Una de las lecciones, quizás la más importante, que ha dejado la crisis del acta secreta de Itaipú es que la ciudadanía no será un mero espectador en un tema que es de vital importancia para el país, pues está demostrado que asumirá un rol contralor.La situación de conflicto generada con aquel acuerdo bilateral del 24 de mayo pasado –oficialmente dejado ya sin efecto según lo anunció el gobierno de Brasil– debe llevarnos a los paraguayos a establecer cuáles son las prioridades y los ejes centrales del país que queremos para los próximos 50 o 100 años. En una palabra, el Paraguay que heredaremos a nuestros hijos y a los hijos de estos.

Ahora que poco a poco se van apaciguando los ánimos y la presión por el proceso destituyente contra Mario Abdo Benítez y Hugo Velázquez va perdiendo fuerza, especialmente luego de concretada la unidad que han mostrado los colorados en torno al Gobierno, es hora de mirar hacia el futuro para echar las bases y fortalecer el estamento político que ha tomado, y seguirá tomando, determinaciones que pueden caer como un yunque para los prebendarios. Pero la dirección que debe tomar el curso de los acontecimientos en torno a la renegociación del Anexo C del Tratado de Itaipú es uno solo: defender los intereses del Paraguay.

En esa tesitura ni el Gobierno ni sus emisarios pueden ni deben titubear y para lograrlo nuestros representantes deben ser los mejores. Tras la crisis, el Gobierno ha tomado decisiones difíciles como apartar a los responsables de las negociaciones sobre la contratación de potencia para la Ande. Pero debe también asumir más actos consecuentes y conducentes para concretar aquel interés general para todos los paraguayos y que está relacionado al tratado que debe revisarse a más tardar en el 2023.

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Los cambios introducidos hasta ahora, más por empuje ciudadano que por iniciativa propia, han sido los correctos, en especial cuando se da participación a expertos en materia energética y que han desarrollado gran parte de su labor en entender esta causa; también ha sido un acierto ir reduciendo la cuota política en áreas tan sensibles hoy como en el Consejo de Itaipú.

Es cierto, hoy el gobierno de Abdo Benítez tiene un soporte político, pero el mismo es endeble y condicionado a la buena marcha de las determinaciones que se tomen. Un paso en falso podría echar a perder no solo este soporte, sino principalmente –lo que es mucho más grave aún– la credibilidad del gobernante.

Hoy, desde el Gobierno deben concentrarse en capitalizar en buena forma la lección aprendida, en no volver a caer en los excesos. Los tropiezos, o las caídas, tienen sus efectos no solo a nivel político y social, sino también en el ámbito de la economía.

No es fácil la tarea que le toca a la administración actual, no solo debe despejar por completo el fantasma del juicio político, sino también devolver la confianza a los inversores extranjeros que han visto con cierta preocupación los últimos acontecimientos suscitados en el Paraguay, donde algunas movilizaciones y protestas han logrado azuzar el panorama político.

Por ello, hoy no es tiempo de protestas. Hoy es tiempo de propuestas. Menos barullo y más acciones, acciones concretas en beneficio de todos los paraguayos. Es tiempo de levantar todos juntos al país que viene en un año muy golpeado por las vicisitudes a nivel internacional, pero también por enredos y falta de determinación a nivel interno.

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