La gestión del Presidente, al que augurábamos este mismo día del año pasado una gran tarea, ha sido decepcionante para la mayoría de los paraguayos. La increíble acumulación de errores políticos y burocráticos, el manejo farandulero de su comunicación, el secre­tismo y la ausencia de resultados terminaron por convertir el período 2018/2019 en un año para olvidar. Marito tiene hoy un compro­miso: redoblar esfuerzos, mejorar la gestión y escaparse del anillo pretoriano de improvisa­dos que le impide escuchar mejores consejos.

Al Partido Colorado se le puede adjudicar múltiples falencias en la gestión de gobiernos, pero la experiencia burocrática, el manejo de los tiempos y la astucia para manejar los asuntos de la gobernabilidad siempre han sido sus fortalezas. Ninguna de ellas se hizo presente en el año que culmina.

Paradójicamente, el hijo de un hombre que se sentó por tres décadas en el corazón del poder apostó en lo político y en la ejecución de sus políticas públicas a improvisados, a personas sin experiencia y sin lectura de las urgencias en materia de expectativa ciudadana y aseso­res poco talentosos que apostaron todo a la polarización y el enfrentamiento antes que a la gobernabilidad.

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Paradójicamente, un partido que gobernó el país por casi todo el tiempo en los últimos 70 años tuvo un manejo de principiantes en materia de gobernabilidad, lo que lo arrin­conó en una dura crisis demasiado pronto.

Los gobiernos cometen errores, pero pocos cometieron tantos y en tan poco tiempo como el que cierra un año de gestión. Encima de la tarea de políticas públicas que hizo agua por varios costados, está el factor de la goberna­bilidad que fue inexplicablemente descui­dado. El Gobierno actuó más como “compa­drito”, con ganas de tener peleas callejeras con sus adversarios internos de la ANR, que con visión de Estado, administrando las pie­zas que determinan el factor de la estabilidad política. Otorgó privilegios y cargos osten­tosos a cualquiera que se declarara enemigo de Honor Colorado, hasta que tales “amigos” decidieron juzgarlo políticamente y el sector perseguido terminó siendo el factor de su per­manencia en el poder.

Un gobierno desprendido del vientre de un partido con enorme experiencia política cometió en el primer año el mismo error de desbalance de gobernabilidad que cometió el mandato de Fernando Lugo en su cuarto año.

Durante estos 12 meses no se aprendió que las obras públicas no son solo un hecho infraes­tructural, sino fundamentalmente constru­yen incidencia política y social. Wiens manejó el proceso con la parsimonia de un sacristán, cuya única misión es guardar las monedas de la colecta del día, perdiéndose el Gobierno el factor de obras como contacto social en su relación con los ciudadanos.

La educación quedó postergada en opera­ciones mínimas, fruto de una arremetida mediática de supuesta racionalización que luego quedó apagada y hasta ridiculizada por denuncias en diversos medios sobre que la “racionalización” estuvo ausente en la gestión que anunciaba imponerla. Todo acabó en ges­tos mediáticos que duraron varias semanas.

Salud Pública es –según todas las encues­tas– uno de los sectores más cuestionados, lo mismo que la seguridad. Petropar tuvo más intervenciones políticas que el gerencia­miento de políticas energéticas. Su manejo poco transparente lo llevó a ser objeto de una investigación por parte del propio gobierno, cuyo resultado jamás saltó a la luz.

Evitando hacer más cuentas sobre las malas experiencias, vale hacer ruegos para que Mario Abdo Benítez asuma un liderazgo y logre colocar acciones considerablemente positivas en el año nuevo que inicia al frente del Poder Ejecutivo. No es fácil, porque más allá de los discursos ya se reconoce la ausen­cia de autocrítica de este gobierno.

Es de esperar que en el marco de tal asun­ción de un verdadero liderazgo, Abdo Bení­tez reemplace piezas que han sido tremenda­mente negativas para su balance de gestión, superando el afecto personal o el sectarismo. Hay demasiada capacidad en el sector público y en el privado para conformar un gabinete que realmente funcione.

Ganará el país y también ganará el Presi­dente, quien no tendrá que volver a ser parte protagónica de un año para olvidar.

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