La expansión mundial del COVID-19 obliga a los gobiernos del mundo a recalcular su ges­tión. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) instó en las últimas horas a los países a avanzar con prontitud hacia un nuevo modelo de desarrollo para enfrentar los efectos de la enfermedad.

La reforma del Estado paraguayo forma parte de los temas urgentes que las auto­ridades del país y los políticos deben recalcular y no deben posponer. El cam­bio de modelo en la administración de la cosa pública, en este momento, es la única certeza para todos los sectores del país que están pendientes y ansiosos de las acciones gubernamentales, que brinden previsibilidad a futuro y que nos marquen a todos la ruta para salir de esta tormenta.

América Latina está al filo “de una pro­funda recesión” económica por la expan­sión mundial del COVID-19, señaló días atrás Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) de las Naciones Unidas. Las proyecciones preliminares de este organismo calculan que el impacto de la pandemia en China y Europa, dos de los principales socios comerciales de la región, empujarán al PIB latinoameri­cano a un crecimiento negativo de -1,8% fruto del menor comercio entre naciones, entre otras variables.

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Ese abrupto golpe al comercio mundial viene desgastando desde fines del año pasado a los sectores de la producción, la industria y los servicios en nuestro país. En las últimas semanas el sacudón es mayor por las medidas restrictivas, pero necesarias asumidas para enfrentar la crisis sanitaria.

El sector público, empujado por los efec­tos del coronavirus, aumenta de manera significativa el gasto y el endeudamiento para atender el sistema sanitario, expan­dir y fortalecer el sistema de asistencia social para quienes están incapacita­dos de continuar obteniendo ingresos, para apuntalar a las empresas grandes y pequeñas que son el motor de la econo­mía y fuentes de empleo. Los compromi­sos asumidos hasta el momento por el Gobierno, si bien son significativos, aún son insuficientes y deberá volver a lanzar una segunda bocanada de oxígeno porque estamos recién en el inicio de la pandemia y los efectos de la misma son para el largo plazo.

En este escenario, el saldo de los compro­misos tomados y los que vendrán para subsistir al COVID-19 también serán cumplidos en el largo plazo; cuán largo sea ese plazo dependerá de las decisiones que hoy asuman las autoridades. Man­tener los privilegios y el gasto insensato en el sector público significará asfixia y agonía del país, nos mantendrá postrados ante el desarrollo por décadas y décadas, quizás para siempre.

Sin embargo, asumir hoy la reforma del Estado, terminar con las dispensas en el sector público, modificar la dinámica de las instituciones públicas, privilegiar el gasto para inversión y desarrollo, entre otras acciones del nuevo modelo que amputen lo podrido, será una convale­cencia rápida que nos permitirá volver a correr en un plazo de tiempo menor.

Este no es el momento de la cobardía ni de los intereses personales de quienes ostentan un cargo en el Estado ni de los sectores políticos, porque la subsistencia del Paraguay está en sus manos y la única certeza para mirar con optimismo el futuro es iniciar ya la reforma del Estado. La historia los juzgará.

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