Situaciones extremas ponen de relieve lo que define al ser humano, estas sacan a flote lo mejor y lo peor de cada uno de nosotros. Las medidas restrictivas de convivencia social asumidas por el Gobierno están dirigidas a limitar cuanto más posible el contagio del COVID-19, aunque estas golpeen negativamente la economía del país y sobre todo la de los ciudadanos de a pie, pero estas disposiciones se pueden endurecer aún más si no somos lo suficientemente disciplinados en acatar todas las recomendaciones sanitarias. Hace horas se publicaba una afirmación de Sir Roy Andersson, profesor de epidemiología de enfermedades infecciosas del Imperial College de Londres: “La primera regla epidemiológica es que cuanto más pronta sea la intervención tanto mejor. Del otro lado de la balanza se halla el impacto económico, los gobiernos no pueden al mismo tiempo minimizar la tasa de mortalidad y el golpe a la economía, tienen que elegir”. Pero creemos que ese no debe ser nuestro dilema, creemos que sí es posible tomar medidas que sostengan a la economía en esta coyuntura sin descuidar la salud de nuestra gente.

Empresas y trabajadores están perdiendo sus ingresos, puesto que van al paro obligados por las medidas sanitarias implementadas por el Gobierno. Si bien se saluda la ejecución de las medidas económicas planteadas hasta ahora por el Equipo Económico Nacional, el Gobierno y el Congreso Nacional deben avanzar rápidamente hacia otro paquete de medidas, unas que ayuden a las empresas más vulnerables y sobre todo a aquellos trabajadores que desarrollan sus actividades en la informalidad de la economía.

Hasta ahora las medidas adoptadas están colaborando con las grandes y medianas empresas, que tienen la capacidad de resistir este embate, unas más que otras. Pero el goteo de las medidas de contingencia no permea hacia las pequeñas y microempresas, mucho menos hacia a aquellos trabajadores que viven del pequeño ingreso diario.

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El Dr. Jesús Candel, médico español de urgencias en uno de los hospitales más importantes de Andalucía, decía hace días en un video que “el COVID-19 está dando al ser humano una lección de individualismo y solidaridad. El individualismo es el alimento del virus y la solidaridad lo mata… triunfará donde haya políticos insensatos”.

La verdad de este médico, que todos los días le mira a la muerte en la sala de urgencias, debe ser considerada por las empresas y ser solidarias con sus trabajadores, que son los generadores de su riqueza y son los más vulnerables. Su solidaridad no solo salvará vidas de las garras del mal, sino que evitará que terminemos esta peste con más pobres antes que con enfermos o muertos.

El Gobierno tiene la gran oportunidad de “repensar todo, la economía completa. Necesitamos una nueva visión para enfocarnos en cómo sobrellevar este escenario tan difícil que tenemos por delante”, precisaba la secretaria ejecutiva de la Cepal, Alicia Bárcena. El Gobierno debe darle salidas reales a las pequeñas y medianas empresas, que ante esta coyuntura son las más propensas a eventuales quiebras o cesación de pagos.

Además, al Gobierno le corresponde ser solidario con decisiones sociales que salven los empleos y la vida de aquellos habitantes que están fuera del sistema: reducir el precio del pasaje (más aún con la baja del petróleo a nivel internacional), la tarifa de la Ande y la del escaso servicio que presta la Essap.

Que esta coyuntura saque de nosotros lo mejor, asumir con responsabilidad las medidas sanitarias, con lo cual nos estaremos cuidando entre todos. Que no lleguemos a poner en la balanza la disyuntiva de priorizar la economía o la vida, porque el capital más importante de una economía es la salud de las personas.

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