El Ministerio de Hacienda prepara sus armas para que no se dispare el déficit fiscal y espera un año nuevo con instrumentos para frenar más gastos, porque el Estado es una impa­rable máquina de dilapidar. Un sector del aparato estatal quiere riendas sueltas para seguir derrochando sin contención, mientras el recaudador de recursos habla de recortar todos los intentos de seguir gastando en ero­gaciones corrientes. Este panorama, con una fuerte lucha intestina, es el que enfrenta el Estado al concluir un mal año económico y al comenzar otro que le obligará a numerosas exigencias para salir del atolladero en que se encuentra.

Todo indica que el déficit fiscal no llegará al 3% del PIB autorizado por ley este año (US$ 1.200 millones), sino al 2,7%, lo que en cifras globales asciende a 1.080 millones de dólares. Pero no significa que por ello estén mejor las cosas en las finanzas públicas, pues si hasta el 2018 el descubierto fiscal autorizado podría llegar hasta US$ 600 millones (1,5% del PIB), este 2019 alcanzaríamos casi un 80% más. El déficit fiscal de los últimos doce meses, de noviembre del 2018 a noviembre de este año, alcanzó al 2,6% del PIB.

Ya se ha sancionado la ley del presupuesto estatal para el 2020, que tiene algunos aumentos en gastos corrientes muy cuestio­nables, como las alzas salariales para 2.123 personas, que ya habían sido rechazadas a principios del 2019, pero que el Senado logró imponer ahora.

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Para enfrentar la avalancha de pagos que querrán hacer los ministerios y organismos dependientes del Estado en el 2020, Hacienda se prepara con un decreto que frenará los gas­tos no fijos durante seis meses hasta tener un panorama claro de las recaudaciones tributa­rias. En la jerga del fisco, la podadora de gas­tos presupuestarios se denomina plan finan­ciero.

El plan financiero buscará cortar las eroga­ciones en alrededor de 120 millones de dóla­res. Con el tope anunciado se recortarán gastos destinados a contrataciones, subsidio familiar, compra de bocaditos y afines, pasa­jes y adquisiciones varias sin mayor tras­cendencia. Lo que implica que los distintos ministerios tendrán que enfrentar el descon­tento de sus funcionarios por esos recortes.

El instrumento en preparación tendrá que tener todos los elementos para que en el 2020 el déficit fiscal vuelva al 1,5% del Producto Interno Bruto (PIB). Se tiene el temor de que las recaudaciones venideras sean muy mode­radas, debido a que los impuestos a cobrar se aplicarán sobre los movimientos de una eco­nomía sin crecimiento, la del 2019. Si inicial­mente la merma de recaudaciones se calculó en 300 millones de dólares para este año, se estima que para el 2020 no se andará lejos de esa suma.

Otro elemento que considerar en el panorama del año entrante es que se comenzará a apli­car desde el 1 de enero la denominada ley de reforma tributaria, que contiene nuevos ele­mentos para el pago de algunos impuestos. En teoría, el nuevo instrumento legal ayudaría a mejorar las recaudaciones fiscales por las disposiciones que contiene. Pero el problema siempre es el mismo, la capacidad del aparato estatal de recaudar con eficiencia. Las leyes son buenas, pero en el momento de su aplica­ción siempre se encuentra el obstáculo de que los organismos recaudadores no tienen la agi­lidad, la rapidez, la efectividad para obtener más recursos cobrando impuestos a los eva­sores y contrabandistas. Y a eso se debe que la evasión impositiva y la economía en negro representan el 40% del PIB.

Esa es la dificultad más importante del Estado paraguayo, y no otra; su alta inefi­ciencia para hacer cumplir las leyes tributa­rias y recaudar más para hacer frente a las cada vez mayores necesidades del país, por lo que siempre anda con intentos de refor­mas impositivas. Un punto que ni los técnicos del Gobierno ni los políticos jamás abordan y cuya realidad pareciera querer ignorar.

Por eso hay que decir con toda honestidad: está bien el plan financiero para ahorrar gas­tos. Pero de nada valdrá si al final el Gobierno no mejora su aptitud para recaudar más y mejor atacando la informalidad, la evasión y la economía subterránea. Así como de nada vale cuidar a un enfermo si no se enfrenta su dolencia con las medicinas adecuadas.

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