En medio de las dificultades de la vida actual, con miles de problemas que azotan a la sociedad moderna, según el papa Francisco hay una muy peculiar que requiere toda la atención. Son los duros ataques que hoy día recibe la institución familiar. En numerosas ocasio­nes ha llamado la atención sobre esta nueva realidad, pues, según ha dicho, a la familia se la hiere constantemente, se la bastardea y se la ataca con la intención de destruirla. Fran­cisco ha dicho que esos son los motivos por los que hay que salir a enseñar sus valores, a defender su importancia e incentivar su papel en la gran familia humana.

Según el Papa, la significación de la familia es fundamental para el destino de la sociedad mundial. Por eso su preocupación por ella y los valores que supone que son parte princi­palísima de sus enseñanzas. Tanto es así que puede afirmarse sin exagerar que acaso no haya personaje público que aconseje tanto sobre la familia como lo hace el santo padre.

Por eso ha dado recomendaciones expresas a los sacerdotes y pastores de la Iglesia para que insistan en la pastoral familiar enca­rada con más fuerza desde la realidad de cada día. Ha manifestado que la pastoral de ayuda a la familia de parte de la Iglesia debe hacerse “cuerpo a cuerpo”, muy de cerca con los miembros del matrimonio y haciéndole entender a cada cónyuge que hay que hacer el camino juntos. Ha utilizado la expresión de “perder el tiempo” en el sentido de pasar más momentos junto con el otro, como en el caso de los pastores que deben ayudar a los matri­monios. Insistió en que el propio Cristo “per­dió el tiempo” con la gente, en el contacto con las personas, para predicarles sus enseñan­zas cara a cara.

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Francisco ha dicho que hay que hacer frente a la crisis familiar yendo al fondo de los proble­mas y a los elementos que son la causa de los mismos. Enfatizó que en cualquier dificultad o crisis entre los cónyuges las principales víc­timas son los niños, quienes quedan en medio del fuego cruzado de los padres peleados. Recordó que en muchos enfrentamientos se usa a los hijos como si fueran rehenes para defenderse del otro y atacarlo, lo que produce daños en el chico muchas veces irreparables.

Por eso propuso que una de las tareas para recomponer el grupo familiar es trabajar con el matrimonio, con la mujer y el varón, para cimentar en ellos los valores de la ver­dadera familia. Y que eso debe comenzar con la buena preparación de los novios antes del casamiento.

Reivindicó el papel del grupo familiar diciendo que la familia es la fábrica de la espe­ranza, de vida y resurrección, en un mundo que está en guerra con muchos valores. Reco­noció que no siempre la vida en familia es pura alegría porque muchas veces hay dolo­res, que siempre hay cruz. Pero resaltó que, como en la existencia de Cristo, después de la cruz, en la familia también existen la resu­rrección y la vida.

Al margen de las convicciones religiosas y de las posturas ideológicas que cada indivi­duo puede sustentar, el mensaje del Papa al fomentar los valores de la familia tiene tal relevancia humana, social y política que es una gran contribución para el mundo de hoy, tan convulsionado y tan falto de valores de calidad humana.

En el caso de Paraguay, el Estado, por man­dato de la Constitución Nacional, tiene la obligación institucional no solo de proteger a la familia, sino de proporcionarle a ella y a sus miembros todos los recursos para su estabili­dad y su desarrollo.

Una de las disposiciones que establece la Carta Magna para la protección del grupo familiar y hacerlo estable es la del artículo 60, que dice que el Estado promoverá políticas que tengan por objeto evitar la violencia en el ámbito familiar y otras causas que aten­ten contra la solidaridad. Ante la gravedad de este mandato, cabe preguntarse ¿qué y cuánto hacen las autoridades nacionales para la protección contra la violencia familiar? ¿Qué instituciones estatales se encargan realmente de proteger el núcleo familiar y se ocupan de defender la familia como manda la Constitución?

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