Al cerrar las actividades de la última semana, que coinciden con los últimos días del 2019, una información en modo de alarma lanzada por el Ministerio de Salud Pública está causando muchísima preocupación.
Según la Dirección de Vigilancia de la Salud, la epidemia del dengue que ya se está registrando en nuestro país se encamina a ser una de las peores de los últimos años.
Para agravar aún más el panorama, la actual amenaza se yergue sobre las regiones más populosas del país, y que son el departamento Central y la ciudad de Asunción, que en su conjunto aglomeran casi el 40% de la población total del país.
Las previsiones no son para nada halagüeñas puesto que a la actual cifra de casos sospechosos notificados (que es de 641 por semana), cifras parecidas a las que se dieron durante las grandes epidemias del 2013 y del 2015. El mes crítico con esos casos anteriores será enero, donde las autoridades sanitarias aguardan que hayan unas 1.000 notificaciones a principio del primer mes del 2020 y que pudiera duplicarse al término del mismo; es decir, unas 2.000 notificaciones por semana.
Esta grave amenaza nos plantea de nuevo que las mingas ambientales y los llamados a la conciencia no podrán tener el efecto deseado mientras estos no perduren en el tiempo. Lamentablemente.
Ya a nivel gubernamental se están analizando acciones a gran escala como la declaración de emergencia nacional y jornadas de limpieza que incluyan a funcionarios públicos y efectivos militares.
También deben tener participación activa los estudiantes de todas las etapas del sistema educativo formal y por supuesto, quienes trabajan en zonas de riesgo como los mercados municipales, la gente que trabaja en las calles, como los vendedores ambulantes, también los choferes de transporte público y funcionarios de empresas privadas de todo tipo.
Pero atendiendo las características de la propagación del dengue, y lo que proyectan las autoridades sanitarias, no es suficiente solamente con las medidas que se tomen desde el Servicio Nacional de Erradicación del Paludismo (Senepa) y otras entidades.
Ningún Estado puede enfrentar por sí solo a una epidemia como esta y para atenuar los efectos o contrarrestar las notificaciones, es vital que la ciudadanía se involucre.
El papel de los ciudadanos, de cada una de las personas que componen la sociedad, es trascendental para el éxito de la lucha contra esta enfermedad, pues está demostrado que sin los criaderos del mosquito aedes aegypti no existe enfermedad y se corta la transmisión.
A las mingas oficiales, a la gente movilizada en masa, también se complementan otras acciones, más modestas, pero manifiestamente efectivas, que se producen con un acto individual diario de eliminación de los criaderos. Estos suelen estar en cada hogar, en la oficina o en un recinto donde vivan personas, que con sus descuidos o malos hábitos pueden colaborar en la propagación del mal. En todos estos lugares es posible una acción que puede significar no solo evitar la propagación del dengue, sino evitar, lo que es más importante, la pérdida de vidas humanas.
En definitiva, se trata de una actitud responsable y comprometida de cada persona como miembro de la comunidad; esta labor es imprescindible, por lo que hay que ponerse manos a la obra lo antes posible, todos los días limpiando un poquitito nuestro entorno.
El dengue es actualmente una epidemia durante todo el año, pero se lo ha mantenido controlado; pero que excedan los casos y aumenten las notificaciones, es una clara muestra de lo que no hicimos o hicimos mal ayer y seguimos haciendo mal hoy. Y, mientras no la asumamos con responsabilidad todos, esta enfermedad seguirá ganándonos cada año.