Cuando la amenaza del juicio polí­tico apenas empezaba a disiparse, cuando aún la unidad en el Partido Colorado no termina de afianzarse, un absurdo internismo estalló en senos del oficialismo colorado, en Colorado Añetete, el principal soporte político del presidente de la República, Mario Abdo Benítez.

Los protagonistas no son meros dirigentes de tercera línea o “caudillitos” regionales. Se trata del círculo más íntimo del primer mandatario: Eduardo Petta, ministro de Educación y Cien­cias, y el ex presidente del Congreso y actual senador Silvio Ovelar.

Insistir en la provocación de Petta y en el con­traataque de “Beto” sería caer en un pozo de futilidad que no es el foco del análisis, aunque se puede sostener sin equívocos que el nivel del intercambio de obuses entre ambos se parecía más a una riña de inquilinato que a un verda­dero debate entre políticos de nivel.

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El nimio enfrentamiento virtual (tuvo como escenario redes sociales o espacios radiales) no es productivo, no es un debate que precise la República, o la cartera educativa o las fuer­zas políticas. Lo que hay que debatir son los caminos para salir de la crisis económica que ya empieza a hacerse sentir desde la macro hasta la microeconomía. La calle dimensiona y vive cotidianamente la desaceleración de la economía paraguaya. Este es el punto vital del que ahora deben ocuparse todos los funcio­narios, desde el jefe de Estado hasta el último técnico del Banco Central o del Ministerio de Hacienda.

Lo que realmente importa aquí, más allá de la bilis de estos exponentes políticos, es medir cómo esta reyerta termina afectando al man­datario, especialmente de cara a lo que pueda venir más adelante.

Más que nunca hoy el Presidente necesita de esta unidad en su partido, necesita del apoyo de todos los sectores internos del Partido Colo­rado y desde esa armonía apuntar a gobernar, máxime cuando el país necesita con urgencia enderezar el rumbo y que la conducción de la nave sea firme y sin titubeos.

A pesar de las advenedizas posiciones de un elemento no menos peregrino como lo es el ministro de Educación, que un día es opositor y otro día el colorado más recalcitrante, Abdo Benítez también precisa de una buena gestión de Petta. Ya que tiene su respaldo, el ex fiscal debe responder con gestión y buena gestión, no con salidas disparatadas a través de redes sociales. El jefe de Estado también precisa de todos los demás integrantes de su gabinete que, por cierto, en el primer año de gestión redon­deó una administración decepcionante, salvo un par de nombres.

La buena gestión del Gobierno –se sabe aquí y en Camboya– es clave para la sostenibilidad del mismo. Si sus ministerios y sus cabezas no logran acomodar la brújula, entonces difí­cilmente el gobierno de Abdo sea recordado por algo positivo. Más bien lo contrario, sería recordado por el intento frustrado de traición a la patria, al decir de la lectura que la mitad de los paraguayos interpreta sobre la polémica acta de Itaipú, de mayo pasado.

Este absurdo como innecesario internismo se produce en un momento inoportuno, crítico, para el gobierno en el que precisa de todos sus aliados para gobernar. Ya la grieta empezó a rasgarse cuando Abdo cerró filas en los “viejos halcones” de la ANR, como el mismo Ovelar, Juan Carlos Galaverna o Enrique Bacchetta, que han tenido preponderancia en las distintas conversaciones impulsadas para cerrar filas en torno al mandatario y desechar definitiva­mente el proceso de destitución que promovió la oposición.

Lo que hoy la gestión Abdo necesita es que los aliados del presidente de la República se enfo­quen en los problemas reales del país y no en trifulcas de barrio.

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