la recupera­ción del país solo podrá lograrse en tres años, si se considera las deudas que se han contraído últimamente para hacer frente a la emergencia suscitada por la pande­mia. Aunque el sector agropecuario no ha tenido mayormente cortes en su cadena de pagos y es la principal esperanza para la reactivación, también está sufriendo el impacto negativo de la caída del comercio internacional, incluso la paralización de los envíos de soja por la bajante del río Paraná.

El prestigioso analista internacional Roberto Izurieta ha señalado que el princi­pal reto político que tiene el país, más allá del problema de la salud instalado por la pande­mia, es ahora encontrar las soluciones eco­nómicas que demanda la actual situación. Y que hay que recurrir a la acción, porque a la enfermedad y sus consecuencias no se las puede enfrentar con discursos que ocultan la verdad ni con mentiras de ocasión.

Enfatizó en que las medidas que adopte el Gobierno deben hacerse en forma equili­brada, pues no se puede apostar a la aper­tura total que traiga beneficios económicos al precio de aumentar la ola de contagios, con su trágica carga de miles de hospitali­zados y numerosos muertos. Aunque si no hay apertura habrá menos muertos pero más desempleados, pobreza y hambre.

Está claro que la prudente y equilibrada decisión del Gobierno será decisiva, por­que los desbordes, en cualquiera de los sen­tidos, tendrán consecuencias muy duras para la ciudadanía. En materia de salud, ha adoptado decisiones acertadas, por lo que los contagios son todavía escasos.

Si se ha podido contener hasta ahora la velocidad del crecimiento de la pandemia, está llegando el momento de abordar con prudencia la apertura de la economía para que se pueda evitar un mayor deterioro y encarar el crecimiento.

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