Luego de la vergonzosa fuga de los 76 reos del penal de Pedro Juan Caballero el domingo 19 de enero, algunos personeros de las instituciones involucradas en la investigación y el Ministerio Público están demostrando un pobre espectáculo. Como si se hubieran puesto de acuerdo para ello, están actuando sin ninguna coordinación, criticándose unos a otros, colaborando con su desprolijidad para hacer más complicado el trabajo. Y así como fue lamentable la masiva escapada de presos de la penitenciaría, la actuación de estas personas señaladas es muy cuestionable.
Como muestra de la inoperancia de los funcionarios penitenciarios que quedaron luego del apresamiento de guardias y otros, hasta mediados de la semana no habían provisto aún a las autoridades policiales de la lista completa de los reos fugados. Según la vocera de la Policía Nacional, oficialmente tenían los nombres, números de documentos y fotografías de tan solo 50 de los fugitivos. Dijo que el inconveniente no estaba en la base de datos de la Policía, sino en el Ministerio de Justicia que no remitió a tiempo la nómina oficial de los fugados. “¿Cómo vamos a cotejar los nombres si no tenemos la lista completa?”, se había quejado.
Lo relatado por algunos funcionarios, quienes advirtieron a tiempo que habría una fuga masiva en la cárcel pedrojuanina, indica la falta de rigor de las autoridades para evitar el hecho. ¿Tal desprolijidad fue parte de la corrupción que permitió la huida de los reos? Las investigaciones tal vez ayuden a responder la pregunta. Pero una cosa es cierta: si se hubieran tomado las medidas adecuadas en su momento, no se hubiera producido la fuga.
Un mes y dos días antes del escape, el 17 de diciembre, el director general interino de las penitenciarías informó a la agente fiscal de la Unidad Nº 9 Especializada contra el Crimen Organizado que podría producirse un rescate de presos recluidos en el pabellón A, de las plantas alta y baja de la cárcel pedrojuanina. “En la nota del director de la cárcel no se hablaba de ningún túnel, pero sí sobre un plan de rescate de internos considerados como pesos pesados”, dijo la fiscala. La agente añadió que alertó de ello al Ministerio de Justicia, del que depende la penitenciaría, lo que motivó la inspección del penal el 30 de diciembre. Veinte días después, el 19 de enero, se produjo la masiva fuga de ambas plantas del pabellón mencionado. Si había una sospecha de fuga, ¿por qué después del 30 de diciembre no se volvió a requisar ese pabellón?
Uno de los reos recapturados afirmó lo que al principio apenas era una conjetura del ministro del Interior, quien había dicho que la fuga se habría dado por el portón. Aseguró que los principales cabecillas del grupo criminal PCC se escaparon por la puerta de enfrente de la cárcel, en tanto que otros salieron por el túnel. El hombre afirmó que estaba preso en la planta alta del pabellón y que en cierto momento los jefes del PCC irrumpieron en el lugar con las celdas que estaban abiertas. Les dijeron en portugués que había que escaparse, lo que produjo la estampida de los reos. Aseguró que fuera del penal se esparcieron y que los líderes subieron en vehículos que les aguardaban para huir.
Si la escapada del domingo fue un hecho orquestado con la colaboración de los funcionarios de la penitenciaría, puede afirmarse que es una liberación con maquillaje de fuga.
Dado que lo acontecido ya no se puede revertir, lo que corresponde ahora es que los organismos públicos que intervienen en las investigaciones, los que buscan a los fugados y los responsables de la penitenciaría trabajen de manera conjunta colaborando unos con otros. La desprolijidad demostrada hasta ahora, la falta de coordinación y la ineficiencia en su actuación son inaceptables, como tampoco se pueden tolerar las peleas entre ellos.
Después del vergonzoso hecho, lo menos que puede hacer el Gobierno es poner mano dura y exigir que las personas que intervienen en la investigación actúen como corresponde para esclarecer lo acontecido, atribuir las responsabilidades y castigar las conductas delictivas. No se puede admitir que la gente se hostigue en lugar de cumplir la responsabilidad que le compete.