Los cuerpos de personas fallecidas por el COVID-19 tirados en los basureros o incinerados en las calles fueron algunas de las imágenes apocalípticas que nos conmovieron en esta semana que termina.

El sistema de salud de la ciudad ecuatoriana de Guayaquil colapsó, por lo cual se vieron obligados a rechazar pacientes. A estos, sin otra alternativa, solamente les quedaba retornar a sus casas a morir. El sistema de salud de Paraguay tampoco está en condiciones de soportar una explosión de casos, fruto de la irresponsabilidad de no haber sido disciplinados con el aislamiento social y permanecer en nuestras casas. Hasta el momento, Paraguay cuenta solamente con 20 camas de terapia intensiva, con su respectivo respirador, para atender los casos graves del coronavirus, que están por venir.

Es altamente reprochable la violación masiva de la cuarentena en la que incurrieron varios habitantes del país, quienes, con la mayor inconciencia, pretendieron retomar sus actividades laborales y otros cumplir con el rito anual de viajar al interior durante la Semana Santa.

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Esta nueva enfermedad obliga al mundo a modificar sus conductas, sus tradiciones, en definitiva, nos cambió la forma de gestionar la vida. Muchos de estos cambios quizás sean permanentes, pero ahora mismo la situación demanda de cada uno de los habitantes del país que afrontemos la emergencia sanitaria con rigidez y madurez. Dijimos que esta situación sacará lo mejor y peor de cada uno de nosotros. Entonces, que la garra guaraní surja en cada uno para vencer a este desolador virus manteniendo el aislamiento social.

Varios infectólogos en nuestro país señalan que la gran mayoría de la población paraguaya tendrá COVID-19. Por ello, al permanecer en nuestras casas, ayudamos a desacelerar la propagación inminente para que el Ministerio de Salud Pública se prepare con la infraestructura necesaria, hospitales de campaña e insumos correspondientes para enfrentar la peor parte de esta pandemia, que está por venir.

A esta altura de la emergencia sanitaria no sabemos quién tiene el virus y, por tanto, cada uno de nosotros debe actuar como si estuviera contaminado, tomando las precauciones necesarias para no contaminar a nuestros familiares y, por ende, al resto de las personas con las que nos relacionemos en las actividades estrictamente necesarias que realicemos. La cuarentena, hasta el momento, es el mejor método para ralentizar el proceso del contagio.

En el mundo, el COVID-19 ya se cobró casi 60 mil vidas y tiene contaminadas a más de un millón de personas. Estamos a un plazo mínimo de un año para poder quizás obtener la vacuna que nos proteja de este virus.

Infectólogos paraguayos advirtieron horas atrás que en las próximas semanas habrá más casos de personas infectadas. Algunos hablaron de una verdadera “explosión de casos”, el contagio es inminente y el daño sería irreversible. La crítica advertencia puede ser aún peor si la ciudadanía no se maneja de manera responsable y acata las medidas preventivas y de aislamiento impuestas por el Gobierno Nacional y los organismos de salud.

Que en Paraguay no lleguemos a las dantescas imágenes que vimos en Guayaquil, que no sea el cadáver de nuestros seres queridos o de nuestros conocidos los que deban ser abandonados en las calles porque nuestro sistema de salud colapsó y rechaza pacientes. Lo peor todavía no llegó, por lo que debemos quedarnos en casa.

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