Cada año, en esta época de intensos festejos, son ya casi tradicionales, como la Navidad y el Año Nuevo, los accidentes producidos por la negligente manipulación de elementos explosivos o pirotécnicos. Los llamados fuegos artificiales se utilizan desde tiempos antiguos y para distintos usos, pero es desde la época moderna que están identificados con las celebraciones y los espectáculos de colores de la pirotecnia.
A raíz de los accidentes que se producen por esta manipulación (que en la última Navidad en nuestro país han dejado un puñado de niños y adultos con secuelas irreversibles a nivel físico y sicológico) se plantea el debate de si es o no conveniente que exista una legislación, como sí ocurre en otros países de la región.
Aunque son tradicionales y el espectáculo que brindan en las fiestas de fin de año pueden prendar a propios y extraños, no cabe duda de que representan paralelamente un peligro para el que manipula la pirotecnia.
El problema se plantea desde el mismo rol parental porque son los propios padres los que promueven la compra de los petardos que terminan, en algunos casos lamentablemente, mutilando o dejando severas consecuencias para los heridos. El debate se centra en si esta compra no constituye una exposición al peligro, en los términos que establece el Código Penal. Este debate resulta interesante, puesto que año a año los petardos son cada vez más potentes y variados, y, por tanto, representan un mayor peligro.
Al hacer un estudio de la situación legal a nivel regional, mediante la legislación comparada se puede observar que en Brasil y en Argentina, por citar experiencias cercanas, está tajantemente prohibida la venta de petardos a menores de edad, so pena de fuertes multas, además de prisión para los responsables.
Pese a que ha existido un proyecto de ley de “pirotecnia cero”, que establecía sanciones y multas de entre 23 a 300 jornales mínimos, lo cierto es que en nuestro país la misma no ha prosperado y ante la carencia de una legislación acorde, las autoridades del área de salud apelan a la conciencia ciudadana.
Los países que han eliminado el uso de la pirotecnia han sido férreos en la formulación de la ley, pero han sido draconianos a la hora de aplicar controles y sanciones.
Resulta harto difícil, por no decir imposible, que la utilización de petardos o fuegos artificiales como una forma tradicional de festejo pueda ser erradicado como en otros países, pero a lo que sí se puede aspirar es a una mayor conciencia.
Esta labor de concienciación no tiene efecto automático o por resultado de la indignación colectiva, es fruto –o debe ser al menos– de un proceso educativo largo, gradual, insistente e incansable de todos los estamentos para que cada año haya menos lesionados que trunquen sus vidas hasta lograr que los casos de quemaduras o amputaciones ya no se registren.
Concienciarse y concienciar a los demás a través de distintas campañas es una forma de proteger y cuidar al resto de las personas, además de asumir una mayor responsabilidad como ciudadanos.