El país está terminando el año con un muy pobre desempeño económico, con un primer semestre en recesión y un segundo con leve repunte que apenas servirá para recuperarse de la caída de la primera mitad del año. A esta altura ya se tiene claro lo que ha acontecido y se puede divisar con cierta claridad lo que nos puede esperar en el futuro inmediato.

De enero a junio se vivieron los peores momentos para la actividad económica con dos trimestres continuados de caída, que finalmente significaron un -2,5% de recesión, según el Banco Central del Paraguay (BCP). Los principales sectores de la economía, como la agricultura, la ganadería, la indus­tria y hasta el comercio tuvieron comporta­mientos negativos. Recién en mayo, después de varios meses de vacas flacas, el Gobierno se percató de la caída de la economía porque estaba distraído con la política, y solo a partir de junio comenzó a realizar las inversiones que desde el primer día en que asumió tendría que haber iniciado. Fue una grave falla en la percepción de la realidad y en la conducción económica.

Los números de julio fueron mejores que los de meses anteriores, igual que agosto y setiembre, por lo que el BCP sostiene que la economía crecerá en todo el año apenas 0,2%, con el consuelo de que no terminará con sig­nos negativos, como pronostican algunos análisis del sector privado.

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Dado que lo peor parece haber ya pasado, las esperanzas se cifran en que los próximos meses mejore el panorama y que sobre todo en el 2020 el país pueda repuntar definitiva­mente.

Todos los pronósticos que se conocen hasta ahora para el año venidero son positivos y en ese caso estamos a las puertas de un buen año. El Banco Mundial prevé un crecimiento del producto interno bruto (PIB) del 3,1%, el Fondo Monetario Internacional (FMI) habla de un alza del 4%, en tanto que previsiones privadas indican que la economía crecerá entre 3% y 4,5%. Pero eso está por verse, por­que el futuro es imprevisible en gran medida. El año pasado se estimaba que en el 2019 se crecería 4%, y no es así.

Pero no bastará solo con que mejore la pro­ducción de soja, carne y haya un repunte en la generación de energía eléctrica. Será de vital importancia que el Gobierno realice una acertada conducción económica priorizando las cosas más importantes y dejando de lado la politiquería a la que son tan afectos algunos sectores.

Los errores cometidos en el primer año de la administración del país son una lección que aprender. Debe enmendarlos y sobre todo emprender un camino más acertado, como necesita el país.

Aunque existen indicios de que la actividad económica volverá a un crecimiento acep­table, es fundamental que las autoridades nacionales hagan una gestión que ponga el acento en la recuperación económica, por encima de cualquier otra tarea.

El Gobierno debe coordinar mejor su polí­tica macroeconómica y no dejar que cada ministerio o institución actúe sin concierto alguno. El Ministerio de Obras Públicas no puede hablar de hacer un gran aumento en las inversiones si el Ministerio de Hacienda limitó el monto de la colocación de bonos y no sabe dónde puede conseguir más fondos. No se puede proponer el aumento del déficit fiscal como si esa fuera la panacea para resolver los problemas del país.

Es un disparate incrementar los gastos en el presupuesto público si no se aumentan los ingresos genuinos, que provienen de las recaudaciones impositivas. Así como es una locura hacer un presupuesto con más gastos rígidos sin que crezcan los fondos destinados a las inversiones públicas. Como es una insen­satez que algunos ministerios e institucio­nes públicas pidan aumentos para salarios sin importarles que el Estado no tiene de dónde sacar dinero y que tendrá que recortar las inversiones u otros gastos más productivos.

Todos estos hechos indican que el Gobierno carece de una adecuada administración de la política económica. Que no tiene una direc­ción única ni un propósito unificado para concertar medidas encaminadas a un mismo objetivo.

Por ello debe entender que, si no quiere fra­casar, debe encarar una acertada conducción económica.

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