La dramática bajante del río Paraguay –que ha descendido a niveles que no se veían en décadas– dejó al descubierto una asombrosa cantidad de basura y desperdicios que habían sido arrojados a su curso. Cubiertas, plásticos de toda clase, chatarras y hasta electrodomésticos se fueron depositando en el lecho del principal río de nuestro país. Se trata de una práctica sumamente perjudicial que, lamentablemente, está instalada en las pautas culturales y de conducta de nuestra sociedad.
Es la misma irresponsabilidad y falta total de sentido común que explica por qué una gran cantidad de personas tira su basura a los raudales en días de lluvia. Es tan absurdo como dispararse en el pie. Estos ciudadanos quizás se imaginan que se están librando de un problema, cuando en realidad lo están agravando y ampliando. Sucede igual con el río Paraguay.
Los paraguayos estamos orgullosos de las bendiciones que la naturaleza regaló a nuestro país. Libre de grandes catástrofes naturales como terremotos o huracanes, poseedor de un clima benigno y de una tierra fértil y, especialmente, dueño de enormes reservas de agua dulce, el Paraguay tiene todas las riquezas naturales que se pudiera desear. Sin embargo, la abundancia no justifica el derroche ni el descuido.
Es fundamental cambiar los paradigmas culturales en materia de medio ambiente y comprender de una vez que toda la sociedad sale perjudicada con la contaminación de las aguas. La ciudadanía debe denunciar a quienes contaminan y exigir la realización de las obras e infraestructuras necesarias para salvaguardar la calidad de las aguas y el medio ambiente.
Por su parte, las autoridades tienen la obligación de aplicar las leyes ambientales con el máximo rigor y sin contemplaciones.
Ahora bien, el problema con los ríos, lagos y arroyos del país no se limita a la basura que eventualmente arrojan los vecinos. La contaminación más grave se produce con los desechos cloacales. Se estima que más de 100.000 viviendas vierten sus aguas negras en el río Paraguay, directamente y sin ningún tipo de tratamiento previo.
Los desagües están ubicados, además, a orillas del río y en la superficie, circunstancia que dificulta la disolución de los compuestos poluyentes. Si bien la toma de agua de Essap utilizada para el consumo humano no se encuentra bajo peligro inmediato, lo cierto es que es impostergable elaborar y aplicar con urgencia un plan para disminuir drásticamente los niveles de contaminación. Y esto se aplica no solo al río Paraguay o al lago Ypacaraí, sino a todos los cursos o espejos de agua que existen en nuestro territorio. Porque también los arroyos de la Cordillera o el Lago de la República exhiben índices alarmantes de polución. A estos recursos hay que agregar también las napas subterráneas, de las cuales se aprovisiona una parte importante de la población.
Los sistemas acuíferos subterráneos son en la actualidad uno de los recursos naturales más apreciados y valiosos y el Estado debe extremar las medidas para ponerlos a resguardo y protegerlos de la acción de irresponsables.
La protección de nuestros recursos hídricos es una misión fundamental del Estado paraguayo. Para comprender su importancia a nivel planetario bastará decir que más de 2.000 millones de personas –es decir, un tercio de la población humana– vive en zonas privadas de la cantidad de agua suficiente.