Un alto oficial retirado de la Policía denunció el lunes que por orden de las autoridades del Ministerio del Interior se había procedido a acortar el período de formación de los suboficiales de la Policía Nacional, en el plan de acelerar el proceso para “sacar más policías a la calle”.
La denuncia del comisario (SR) Prudencio Burgos no puede pasar desapercibida en medio de los graves problemas que adolece hoy el sistema de seguridad nacional en un escenario en el que no solo las graves bandas organizadas generan problemas (como el PCC), sino la propia acción de motochorros, cuya presencia ya había sido disminuida por el proceso anterior mediante la acción de los integrantes del Grupo Lince.
Aparte de que Juan Ernesto Villamayor tardó mucho tiempo en asumir que esta agrupación era una buena idea (sencillamente porque le costaba reconocer méritos a la administración anterior), ahora estamos ante la probable iniciativa de otro golpe duro para la institucionalidad de la Policía, si se confirma el plan de acortar los años de estudio de los suboficiales para contar con ellos anticipadamente en las calles.
Figúrense los lectores la torpeza de esta iniciativa analizándola desde un escenario muy simple: si con el actual programa de estudios los suboficiales son deficitarios en su lucha contra los delincuentes, ¿qué sería si su programa de estudios y formación se acorta por la mitad? ¿En qué cabeza cabe que esa puede ser una solución?
Si hoy tenemos un cuadro policial con problemas para combatir el repunte de la inseguridad, ¿qué hace suponer al ministro del Interior que acortando su tiempo de formación saldrán más capacitados para luchar contra los delincuentes? ¿En qué película se vio eso?
Las soluciones atolondradas no son soluciones, sino la promesa de la multiplicación de los problemas.
Al mismo tiempo, la cabeza de las políticas de seguridad nacional va conquistando la inquietud y la molestia de la familia policial al observarse que, lejos de fortalecer la fuerza, la intención parece ser debilitar el núcleo fundamental de su buen funcionamiento: la formación.
Mucho se ha hablado en todos estos años sobre la necesidad de lograr una formación de excelencia para la Policía Nacional. Hasta hoy es una materia pendiente. Pero es mucho más preocupante aún cuando se pretende dar un paso atrás y empeorar lo que está mal, como en este caso.
La Policía Nacional, a pesar de sus bolsones de corrupción y sus problemas operativos, sigue siendo la garantía para el resguardo de bienes y personas. Cualquier experimento que se plantee, como reemplazarla por fuerzas no específicas como las FFAA, está llamado al fracaso y pone en riesgo el marco constitucional.
La apuesta que debe hacer el gobierno del Sr. Mario Abdo Benítez es más bien fortalecer a la Policía, mejorar el nivel de vida de sus componentes para evitar las situaciones de corrupción, optimizar la capacitación de sus cuadros, dotarles de infraestructura y equipamiento adecuado.
Desatender a la Policía o relegarla es un juego peligroso para la seguridad de la República y en materia de seguridad no caben los gestos caprichosos o impulsivos, sino debe reinar siempre la racionalidad y la certeza.