El coronavirus es en estos momentos la enfermedad más famosa del mundo, de la que se escribe la mayor cantidad de reportes médicos, la que está entre las principales noticias en los medios de comunicación, la que es causa de profundo temor y preocupación en los gobiernos y que a muchos hace temer por su vida.

Como toda realidad convertida en consumo noticioso, el tema es objeto de miles de mensajes por los medios informáticos existentes con gran cantidad de informaciones falsas, algunas certezas, pero mucha exageración. Parece que el asunto se ha desbocado y el COVID-19, su nuevo nombre, es ahora no solo una enfermedad de cuidado, sino una obsesión casi enfermiza.

Es tan obsesivo el tema que hasta en nuestro país, alejado de China y Europa, donde están la mayor parte de los casos, cunde el temor. Hasta el lunes último había aquí cuatro personas en observación que están en cuarentena por la sospecha de la dolencia y otras tres que habían sido aisladas anteriormente ya recuperaron su vida normal porque no tienen la enfermedad. Es decir, hasta el lunes 2 de marzo, en Paraguay no había oficialmente ni un solo caso de coronavirus reconocido. Y en este sentido no hay razones para que cunda el pánico. Claro, igual se deben tomar todo tipo de cuidados y precauciones como recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS).

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Un reporte de la agencia informativa EFE del lunes último señala que la epidemia sigue avanzando por numerosos países. Indica que los afectados en todo el globo superan los 90.000 casos, de los cuales han fallecido 3.079 personas en 73 países de diversos continentes. Su amenaza despierta el temor de que afecte seriamente a la economía del mundo.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), luego del estudio de la situación, ha señalado que si la epidemia fuera duradera y se extendiera a la región del Asia-Pacífico, Europa y América del Norte el crecimiento económico mundial podría caer al 1,4% del 2,9% previsto. En esta hipótesis, el comercio mundial se podría contraer un 3,75%, por influjo de una crisis sanitaria de gran nivel.

La epidemia se está debilitando en China, donde las medidas de cuarentena afectan a más de 50 millones de personas. Los nuevos casos de contagios encontrados en los últimos días están entre los más bajos, aunque en el resto del mundo se está acelerando, con un caso confirmado en Brasil y otro en Argentina.

Según la OMS, la mortalidad del mal es relativamente baja, pues solamente alrededor del 2% de los que contrajeron la enfermedad han fallecido, mismo porcentaje que la influenza. La dolencia afecta poco a las personas menores de 20 años (solo al 3%) y la mortalidad en los menores de 40 años es solo del 0,2%. Entre los pacientes enfermos de coronavirus hay 13 veces más curados que fallecidos, ya que el 80% de los casos confirmados de la enfermedad son leves.

El organismo sanitario indica que la enfermedad se contagia entre las personas por las partículas y emanaciones que se despiden de la nariz o de la boca cuando una persona infectada tose o exhala. Por eso hay que estar al menos a un metro de distancia del enfermo, con tapabocas, no tocarlo ni dejarse tocar por él. Una de las mejores maneras de protegerse es con el lavado de las manos con jabón y agua después de tocar cualquier objeto o superficie sospechosa.

De acuerdo con los reportes de las autoridades nacionales, el COVID-19 no ha llegado aún a Paraguay, pero el peligro de su aparición es una posibilidad cierta, por lo que se aconseja extremar los cuidados para que las personas contagiadas con la enfermedad que llegaren al país no la propaguen. Uno de los insumos fundamentales para ello es la información adecuada y saber cómo actuar en caso de necesidad.

Hasta ahora no hay una vacuna contra el mal, pero se la puede evitar tomando cuidados. No hay por qué sobredimensionar el peligro en nuestro país, sino actuar de la manera más adecuada en caso de necesidad. El Gobierno tiene un papel fundamental para informar y enseñar a la ciudadanía cómo hacer para prevenir el mal.

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